En el caso cubano, la perversión tiene vieja data. El general Leonard Wood, que ocupó el mando de las tropas en el país a partir de diciembre de 1899 en
la primera intervención norteamericana explicaba: “Considero que un sistema colonial, tal y como existe en otras partes del mundo, es lo más apropiado para Cuba”. Y agregaba, no exento de cinismo: “Los cubanos son excitables y, naturalmente, todavía no pueden comprender los beneficios que obtendrán de un gobierno seguro y benévolo. Llevará tiempo alcanzar lo que todavía no es sino un deseo. Esto podría lograrse solo lentamente, y la mejor forma de lograrlo es a través de un sistema de educación”. Y, lo intentaron durante seis décadas de república mediatizada.
Pero en 1959, aquellos “incultos excitables” cambiaron la historia y comprendieron que necesitaban otro gobierno, yendo desde una campaña que erradicó el analfabetismo en Cuba a desarrollos ulteriores reconocidos internacionalmente.
Un enjundioso artículo de la doctora Graziella Pogolotti, “Para una sociología de la educación”, publicado en La Jiribilla, pone luces a futuro: “Se trata ahora de emprender el diseño de estrategias atenidas a las demandas del siglo XXI. No es ejercicio gratuito en esta circunstancia particular del análisis de la extraordinaria experiencia cubana en el tiempo transcurrido desde el triunfo de la Revolución hasta finales de los 80 del pasado siglo. Pudo haber en ella errores tácticos, pero nunca se perdió la proyección hacia el desarrollo humano, sustentada en interrogantes de permanente validez: dónde estamos, qué somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. En el punto de partida estuvo la conciencia del subdesarrollo, de la pertenencia a un tercer mundo requerido de auténtica emancipación”.
BLOQUEO CONTRA EDUCACIÓN HUMANISTA
Es importante recalcar la proyección hacia el desarrollo humano, que es la antítesis de lo que en términos educativos y geopolíticos se ha planteado Estados Unidos con Cuba.
Ninguna prueba más elocuente que el plan de George Bush en 2004, el cual previó “…organizar programas para recapacitar a los maestros y profesores cubanos” y anticipándose al desastre que sus pretensiones de imponer la “transición democrática” pudieran ocasionarle al sistema nacional de enseñanza, ordenó “prepararse para mantener abiertas las escuelas” o “importar voluntarios temporalmente durante el potencial período de inestabilidad que vendrá, de manera que los niños y adolescentes no estén en la calle envueltos en delitos”.
Dicho plan, la suma de una política agresiva y de confrontación desde el mismo año 1959—y que se mantiene vigente al día de hoy por no haber sido derogado por la administración de Barack Obama—, tiene como dramático telón de fondo la aplicación de un riguroso bloqueo económico, comercial y financiero, que califica como genocidio.
Resultaría una obviedad insistir en que para la garantía de los procesos educativos en una nación se debe hacer una inversión cuantiosa y estratégica. Cuba supera con creces a un conjunto de países de los que más invierten en educación, dedicando un 12,9% de su PIB, como Islandia, que asigna (7,8);Suecia (7,3), Nueva Zelanda (7,2), Noruega (7,3) y Finlandia (6,8), entre los más representativos; según datos del Instituto de Estadística de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Sin embargo, los efectos del bloqueo, que en su conjunto desde 1962 ascienden a 1 billón 157.327 millones de dólares, se traducen en carencias diarias que afectan el proceso de aprendizaje, la investigación y el trabajo científico de estudiantes y profesores en general. Según consta en el informe (julio de 2013),que volverá a presentar Cuba ante la Asamblea General de la ONU, hay tres aspectos que grafican el tópico:
1. Las pérdidas ocasionadas por la necesidad de importar materiales escolares suministrados por proveedores lejanos significan una reducción del acceso de las escuelas cubanas a medios didácticos que resultan indispensables para la educación preescolar, primaria y especial.
2. El monto de 816 000 USD, pagados en adición a la cotización regular para la compra de materiales escolares, equivale a 1 723 módulos para la enseñanza de Ciencias Naturales. Como resultado de esos costos adicionales solo se pudieron importar 100 módulos didácticos.
3. Han tenido especial significación las medidas diseñadas para prohibir o condicionar el normal desarrollo de los intercambios académicos, los viajes de estudiantes y profesores, el flujo de información científica por diferentes vías, la difusión y retribución adecuada por los resultados dentro de la esfera académica y la adquisición de insumos, medios e instrumentos para la docencia, la investigación y el trabajo científico en general.
A pesar de estos condicionamientos, la política cubana hacia la educación y otros aspectos que la complementan y enriquecen —como la cultura, el deporte, la sanidad, etc—se mantienen vigentes en medio de la actualización de su modelo económico.
El consenso de la nación se sitúa en perfeccionar y mantener los logros alcanzados, cuyas estadísticas halagüeñas ofrecen las agencias de la ONU, entre otras. A pesar del bloqueo se ha hecho lo que parecería un imposible ¿cuánto mejor no se haría sin la sangría del bloqueo genocida?
Publicado en Cubahora.cu con el título:
Educación en Cuba: sueños que no se bloquean