Estudio Michael Haneke (5): Funny Games (o juegos dobles nada educativos)

Publicado el 03 enero 2010 por Crowley

"Es una hipocresía aguantar hasta el final y criticar después el film diciendo que no se pueden hacer estas cosas. En ese caso todo el mundo debería tener apagada la televisión"
(Michael Haneke)

Al igual que Takeshi Kitano necesitó de "Hana-Bi" para que su talento comenzara a ser reconocido a nivel mundial, Haneke se valió de "Funny Games" y la absurda polémica que rodeó al film, para que algunos comenzaran a mostrar algo de interés por él (un interés bastante escaso y nada justo con uno de los mejores directores del momento y al que ahora todos ensalzan por su inconmensurable trabajo en "El lazo Blanco"); y digo absurda polémica porque muchos han tildado a la película de fascista y ultraviolenta (calificaciones inapropiadas e idénticas a las que recibió esa obra maestra del cambio de milenio que es "El club de la lucha") cuando es todo lo contrario, una denuncia, un aviso, a una civilización que vive por y para la violencia.
En palabras del propio Michael Haneke, "la violencia está en todas mis películas, sí, pero no como espectáculo" y es que el cineasta nos enseña la violencia (más bien nos la sugiere y nuestra mente la recrea) representada, para que nosotros seamos los que nos cuestionemos cómo de arraigada, como ya he comentado en posts anteriores, está en nuestras vidas y es que su presencia alcanza cotas casi pornográficas en unos medios de comunicación manipuladores,cínicos y pretenciosos.
Alguien me ha comentado en alguna ocasión que le ha parecido una salvajada (pero ha aguantado hasta el final, eso sí) y yo me pregunto ¿salvajada?, entonces, ¿qué es lo que ve cada uno de nosotros todos los días en la televisión?, ¿no es acaso una salvajada ver a gente contando sus miserias, "prostituyéndose" por una efímera fama y unos cuantos euros, ver cómo fundamentalistas hacen estallar sus bombas arrasando con lo que tienen a su paso y filmado con todo lujo de detalles, o la persona que mata a su pareja porque le ha dejado?... ¡Eso sí es una salvajada y no esto!, que al final no deja de ser una película, dura, sí, muy dura y que te revuelve las entrañas en ciertos momentos, pero no es real (aunque tal vez, y ahí radique el problema, para muchos tampoco es real nada de lo expuesto unas líneas más arriba, con lo cual para ellos las dos cosas se miden bajo el mismo rasero), o es que la inmediatez de la violencia televisiva está justificada para y es permisible para sustentar intereses ideológicos y/o políticos...
También me hace mucha "gracia" que se catalogue a esta película de apología de la violencia, sin tan siquiera haberla visto o sin haberse molestado en analizar los por qués de todo cuanto sucede en ella. Y digo que me hace gracia, porque a Haneke se le critica por no mostrarnos (casi) nada violento físicamente hablando (sino sugerirlo) y a películas consagradas en la historia del cine, como las que voy a citar a continuación, se les considera pilares fundamentales de la industria (que lo son en su mayoría), de culto o adelantadas a su tiempo; a saber: "A sangre fría" de Richard Brooks (que por cierto, y a colación de esto, os invito a pasar por el blog de DVD, que está realizando un especial sobre Truman Capote muy interesante) y que sin duda sería un referente para el trabajo de Haneke en esta película, como también lo son "Horas desesperadas" de William Wyler, en lo referente a la "intrusión", "Perros de Paja" de Peckinpah, por el estado de violencia "in crescendo" y "La naranja mecánica" de Kubrick, en lo referente a una juventud salvaje y descontrolada que hace lo que le apetece.
¿Acaso es más violento el film de Haneke que la escena final de "Bonnie and Clyde" de Arthur Penn?, o ¿tal vez es Haneke más violento, fílmicamente hablando, que aquellos directores de la conocida por "generación de la violencia" que fueron Aldrich, Peckinpah, Fleischer, Ray, Brooks, Fuller o Mann a los que desde revistas prestigiosas como "Cahiers du cinema" se les consideraba héroes de la transgresión?. Como ellos, Haneke muestra interés en manifestar las diferentes formas de la violencia, tanto social, individual como institucionalmente, volcándose, eso sí, más hacia la violencia moral que a la física.
Según algunos estudiosos del tema de la violencia, hay dos clases de asumir la misma, la catártica y la mimética.
La primera, la catártica, es la que plantea la violencia contemplada como un ejercicio de liberación de la bestia que llevamos dentro (como en las salas de "odio" de la novela de George Orwell "1984"), haciendo que todo el salvajismo que observamos haga que nuestra furia interior sea calmada y se disipe. Yo, personalmente, no estoy para nada de acuerdo con esta postura, ni mucho menos.
