“Es una conciencia que pretende negar a través de una conducta mágica, un objeto del mundo exterior y que llegará a aniquilarse a sí mismo con tal de aniquilar al objeto consigo”
Jean-Paul Sartre hablando sobre el miedo.
Decíamos hace unas semanas, que "71 fragmentos de una cronología del azar" era la semilla que Haneke había plantado en su filmografía y que al crecer se convertiría en esta obra que ahora nos ocupa, "Code Inconnu: Recit Incomplet de divers voyages". En esta ocasión el director austriaco vuelve a tejer una maraña de historias que se entrecruzan y en las que vuelven a actuar factores ya conocidos por nosotros, los espectadores de su cine, como puedan ser el azar, el destino y los cortes bruscos que nos sumergen en una pantalla de un negro abismal y elíptico que nos hace pensar en el miedo que nos da vivir en este mundo.
Hasta aquí todo sucede con normalidad, ¿no?. Si hay que detener a alguien, pues que sea al joven negro, que seguro que es el culpable por tener un color de piel diferente. ¿O acaso les parece exagerado este planteamiento con el que Haneke nos presenta la trama a desarrollar?. ¿Acaso no es esto lo que acontece cada día en nuestras ciudades condicionadas por acotados entornos sociales, culturales, religiosos, xenófobos y raciales?...
Sí, señores (y señoras, por supuesto) míos. La realidad se está resquebrajando poco a poco y rompiendo en infinidad de trozos que nos llevan hasta el silencio condenatorio más absoluto sobre el que será imposible edificar nada.
El ansioso mundo en el que vivimos, pero no sólo en el que queda acotado en nuestro barrio sino a todo el planeta en general, está atravesando una etapa de crisis tanto económica como, y en eso estarán de acuerdo conmigo, estructural y social.
Según el filósofo Sergio Cotta "cualquier período en el que cambie profundamente el orden social
Estas palabras del pensador italiano no podrían definir mejor la vida en nuestro hábitat falto de educación y donde los niveles de tolerancia y convivencia parecen extintos.
El joven negro al que hacía mención al comienzo de este post sufre distintos grados de violencia y xenofobia lo largo del metraje, a lo largo de su vida, ya sea física (como la de la detención a manos de la policía) como velada y silenciosa (como cuando se le niega el total acceso a cierto local). Y eso es una triste verdad de nuestros días donde inmigrantes ilegales huyen del horror de sus países de origen y se refugian en nuestras calles camuflándose con el entorno para no ser vistos y deportados, transformando su piel del color del cemento que les sirve de colchón y de la textura de los cartones con los que se refugian del frío.
Respecto a este tema, el de la inmigración, nos molesta ver a estos indigentes (que algunas veces, la mayoría, no son extranjeros) por las calles, "nuestras" calles, “ensuciándolas” con su sola presencia y allanando nuestra paz espiritual de folletín religioso para mendigar y pedirnos dinero. Olvidamos, muy injustamente, que nosotros en otros tiempos también hemos tenido que buscar nuevas vías de subsistencia y nos hemos visto obligados a tener que viajar y ocupar ciudades como Argentina, Alemania o Francia para realizar trabajos que nadie quería hacer e, incluso, teniendo que degradar nuestra moralidad para obtener dinero con el que alimentar a nuestras familias de cualquier forma posible... En fin, como vemos, la memoria (histórica o no) es algo muy débil y de fácil disolución, como ya les he mencionado en alguna ocasión.
Haneke comienza su película con una escena, que llega a nosotros como una disgresión entre los títulos de crédito y que es un fiel reflejo de la falta de comunicación que padece la sociedad de hoy día. Vemos a un grupo de niños sordomudos y a una niña a la que, por medio de signos, sus compañeros le están haciendo preguntas. La niña, ante la imposibilidad de contestar acertadamente, se pone nerviosa y responde a todo de forma negativa, sumiéndose en un estado de desesperación interna. Fundido a negro (aquí, en esta película, Haneke vuelve a los cortes bruscos entre escenas).
