Etnicismo españolista… y catalanista

Publicado el 30 julio 2013 por Trinitro @trinitro

Defender la unidad de España o el derecho de los ciudadanos de Catalunya para decidir su futuro son opciones políticas legítimas. Mucha gente que conozco es capaz de defender una y otra sin recurrir a historicismos o etnicismos o culturalismos.

Pero lamentablemente algunos carecen de argumentos y dejan de ver la defensa de una opción u otra desde un prisma político y lo trasladan a ámbitos más peliagudos como cosmovisiones nacionalistas, culturalistas, historicistas o incluso etnicistas.

Analizaré el etnicismo españolista y catalanista que ocurre (de forma minoritaria) en el ámbito de la izquierda.

El etnicismo españolista en la izquierda no es más que una revisitación del lerrouxismo de toda la vida, el mensaje: los inmigrantes (e hijos de inmigrantes) son obreros, operarios, dependientes bajo las órdenes de burgueses catalanes, y su falta de progreso social obedece a esa ley etnicista de que el empresario catalán sigue copando el acceso al capital, a la alta formación, etc…

Es cierto en un sentido, como toda democracia capitalista, excepto las nórdicas, uno de los predictores más importantes a la hora de determinar los ingresos de una persona en la edad adulta es ver cuáles eran los ingresos de sus padres anteriormente. La herencia, el capital social, la red de contactos, el acceso al crédito, las segundas y terceras oportunidades, el acceso a la formación de escuelas de negocios, etc.. está más en manos de los hijos de las personas que tienen rentas altas que los que tienen rentas bajas. Pero alegar que esto es una cuestión étnica sí que es algo que es más que dudoso. Mi querida amiga Cristina se ha visto obligada a explicar su relato familiar para aclarar esto. Hay “burgueses” cuyo origen no es catalán (o son nacidos en Catalunya de primera o segunda generación) y obreros cuyos orígenes son catalanes (o son nietos y bisnietos de catalanes).

Es sorprendente como muchos de los que más utilizan este argumento etnicista, suelen ser personas que hace eones que no pisan una fábrica o que no saben lo que es ser un trabajador asalariado que se aleja menos de una sigma del salario medio. Muchos de ellos son paniaguados en administraciones públicas, cargos intermedios con un alto poder adquisitivo, o frutos prefabricados por las sagas familiares en las organizaciones políticas. Se sorprenden incluso cuando “alguien de los suyos” que nació en un barrio del cinturón rojo, que tiene dos Z en sus apellidos y que utiliza de forma habitual la lengua de Cervantes, se autocalifique de catalanista o incluso soberanista. Lo mejor que te pueden dedicar es que “te has dejado seducir por los burgueses catalanes, en contra de tus intereses de clase”. Algo que acostumbro a oír de vez en cuando desde algún atril de personas, que como digo, hace eones que no pisan una empresa privada como asalariados.

Pero al otro lado de la moneda también existe una visión del catalanismo culturalista e incluso etnicista. El catalanismo como opción política, no cultural, no depende de que hables catalán o leas a Espriu, que tu canción de la infancia sea el birolai o sepas todos los pasos de la sardana o vayas a hacer castillos humanos. Tampoco depende de que tu abuelo se llamara Roig o naciera en Cuenca o en Melilla. Es una posición política, en la que se defiende el autogobierno de Catalunya, es considerar Catalunya como una nación, sea considerada esta como parte de España o no.

Pero al parecer hay cierto catalanismo culturalista disfrazado de catalanismo político, incluso en el ala izquierdista (supuestamente no nacionalista), que descansa su ideario en ciertos valores historicistas, culturalistas e incluso etnicista. Si no hablas catalán de forma habitual, o no conoces el birolai, si no vibras con Eléctrica Dharma o te apellidas en algo terminado en z, tú no tienes un “perfil catalanista”. Es clasismo (y miedo al que no es como tú) disfrazado de catalanismo. Son estos personajes que les entraba retortijones cuando Montilla era el President de la Genaralitat (algunos, unos pocos, dentro de su propio partido).

Como digo este etnicismo o culturalismo cutre del catalanismo es minoritario, pero justifica al anterior y lo retroalimenta. Son las famosas y cerradas “élites culturales” catalanistas, que no dejan de ser mecanismos de una cierta clase ilustrada catalana para ejercer una posición de poder que socialmente no representan. En este aspecto dan la razón en parte al primer etnicismo.

Lo peor es cuando los etnicistas o los culturalistas utilizan argumentos historicistas, en este caso pongo el ejemplo de la campaña del Ayuntamiento de Barcelona para el tricentenario del 1714, titulado “Viure lliure”, como si los catalanes o barceloneses del 1714 fueran más libres que los barceloneses de hoy en día, argumento que es respondido de forma magistral en este artículo (una pena que algún historiador que son capaces de escribir desde economía a federalismo no hagan una crítica al historicismo del nacionalismo, en lo que sí son competentes y tienen argumentos de fondo para hacerlo).

En definitiva, el catalanismo (o el españolismo) como movimiento político no puede ser explicado o limitarse en base a argumentos culturalistas, etnicistas o historicistas, no es más que la cara de la otra moneda del lerrouxismo, además de cometer el más profundo de los ridículos. Aún así, hay cenutrios que siguen valorando a las personas y los activistas políticos en base a su “perfil más o menor catalanista” según estos parámetros. Estos personajes son políticos de patas muy cortas.