El caso de Italia no me sorprendeparticularmente; aunque forme parte del G-8 y sea un país depotencial económico indudable, también es público y notorio quelas finanzas italianas nunca han gozado de un aspecto verdaderamentesano, lastradas por diversas circunstancias (un volumen de deudapública espantoso y un lastre de la infiltración mafiosa en todoslos ámbitos de la economía, entre otras), lo cual, unido a sucondición de “país del sur”, ha hecho que su candidatura a estedudoso “honor” siempre haya estado sobrevolando los mentideroseconómicos.
Pero el de Bélgica sí que me resultaalgo más chocante. Y, además, creo que puede constituir unverdadero punto de inflexión en una cuestión crucial relacionadacon el desarrollo de esta crisis, que es el de la postura de los dos“dueños del cortijo” —Francia y Alemania— a la hora deabordar su tratamiento. Bélgica no es un país de gran volumen, másbien al contrario, se trata de un país de dimensiones reducidas, y,por tanto, de peso económico proporcionalmente limitado; por lodemás, su proverbial inestabilidad política (lleva sin gobierno másde un año), que, paradójicamente, no da lugar a mayorconflictividad en otros ámbitos, se ha convertido en un casocurioso, digno de análisis y estudio.
Pero, sobre todo, Bélgica no es un“país del sur”; cuando los alemanes y los franceses piensan enellos, su representación mental no es la de un hatajo de zanganosvelludos, morenos y zarrapastrosos que se dedican todo el día aholgar y disfrutar del dolce far niente del que pueden gozar gracias,sobre todo, a esos fondos europeos que ellos, franceses y alemanes,se dedican a engordar con su esfuerzo y su talento. Bélgica es “unode los suyos”, un pueblo de gente seria y trabajadora; sí, deacuerdo, con sus rencillas y controversias, pero, básicamente, unpaís serio. Y eso, amigos lectores, ya es otra historia. Seguro queMerkel y Sarkozy abordan la cuestión de otra manera. ¿O no?Estaremos atentos…
* A salto de mata LIII.-