Partiendo de este punto, se comienza a desarrollar la trama, donde se se dan cita persona(je)s como el chico negro que acabamos de ver y que a pesar de ser un tanto prepotente y altivo, resulta ser un buen chico. Es hijo de inmigrantes originarios de Mali, pero a diferencia de sus padres, se ha adaptado bien a la vida occidental y su actitud y pensamiento (en detalles como mantener una relación con una chica parisina blanca, por ejemplo) es más progresista que el de
Otro personaje es un joven francés que viven con su padre en una granja a las afueras de París. El problema de estas dos personas es que el chico, rebelde y muy locuaz, siente que su padre no le quiere ni le valora y por contra, su padre, no se siente capacitado para expresar todo el amor y el cariño que profesa hacia su hijo (cuyas consecuencias paga el ganado). Como vemos aquí y en
Tenemos también a María, la inmigrante rumana que decide abandonar su tierra natal y a su familia y amigos para irse a Saint-Germain y tener que mendigar para poder vivir.
Por otro lado tenemos a la que para mi es la protagonista indiscutible, Anne, una actriz muy buena y muy segura en su trabajo, lleno de personajes complejos que borda con perfección, pero muy insegura en su vida personal (como la escena del metro, donde más pareciera una niña indefensa que una mujer decidida).
Respecto a Anne, hay una secuencia muy curiosa (una de muchas) en la que la vemos en la piscina jugando con un hombre y un niño. Esta secuencia tiene una magia especial, porque es totalmente intemporal. No sabemos si pertenece al pasado o al futuro de su vida, ya que es una
Y como contrapunto de Anne, tenemos a George, un fotógrafo (de guerra principalmente) que aparece y desaparece de su vida cuando le viene en gana.
La película, una difícil y contundente propuesta fílmica (que hizo que en mi mente resonaran ecos de filmes como "El dulce porvenir" o "El invitado de invierno"), acaba sumida en el caos sonoro de la música ensordecedora que sale de los tambores aporreados por los niños sordomudos. Un ruido siempre presente en nuestras vidas (ruido sonoro y visual) que no nos deja escuchar lo que ocurre a nuestro alrededor y lo que es peor, nos atrapa de tal manera que nos imposibilita escape alguno posible.
Uno de los temas que aquí se trata, en el personaje de Anne y su trabajo principalmente, es el de la ficción en la ficción (de hecho una de las películas que representa se llama “La coleccionista”, en referencia a “El coleccionista” de William Wyler, al que Haneke ha homenajeado en alguna ocasión).
Este fue un tema que apasionó a Pasolini durante años, llegando a realizar intensos y acertados estudios al respecto (y al plano-secuencia) y algunos cineastas como David Lynch han llevado hasta el extremo en ese experimento fílmico de difícil catalogazión que es “Inland Empire” y que ya hiciese años, aunque más sutilmente, Orson Welles en su obra de referencia “Ciudadano Kane”.
En esta dualidad de realidad y ficción, nos encontramos de pronto con una Anne que pasa de estar en la calle a estar secuestrada y hablándonos de manera desesperada a la cámara, con una fuerza tal que nos olvidamos de que todo es mentira y nos transporta la mente hasta los momentos más angustiosos de “Funny Games”.
Las películas de ficción representan lo imaginado, pero si descomponemos este proceso se pueden advertir que está formada por dos partes, la de los actores que interpretan su papel y la de la propia película al proyectarse, por lo que el cine es dos veces irreal (ficción dentro de la ficción), por la historia que nos cuenta y por la forma interpretada de lo que se nos narra. Es por ello que Haneke busca toda la realidad posible en sus trabajos, porque sabe que parte con
El problema de que no nos entendamos entre nosotros no es, creo yo, que hablemos idiomas distintos sino que no sabemos bien qué decirnos y cuando nos atrevemos a hablar de verdad, no a soltar palabras sin sentido porque sí, nos encontramos con que la otra persona ni sabe escucharnos ni tan siquiera quiere oír lo que le vamos a contar, por lo que, como se suele decir, no sólo no se puede sino que además es imposible...
Por cierto, ¿podrían tirar por mi el envoltorio de este pastel? Es que esta música de tambor ensordecedora me obliga a taparme los oídos y no quisiera mancharme las orejas, que aunque estén de adorno, se merecen mis cuidados, oigan.
Ficha técnica:TÍTULO ORIGINAL Code Inconnu / AÑO 2000 /DURACIÓN 107 min. / DIRECTOR Michael Haneke / GUIÓN Michael Haneke /MÚSICA Giba Gonçalves /FOTOGRAFÍA Jürgen Jürges / REPARTO Juliette Binoche, Thierry Neuvic, Josef Bierbichler, Ona Lu Yenke, Luminita Gheorghiu, Arsinée Khanjian, Alexandre Hamidi, Helene Diarra
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