Saul Landau y Nelson Valdés.-La ayuda norteamericana al extranjero empodera a los que en Cuba trabajan a favor de un cambio positivo a defender las libertades fundamentales y soluciones orientadas al libre mercado para satisfacer las necesidades de los ciudadanos cubanos. – Página Web de USAID, marzo, 2011.
El 12 de marzo, después de un juicio de dos días, un tribunal cubano sentenció a Alan Gross a 15 años de prisión por “actos contra la independencia y la integridad territorial del estado”, en referencia a su papel en un proyecto subversivo diseñado por Washington para “socavar” al gobierno cubano. Los fiscales habían pedido una condena de 20 años. Gross puede apelar esta sentencia a un tribunal superior.
Gross mintió en sus formularios de inmigración (en cinco oportunidades se describió como turista para encubrir su trabajo de distribución clandestina de tecnología de comunicaciones del gobierno de EE.UU.). Gross trabajaba para DAI, una compañía que ganó un contrato de la AID (Departamento de Estado). La labor de Gross, según el programa de la AID para Cuba, era la de “incrementar el libre flujo de información no censurada de, desde y dentro de la isla por medio del suministro de materiales informacionales y acceso a Internet, así como construir la capacidad de los medios independientes de Cuba”.
No es sorprendente que la carta constitutiva de AID no autorice la ayuda norteamericana a los cubanos independientes que critiquen los resultados de la política norteamericana hacia Cuba. Por ejemplo, si algún bloguero independiente deseara teléfonos satelitales para organizar una marcha frente a la Sección de Intereses (embajada sin relaciones diplomáticas formales, rotas por Eisenhower el 3 de enero de 1961) y mantener una vigilia allí para confrontar a cada diplomático norteamericano con los miles de crímenes violentos cometidos por agentes de EE.UU. contra Cuba, AID no financiaría tal proyecto. Imaginen un movimiento de construcción de una sociedad civil que atacara al gobierno de Cuba por hacer demasiado poco contra un país que ha asesinado a sus ciudadanos.
Es más, los cubanos que demandan justicia de Estados Unidos tendrían a su disposición hechos, miles de documentos desclasificados autorizando el asesinato y sabotaje de la propiedad cubana –y la invasión a la isla apoyada por la CIA. Ex oficiales de la CIA han declarado ante el Congreso acerca de estos programas.
Lo que extraña a los cubanos es la naturaleza de sus vecinos norteños: “fariseísmo” bajo la rúbrica de “democracia americana”. Nota: no la llamen democracia norteamericana, ya que Washington aplica el concepto a todo el territorio que Dios creó como protectorado (no oficial). (Ver La Doctrina Monroe y el análisis del Destino Manifiesto en el siglo 19.)
Como Dios eligió a unos pocos ingleses de inclinaciones puritanas decididos a cruzar el océano para ir a Massachusetts y predicar a los salvajes Sus palabras reveladas y hacer un uso adecuado (capitalista) de la rica tierra que iban a conquistar, los elegidos tenían un serio compromiso que cumplir. Los conquistados o subyugados, desde La Patagonia a México, deben ser coaccionados u obligados a adoptar el perfecto sistema elaborado para ellos por los Padres Fundadores de EE.UU. como sus normas políticas
A la altura del siglo 20, la mayor parte de Latinoamérica comprendía los preceptos básicos de vivir bajo las orientaciones anunciadas por la “democracia” de EE.UU. Las elecciones debían tener como resultado gobiernos obedientes (a Washington). Los ganadores desobedientes eran eliminados con regularidad y nuevas elecciones finalmente entregaban gobiernos dóciles. (En la década de 1960, cuando Juan Bosch venció en República Dominicana, Estados Unidos lo ayudó a des-vencer; algo más reciente, cuando los electores haitianos escogieron a Jean Bertrand Aristide, los funcionarios de Washington conspiraron para secuestrarlo y exiliarlo –y asegurarse de que no regresara).
Adicionalmente, los norteamericanos insisten en legislaturas, tribunales y “prensa libre” de propiedad privada con anuncios pagados. Subyacentes bajo las reglas norteamericanas está la asunción suprema: la protección de la entidad más secreta de Dios, la propiedad privada, especialmente la norteamericana.
Si uno comprende de esta manera la democracia de EE.UU., y hay mucha historia que lo ilustra, entonces puede comprender lo que gran parte del mundo considera como la obsesión de Washington con Cuba desde 1959: Cuba nacionalizó las propiedades de EE.UU.
Esta fijación a veces coloca a funcionarios norteamericanos en situaciones embarazosas. Por ejemplo, la secretaria de Estado Hillary Clinton critica a Cuba por tener “prisioneros políticos” –disidentes pagados por EE.UU. Cuba ha puesto en libertad a casi todos esos prisioneros, pero Estados Unidos tiene a más de 200 detenidos –sin acusación formal en la Base de Guantánamo. Pero eso es diferente. Los detenidos en Guantánamo pudieran amenazar la seguridad “americana”, mientras que los prisioneros políticos de Cuba solo amenazaron la seguridad cubana: por tanto, Cuba no tiene derecho a encarcelarlos. El gobierno americano tiene derechos; Cuba tiene responsabilidades.
Como todos han visto, la carencia de ciertas libertades en Cuba palidece en comparación con la represión en otros estados con los cuales Washington mantiene relaciones amistosas. En 1939, Franklin Roosevelt sacó la alfombra roja para el dictador nicaragüense Anastasio Somoza. “Puede que sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”, dijo Roosevelt. Más recientemente, otros HP como Hosni Mubarak de Egipto, por ejemplo, recibieron enormes cantidades de dinero norteamericano en asistencia.
En Cuba, sin embargo, AID empleó a Alan Gross como agente por contrato para “ayudar” al pueblo cubano. La tarea de Gross era hacer que los cubanos usaran mejores comunicaciones en pro de una “sociedad civil” made in USA. Este perfecto modelo de democracia diseñado en EE.UU. continúa siendo uno de los pocos productos que aún se manufacturan en Estados Unidos solo para la exportación.
En realidad Alan Gross actuó su papel en la obra que Washington diseñó hace más de 50 años. En marzo de 1960, la CIA preparó “un medio masivo de comunicación para el pueblo de Cuba, de manera que pueda iniciarse una poderosa ofensiva propagandística en nombre de la oposición declarada”. La Agencia aseguraba que “un grupo de acción controlado por la CIA está produciendo y distribuyendo con regularidad publicaciones en contra de Castro y el comunismo”. (CIA, un programa de acción encubierta contra el régimen de Castro, marzo de 1960.)
Los teléfonos satelitales y las laptops han reemplazado a los materiales impresos, pero el objetivo de EE.UU. permanece igual. Gross asegura que ningún funcionario gubernamental le advirtió que el gobierno cubano tiene décadas de experiencia engañando a agentes norteamericanos –incluso a los expertos en tecnología sofisticada. Quizás una lección de historia le hubiera enseñado a Gross y a la secretaria Clinton más de lo que reciben en sus tweets. [Tomado de Progreso Semanal]
(*) (Nota del Traductor) En inglés, la primera frase del título del artículo es GROSS STUPIDITY, juego de palabras con el significado de GROSS (burdo, flagrante), que es también el apellido del norteamericano recién juzgado en Cuba, Alan Gross.