La segunda de ellas, la mimética, es aquella en la que los mensajes audiovisuales que nos llegan diariamente por diversos medios, influyen en nuestro propio comportamiento y forma de pensar, incitándonos a cometer los mismos actos que vemos.
Cierto es que esta generación está expuesta a ingentes cantidades de violencia y crueldad (ya sea en el cine, en la televisión, en nuestra cotidianeidad, el arte, los medios de comunicación o en los videojuegos). Esto plantea la problemática de no saber cómo van a influir estos factores externos en su comportamiento futuro, en si nos vamos a convertir en seres sin sensibilidad ante los horrores que nos rodean, o si vamos a ser capaces de resolver conflictos sin necesidad de recurrir a la violencia, con lo que convertiríamos el mundo ya no en un lugar más peligroso de lo que es, sino, y esto es más grave si cabe, más indefenso de lo que ya está ante futuros ataques de ira, soberbia y egocentrismo.
Comentar una película y otra por separado, cosa que no voy a hacer, no tiene sentido alguno, ya que ambos films son el mismo, por lo que tampoco vendría a cuento hablar de remake porque no lo es en absoluto (y no me digan que es lo mismo que (des)hizo Gus Van Sant con "Psicosis" de mi admiradísimo Alfred Hitchock, porque por ahí no paso, que son cosas diferentes y mucho) es la misma mirada a un trabajo anterior, como hicieran William Wyler con "La calumnia" (1961) y "Esos tres" (1937) o De Mille con "Los 10 mandamientos" en 1923 y en 1956. Varían los actores (personalmente creo que Susanne Lothar está mucho mejor en su papel que Naomi Watts, a pesar de que esta última realiza su mejor trabajo junto al desempeñado en "Mulholland Drive", igual que hay que dcir que Michael Pitt está mejor que Arno Frisch), los exteriores son diferentes, pero por lo demás, casi todos los diálogos son idénticos y los planos, las secuencias y la planificación son casi calcadas en las dos versiones (aunque yo, como ya he dicho, me quedo con el ambiente enrarecido de la primera versión).
Hay quien asegura que Haneke no se ha arriesgado nada en su primera incursión en el cine norteamericano, pero yo creo que todo lo contrario, porque, y díganme si me equivoco, ¿no es arriesgado llevar a un público como el americano un tipo de cine al que no están acostumbrados como es el europeo con sus tiempos, texturas y formas narrativas?, ¿no es arriesgado a caso obligarles a ver una versión idéntica de algo que no querían ver si no era con actores conocidos por ellos?... Riesgo hay y mucho por parte de Haneke, que sigue fiel a su mensaje y a su forma de hacérnoslo llegar, porque debe pensar que los remakes están de más (como creo yo) y si no puedes mejorar al original (como hizo, por ejemplo, David Cronenberg con "The Fly"), mejor deja las cosas como las has encontrado (o hecho en un primer momento, como en este caso).
El film, que vuelve a tener su génesis en la incomprensión que debe suscitarnos (y no lo hace) una noticia más de las que pueblan el variopinto territorio de los "mass media" (aquella que nos narraba los crímenes perpetrados por una serie de jóvenes de clase media-alta por puro placer y aburrimiento, como sucedía en "El video de Benny"), comienza........
...Con un plano cenital en el que vemos un coche circulando por una carretera rodeada de verdes bosques. En el interior del vehículo nos encontramos a una familia burguesa compuesta por una mujer y un hombre de mediana edad y su hijo, que están jugando a adivinar qué obra de música clásica está sonando en el reproductor (vemos que desde el comienzo, el concepto de juego está más que presente); de repente, y sin esperarlo, la armonía en la que se encuentran los miembros de la familia se ve truncada por una ensordecedora e infernal música que hace irrupción para avisarnos de lo que está por venir, para decirnos que en la apacible existencia de esta gente va a sufrir la invasión de un “ente” ajeno a ellos y que va a desestabilizar su feliz visión de la vida (la imagen que nos ofrece Haneke de la familia, en primer plano,imperturbable, mientras suena la música de John Zorn y aparece el título de la película impreso en pantalla con las letras rojo sangre, produce desasosiego hasta límites insospechados).
Vemos cómo el coche se detiene frente a una verja de una casa (las verjas vuelven a aparecer en el cine de Haneke como delimitador de mundos y realidades, y será una constante que no abandonará en toda su carrera). Vemos un plano general de la casa con jardín y unas cuantas personas en el mismo jugando al golf. Anna y Georg (nuevamente esos nombres) hablan con sus vecinos desde la distancia y se percibe cierta frialdad en su comportamiento, como si hubiese algo extraño alrededor de ellos.
