Estudio logosófico del embustero
Por: Carlos B. González Pecotche
Artículo publicado en Revista Logosófica en febrero de 1942 p. 15
La mentira es villana, cuando parece dar la felicidad la arrebata. (1).
El embustero, a pesar de ser un sujeto típico y clásicamente definido, logra las más de las veces, escurrirse hábilmente de las situaciones complicadas que él mismo provoca con su. acostumbrada mala fe. Es, por lo general, temido por la gente ignorante y aun por quienes prefieren el agravio a vérselas con tipos de esa calaña.
Sin embargo, el embustero es el prototipo del cobarde y del traidor. Nunca ataca de frente; se esconde siempre en el anonimato para qué la luz no descubra su fatídica silueta y elude ágilmente los preceptos de la ley. Identificado por entero con la mentira, la verdad es para él una ficción, haciendo creer con sutiles engaños, a los incautos y a los tontos, que lo que él dice, ésa es la "verdad".
Está continuamente al margen de la realidad, á tal punto, que le sorprende haya seres que vivan con sensatez y rechacen al impostor en sus pretendidos intentos.En sus acciones canallescas y delictuosas pone el mayor tesón en echar sobre los que utiliza como instrumentos, el peso de la responsabilidad. A flor de labio tiene siempre la "palabra de honor" que empeña con la misma facilidad con que. la niega. Pasar por "hombre de bien" es su obsesión permanente. Incapaz de la menor acción noble, puesto que es un ente sin honor, despreciable por naturaleza, se desvive por lesionar la dignidad de los demás. Las inquietudes espirituales de estos sujetos consisten en usurpar bienes ajenos, títulos que usan ilícitamente y todo cuanto sea motivo de codicia para sus mentes extraviadas. Al final de sus aventuras, estos pájaros de cuenta son casi siempre atrapados por la justicia y puestos en lugar seguro. Lo curioso es que tras las rejas continúan haciendo cálculos para sus futuras maniobras delictuosas, inventando nuevas mentiras y diciendo enfáticamente' y con gestos de desdén a sus guardianes: Nosotros defendemos a la sociedad con "nuestros nombres" y hemos conseguido al fin la dicha de ver entre rejas a todos. Conviene que los psiquiatras y jueces tengan presente esta clase de demencia que constituye todo un peligro para la paz social.(1) Carlos B. González Pecotche, Axiomas y Principios de Logosofía, Tomo 1