Su padre le decía: cierra los ojos, cuando menos lo pienses habremos llegado. Su hijo de diez años creía que eso pasaría.Estaban cruzando el Mediterráneo, ese que canta Serrat.
Pero lo que no sabía este niño es que aunque llegó a una playa llena de gente tomando el sol, disfrutando de unas vacaciones, eso -para ese niño y muchos más- no era el final del viaje, ni mucho menos.
Solo habían comenzado un periplo casi peor que cruzar ese mar.
Las mafias que los habían llevado nunca garantizaron que llegarían a un país determinado.
Por supuesto huyeron del horror de las bombas que habían destruido su casa, su trabajo, su vida.
Pero empezaron algo que no habían previsto que les pasase.
Las fronteras se cerraban, el hambre campaba a sus anchas por los deprimentes campamento que iban sorteando. Un caos difícil de prevenir.
Los diferentes países europeos olvidaban que habían dado su palabra para acogerles.
Miles y miles de refugiados de las malditas guerras, se encontraban con otro horror distinto del que huyeron.
Estaban constatando la no respuesta de Europa.
¿Qué es lo que está pasando?
La mirada de esos niños otrora limpia, se tornó en mirada desconfiada como diciendo 'yo no tengo la culpa de nada'
¿Europa existe?
Europa no existe.