En un principio, quería exponer en este post solo los beneficios que aporta el hábito de etiquetar las cosas.
Con frecuencia no lo hacemos. Confiamos en nuestra memoria y recopilamos nuestros enseres, notas y objetos “ordenándolos” más bien metiéndolos, en cajas, carpetas, bolsas, sin distintivo que los identifique. Pensamos que siempre recordaremos que en aquella caja gris está la máquina de fotos y en aquella roja que subo a lo alto del armario, estará siempre esperándome mi camisa para el smoking. Si eres muy aficionado a la fotografía, seguro que abrirás esta caja gris muchas veces y será un gesto habitual hacerlo. Si vas a muchas fiestas de gala, subirás muchas veces al altillo de tu armario a coger la caja roja, quizás deberías ponerla en un sitio más a mano.
Pero si no haces fotos más que en vacaciones y hace un siglo que no asistes a una fiesta, difícilmente sabrás donde has metido tu cámara o tu camisa. Espero que seas precavido y empieces a buscar lo que precisas con tiempo, pues quizás tengas que abrir muchas cajas antes no des con lo que buscas. Yo he implementado este hábito desde hace un tiempo y complementado con el de "archivar en transparente", os aseguro que mi productividad y organización han mejorado mucho.
Mi sistema es el siguiente:
Estoy provista de etiquetas adhesivas de todos los tamaños y colores y cosa que guardo, cosa que etiqueto. Si guardo varias cosas en una caja, están detalladas en el exterior, si añado alguna la incluyo en la lista, si tiro algo lo tacho. Mismo sistema para dossiers y carpetas.
Mis mantas y rellenos están guardados en bolsas transparentes y la etiqueta indica a que medida de cama pertenecen.
Fotos, revistas, zapatos, jerséis, recuerdos, cintas, apuntes………….
Ya no tengo un aborigen de cables detrás del escritorio, pacientemente deshice los enredos y les he colgado a cada uno una etiqueta cerca del cabezal de enchufar.; ahora si tengo que desenchufar la impresora no me cargo antes el ADSL.
He visto que hay etiquetas para todo, para ropa, para pegar y despegar, fluorescentes para verse en la oscuridad y la última, una monada de etiqueta, muy integrada y de diseño que se pega al móvil, para incluir un teléfono para avisar en caso de emergencia, o pérdida.
También las etiquetas virtuales son de gran utilidad. En la web 2.0 la utilización de tags, facilita enormemente los criterios de búsqueda y clasificación.
Si coges el hábito, hasta vas a disfrutar colgándole etiquetas a todo. ¿O es que acaso no disfrutamos colgándoles etiquetas a las personas?
Las etiquetas son una manera fácil (aunque tremendamente superficial y generalmente poco objetiva) de clasificarnos. Cuando preguntamos sobre alguien, lo primero que recibiremos como respuesta será su etiqueta, en especial si quien habla de ese alguien lo conoce poco. Nos guiamos por ellas y juzgamos según ellas.
A menudo nos las cuelgan porque “una vez” tuvimos un comportamiento anecdótico .Nos enfadamos mucho, bebimos demasiado, etc) o por comportamientos intrascendentes que generan curiosidad y se extrapolan y generalizan a una determinada forma de ser. (es el maniático porque siempre encuentra un pelo en la sopa).
En muchos casos un solo acto desafortunado o afortunado es el responsable de que nos la hayan colgado.
Etiquetas instantáneas. Las etiquetas son mucho más fruto de las primeras impresiones que del conocimiento real de una persona. A menudo, solo con un primer contacto visual, y antes de que digamos nada, ya nos han colgado una etiqueta.
Según Daniel Goleman en su libro Inteligencia Social: "las regiones cerebrales que se ocupan del mundo interpersonal operan a gran velocidad, lo cual lleva a esbozar juicios sobre las personas en décimas de segundo. En el primer encuentro con alguien, estas áreas neuronales esbozan un juicio inicial a favor o en contra en cuestión de 500 milisegundos .A partir de ahí nuestra acción será diferente si la persona con la que estamos nos gusta o nos desagrada y si nuestros sentimientos cambian a lo largo de la interacción, el cerebro social se encarga de ajustar silenciosamente nuestras decisiones y en consecuencia, también nuestras acciones."
De ahí que se le dé tanta importancia a la primera impresión y la necesidad de no precipitarse en hacer juicios de valor sobre las personas. La ligereza en colocar etiquetas a la gente puede convertirse en perversa.
Para mejorar en productividad y en vuestras relaciones sociales cultivad el hábito de colgar etiquetas a todas las cosas y pensároslo dos veces antes de etiquetar a una persona.
Que tengáis un buen día.
Montse
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