La familia protagonista (que por cierto no está para nada desarrollada su personalidad ni se profundiza en ella, lo que hace que la veamos como una familia cualquiera, que bien podría ser la nuestra) llega hasta su propiedad y comienza a desempaquetar lo que llevan en el coche. Al poco llega uno de los vecinos acompañado de un joven desconocido para nuestro matrimonio, Paul, al que presenta como hijo de un amigo suyo. Ante su presencia, el perro (que ya estaba en la casa) no para de ladrar, lo cual nos advierte nuevamente de que hay algo que no va bien. Paul es una persona cargada de ironía en todo lo que dice y su comportamiento se observa extraño cuanto menos y su mirada está estudiando a la familia y su entorno.
Peter, el amigo de Paul, no tardará en hacer acto de aparición. Llega a la casa con la excusa de pedir unos huevos para la mujer de su vecino. Peter se ve un personaje “bobalicón”, regordete y bien podría pensarse que Paul y Peter tienen la apariencia de un dúo cómico o de dibujos animados (más adelante veremos ese homenaje cartoon en la escena en la que Paul rebobina lo hecho por Anne como en una película de video) si no fuese porque sus actos no tienen nada de divertido. Ambos visten de un blanco impoluto, como los personajes de “La naranja mecánica”. Fuera de plano, los huevos se rompen y Anna vuelve a entrar en la cocina para darle otros, mientras Peter echa un vistazo a la casa, dejando más claras aún sus intenciones y más aún cuando se deshace del teléfono familiar de manera muy sutil (como en las grandes películas de terror, que el villano lo primero que hace es cortar la línea de teléfono)...
...Y hasta aquí voy a contar para que cada uno la "sufra" en su casa por sí mismo.
Cuando uno acaba la desasosegante película es plenamente consciente que no ha visto un simple thriller de horror, no, sino que la sensación que queda, ese regusto amargo como a comida quemada que se instala en nuestro paladar y que no se nos va fácilmente, nos dice que lo espantoso no son los asesinatos en sí que hemos visto y tolerado, que también, lo verdaderamente horrible es que puede (y es) ser verídico y además los asesinos no se guían por ningún canon o mandamientos que cumplir, el caos reina en sus acciones y carecen de reglas a seguir o barreras que limiten sus actos de barbarie y salvajismo... algo que también parece ser la tónica general en nuestra cotidianeidad y realidad, o no me digan que no les asusta la idea de que unos extraños se adueñen de su vida y, como gente real que somos, no sepamos defendernos de ello.
Pero lo que verdaderamente "cabrea" y enfada al manipulable espectador es la forma en la que Haneke juega con él. A nadie le gusta que se rían de él (o ella), cosa que el cineasta hace con nosotros continuamente en este film, rompiendo la "cuarta pared" (como cuando uno de los personajes mira a la cámara de forma Bergmaniana y nos hace cómplices de las atrocidades que está cometiendo (para mi es más violento la forma en la que la protagonista es obligada a desvestirse que otras muchas escenas), cómplices de todo por el simple hecho de decidir quedarnos para ver, como vouyeurs malsanos e hipócritas, si llega ese imposible final feliz que sabemos imposible desde el primer momento), haciéndonos creer en sucesos redentores, para que nos llenemos de esperanza y luego arrebatárnosla de golpe deshaciendo lo que estaba hecho (basta con ver la contradicción de sentimientos que se agolpan en nuestro interior cuando uno de los dos jóvenes muere y vuelve nuevamente a la vida como si de un cartoon macabro se tratase, como si el mal controlase el continuo espacio-tiempo a su antojo) y haciéndonos sentir el duro y lento paso de los minutos cuando algo va mal (la escena dilatada en la que la madre está en el suelo, frente a la televisión salpicada de sangre de su hijo muerto es simplemente angustiosa e infinita, plasmando magistralmente cómo el tiempo se magnifica en circunstancias adversas)...
Uy, si me disculpan, les tengo que dejar, que acaban de llamar a la puerta dos jóvenes muy educados que vienen a buscar huevos para el vecino y uno no puede ser descortés con sus semejantes, ¿no creen?..Ficha Técnica:Versión 1997 / Guión y dirección: Michael Haneke / Fotografía: Jürgen Jürges / Intérpretes: Susanne Lothar, Ulrich Mühe, Arno Frisch, Frank Giering, Stephan Clapeynski, Doris Kunstmann, Christoph Bantzer, Wolfgang Glück, Susanne Meneghel, Monika Zallinger.Versión 2007 / Guión y dirección: Michael Haneke / Fotografía: Darius Khondji / Intérpretes: Naomi Watts, Tim Roth, Michael Pitt, Brady Corber, Devon Gearhart, Boyd Gaynes, Robert Lupone, Linda Moran, Siobhan Fallon..
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