Sólo una persona en el mundo puede decir que es el último hombre que pisó la Luna, y esa persona es Eugene Cernan.
Actualmente tiene 81 años, es un estadounidense orgulloso de serlo, y no me extraña ya que él es el ejemplo del sueño americano. Hijo de inmigrantes checoeslovacos, fue tripulante del Apolo 10 y comandante del Apolo 17.
Sus propias palabras lo resumen bien: "Yo viajé dos veces a la Luna, fui el último hombre que la pisó, permanecí 75 horas y conduje el vehículo lunar cerca de 35 kilómetros."
Apasionado por la exploración espacial, tiene la esperanza y la seguridad de que se retornará a la conquista de la Luna (más pronto que tarde) y que el ser humano llegará a Marte.
En una entrevista dijo: "Si destinásemos a eso un penique de cada dólar de los impuestos de los norteamericanos podríamos volver a pisar la Luna y por primera vez Marte."
Pero dirigiéndonos a la parte más curiosa del post, y caminando por el lado de los sentimientos, Eugene Cernan realizó un acto surgido del corazón, un acto especial y singular.
Hablo del increíble detalle que tuvo con su hija, un genial regalo que no se compra con dinero, un presente que va más allá de lo material: al lado de la última huella de un ser humano en la Luna hay un regalo que nadie podrá hacer a sus hij@s (por lo menos en un futuro cercano).
Escritas con su propio dedo están las iniciales de su hija, TDC (Teresa Dawn Cernan), que permanecerán indelebles por toda la eternidad, ya que no hay viento que las borre.
Y nadie podrá decir que Eugene Cernan no sabe hacer buenos regalos.