Los millones de seres de Siria, Afganistán o de otros territorios bajo Alá, que huyen de las guerras en medio oriente y vienen como refugiados o inmigrantes a Europa pasan mayoritariamente por Turquía.
Son sobre todo de hombres jóvenes, en edad militar, aunque los medios divulguen más las imágenes emotivas de mujeres y niños, que son minoría.
Sea a causa de los dictadores árabes o a los fanáticos de Al-Qaeda y del Estado y Califato Islámico, DAESH, esas masas de refugiados e inmigrantes, algunos terroristas, precisan ingentes medios para atenderlos.
Medios que estaban previstos para entregarle a los nativos más necesitados de los países de acogida, lo que facilita la vuelta de la ultraderecha en casi todo el continente.
Mientras permanecen en Turquía, quienes huyen están sometidos al presidente Recep Tayyip Erdoğan, nuevo sultán que está transformando un país laico y kemalista en religioso y autoritario.
Este “islamista moderado” había sido condenado en 1998 a ocho meses de cárcel siendo alcalde de Estambul por recitar en un mitin el poema que dice “Los minaretes serán nuestras bayonetas, las cúpulas nuestros cascos, las mezquitas nuestros cuarteles y los creyentes nuestros soldados”. Como durante el imperio otomano.
Para que contenga a esas masas de refugiados e inmigrantes Europa le pagará 6.000 millones de euros y le facilitará la adhesión a la UE, organización de democracias muy alejadas de su nuevo sultanato por su origen judeocristiano y liberal.
A España le afecta muy especialmente este acuerdo: si a Turquía se le paga dinero tan generosamente y con la entrada en la UE, deberemos saber qué exigirá Marruecos ahora, y otros países del Magreb luego, para evitar a que pasen hacia aquí las mareas de millones de musulmanes africanos que quieren llegar, además, llamadas por Podemos.
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SALAS