Llegar a la penúltima parada incomprensiblemente intacto, es para estar sorprendido y agradecido a partes iguales. Cuando los sábados consumidos vencen por goleada a los que están por venir, es fácil que el húmedo desinterés resbale por entre sus futuras rendijas como pegajoso desencanto mortal de domingos al atardecer. Suele ocurrir, pero si no, la melodía vital se abre paso con renovado y extraño ímpetu. Todo está condenado a desaparecer, desde la crueldad más desaforada hasta la más ridícula bondad. De todos modos tanto dará si fuiste víctima o verdugo, cuando todo termine nadie quedará para ensalzar o condenar. Lástima. Suena descorazonador, pero si quieres escuchar palabras edulcoradas, este no es el sitio. Mejor callar antes de que lo real haga caer sobre tus pies a tu lengua de un tajo tan limpio como triste, dejándote sin nada más que decir. La educación, con sus recortes, nos enseña a soportar el ilimitado vacío. Aún así, estuvo bien cuando fuimos jóvenes, pletóricos de inocencia y estupidez a partes iguales. Se tiene que disfrutar del error para volverlo a cometer. Las ganas de conocimiento es la mejor medicación para sentir que vivir es un goce. Ahora la rueda no para, en habitaciones compartidas se están buscando amores destartalados, en reuniones de sombras solitarias se está conspirando contra la desgracia y en el fin del mundo se están haciendo planes de futuro. Si para ti, la juventud es apenas un recuerdo, dime si estuvo bien. En la otra esquina del planeta arde el deseo tanto como aquí. Todas las hogueras son nuestras, desde que se encienden hasta que se apagan. Y en definitiva podemos acordar que ardimos con mejor o peor acierto, pero nadie puede decir que el futuro estuvo bien.
Llegar a la penúltima parada incomprensiblemente intacto, es para estar sorprendido y agradecido a partes iguales. Cuando los sábados consumidos vencen por goleada a los que están por venir, es fácil que el húmedo desinterés resbale por entre sus futuras rendijas como pegajoso desencanto mortal de domingos al atardecer. Suele ocurrir, pero si no, la melodía vital se abre paso con renovado y extraño ímpetu. Todo está condenado a desaparecer, desde la crueldad más desaforada hasta la más ridícula bondad. De todos modos tanto dará si fuiste víctima o verdugo, cuando todo termine nadie quedará para ensalzar o condenar. Lástima. Suena descorazonador, pero si quieres escuchar palabras edulcoradas, este no es el sitio. Mejor callar antes de que lo real haga caer sobre tus pies a tu lengua de un tajo tan limpio como triste, dejándote sin nada más que decir. La educación, con sus recortes, nos enseña a soportar el ilimitado vacío. Aún así, estuvo bien cuando fuimos jóvenes, pletóricos de inocencia y estupidez a partes iguales. Se tiene que disfrutar del error para volverlo a cometer. Las ganas de conocimiento es la mejor medicación para sentir que vivir es un goce. Ahora la rueda no para, en habitaciones compartidas se están buscando amores destartalados, en reuniones de sombras solitarias se está conspirando contra la desgracia y en el fin del mundo se están haciendo planes de futuro. Si para ti, la juventud es apenas un recuerdo, dime si estuvo bien. En la otra esquina del planeta arde el deseo tanto como aquí. Todas las hogueras son nuestras, desde que se encienden hasta que se apagan. Y en definitiva podemos acordar que ardimos con mejor o peor acierto, pero nadie puede decir que el futuro estuvo bien.