Leer un poco (para no estar perdida)
Cuando supe que iría a Malta, lo primero que hice fue buscarla en el mapa. Recuerdo que coloqué mi dedo sobre ese punto en el Mediterráneo y me supo a brisa salada. No sé porqué la referencia más inmediata que tengo es que ahí, en ese sitio que ya quiero recorrer, hay 359 iglesias y que cada una tiene dos relojes en sus fachadas: uno que marca la hora real y el otro, una falsa, para despistar al diablo. Guardé ese dato en mi memoria y cada vez que le cuento a alguien que aterrizaré en Malta, es lo primero que cuento, como si no hubiera más.
Recibí la invitación de la escuela Elanguest para tomar clases de inglés, durante una semana en Valleta, la capital de Malta. En este país, con siete mil años de historia, se habla el maltés (una mezcla de árabe, francés, italiano y español) y el inglés, por lo que practicar el idioma puede ser algo muy natural que salte de sus calles.
Mi intención original era llegar a Malta desde Italia, pues está justo debajo. La idea me parecía romántica (y menos costosa), pero como no tengo planes fijos en mi viaje y debía darle una fecha a la escuela para asistir a las clases, pues hice un ajuste y volaré desde Madrid, que tampoco está mal ¿no?
De entrada, lo que sé es que compartiré apartamento con otros estudiantes, que mis clases serán todas las mañanas de la semana y que tendré las tardes y noches libres para explorar cada rincón.
Me gusta la idea de estar en Malta, me gusta su nombre y su paisaje que ya quiero dejar de ver solo en fotos.
0.000000 0.000000