Lo he dicho muchas veces y lo voy a repetir una vez más: ojala Catalunya se declare independiente para que nos echen de la U.E. y de la Eurozona.
No puedo entender que alguien quiera formar parte de una de las organizaciones supranacionales más ineficaces y mal gestionadas del mundo, que ha hundido a muchos europeos en un pozo de miseria por culpa de la obsesión de una ex-funcionaria de la Alemania Oriental por aplicar las necesarias medidas de austeridad a lo bestia, en un tiempo record y sin combinarlas con medidas de crecimiento, ha alargado la crisis por lo menos 2 ó 3 años más dejándonos a las puerta de un muy probable largo período de estancamiento, extendiendo la recesión a otras partes del mundo y provocando la caída del crecimiento en su propio país. Operación ejecutada además por una Catastroika que muestra repetidamente también su obsesión y la de la ex-funcionaria por hacer reformas y recortes muy duros para la ciudadanía en los países en que se ha aplicado la absurda política, sin preocuparse demasiado en cambio por exigir recortes y sobre todo profundas reformas de igual o mayor volumen en Administraciones Públicas burrocratizadas, ineficaces e inoperantes que impiden además el crecimiento y la competitividad en muchísima mayor medida que el gasto en sanidad o educación que se recorta, y por supuesto tampoco les preocupa y no exigen acabar con niveles de corrupción insoportables, cuya aniquilación solucionaría por sí sola buena parte del problema.
Después de lo ocurrido en Crimea se puede añadir a la catastrófica gestión económica el que, después de varios y sonoros fracasos, la U.E. no pinta nada en política internacional porque una vez más la gestionan de manera absurda y en asuntos que requieren decisiones rápidas llegan a las bodas cuando el matrimonio ya tiene familia numerosa. No hacía falta llegar al asunto Crimea, en Libia, Siria y en las negociaciones con Irán, entre otros, ya habían demostrado sobradamente que solo sirven para hacer burradas en sentido contrario al que dicta el sentido común.
Todo esto con el agravante que no creo que haya en el mundo líderes políticos más bien asesorados que los de la U.E. gracias a los excelentes equipos técnicos de que disponen en prácticamente cualquier tema o especialidad. Estoy convencido de que mientras la señora Catherine Ashton, desastrosa gran jefa de relaciones exteriores y seguridad de la Unión Estúpida viajaba con regularidad a la plaza Maidan de Kiev para dar ánimos, y quién sabe si algo más, a los pro-europeos que se manifestaban de la mano y bajo la organización de un partido fascista, estaba perfectamente asesorada por sus expertos en relaciones exteriores que debían estar obnubilados con lo que le veían hacer, y estoy seguro que si hubiese hecho lo que le sugerían ahora la U.E. no estaría haciendo el ridículo al no poder responder al bufido de Putin más que con irrelevantes sanciones económicas porque el norte de Europa depende del gas y el petróleo rusos.
Además ahora la U.E. repetirá con Ucrania el inmenso error, impulsado por la ex-funcionaria y que en mi opinión es lo que inicialmente motivó a los manifestantes ucranianos, que cometieron aceptando a Rumanía y Bulgaria como miembros cuando no cumplen absolutamente nada, ni desde el punto de vista social, ni político ni muchísimo menos económico, de los duros condicionantes que si han exigido a otros países, entre ellos España, lo que obligará a volcar inmensas cantidades de Euros para apoyar las reformas y el desarrollo durante mucho tiempo, con el agravante de que en Ucrania el gobierno provisional que se ha formado incluye a un partido radical fascista con un peso que no se sabrá hasta que hayan elecciones, pero que aparentemente es elevado. Los ciudadanos del sur de Europa que nos hemos apretado y todavía nos apretamos mucho el cinturón y nos han obligado a solucionar nuestros problemas de la forma más bestia y estúpida posible, debemos estar encantados de que ahora la U.E. vaya a invertir millonadas en Ucrania porque conviene a los intereses geopolíticos de la ex-funcionaria muy interesada en la Europa del Este, que encima no fue capaz de prever que el resultado final, aparte ponernos al borde de un grave conflicto, podía afectar al suministro de determinadas substancias que necesitan, entre otros usos, para no helarse en invierno.
Tanto en España como en bastantes países europeos la opinión pública se está dividiendo entre partidarios y detractores de la actual U.E., y los que permanecen fieles y convencidos de la idea original critican, en ocasiones muy duramente, a los euroescépticos o los que como yo estamos más que hartos de decisiones absurdas y desastrosa gestión en la U.E., y para llevar a cabo sus críticas han desarrollado un argumento curioso. Según ellos los euroescépticos somos personas no necesariamente cortitas, pero si poco informados que no tenemos ni la paciencia ni el nivel de comprensión suficientes para entender que los métodos de la U.E. pueden parecer peculiares, pero aunque sus errores mayúsculos y sus infinitos retrasos son lo habitual, al final las cosas siempre se arreglan y finalmente se solucionan. En mi caso concreto les agradecería que me explicasen donde se encuentra ese final donde se solucionan las cosas porque yo no lo veo por ninguna parte.
Lo que deberían hacer los europeístas es combatir a los escépticos dando soluciones, aunque fuese a muy largo plazo a esa peculiar forma de funcionar de la U.E., porque de alguna manera los problemas de la U.E. y los de España son parecidos: hemos de librarnos de una Oligarquía, una Administración y unos gestores obsoletos, caducos, amortizados e ineficaces y construir de nuevo el edificio.
Lo dicho, aunque sea ciencia ficción, independencia, fuera de la U.E. y del Euro, los fondos europeos no nos importan porque Catalunya no es receptor sino contribuyente neto, negociamos un acuerdo preferencial con la U.E. parecido al de Noruega, que por lo que sé no requiere unanimidad de todos los países miembros y España no nos lo podría bloquear, aparte que el resto de países estarían encantados de no poner en riesgo una cuarta parte de sus actuales exportaciones a España, y a vivir con las políticas económicas que a nosotros nos interesan. El único problema serio sería el de la deuda externa, agravado porque la nueva moneda que deberíamos crear sufriría una muy sustancial devaluación de entrada respecto al Euro, pero tampoco es muy grave a juzgar por lo poco que preocupa a otros países, algunos entre los más importantes, tener una deuda externa que muy probablemente no podrán pagar jamás, originada en buena parte, por cierto, por las medidas estúpidas de la Catastroika.