A los nubarrones que amenazan el futuro de una Europa que ha sido secuestrada por sus políticos y de la que han sido expulsados los ciudadanos, las metas comunes y las ilusiones, hay que agregar ahora los efectos negativos del Brexit, que pueden acelerar la decadencia y el empobrecimiento.
Europa necesita revitalizarse y relanzarse, pero no puede hacerlo desde sus posiciones actuales y con sus actuales dirigentes. Tiene que regenerar su política y rediseñarse, lo que incluye la necesidad de incorporar cinco factores vitales: protagonismo de los ciudadanos, que deben recuperar la ilusión colectiva y las metas comunes; unos políticos que sean realmente democráticos y que estén controlados por los ciudadanos y por leyes realmente democráticas; una economía común presidida e inspirada por un verdadero proyecto de unidad; mayor agresividad e internacionalización de su economía y de sus empresas, empujadas por el renovado espíritu de una Europa de derechos, libertades y ciudadanos, que quiere resurgir; y una fuerte alianza con Rusia, sin la cual es imposible que Europa tenga un futuro importante en el mundo.
Europa necesita esos rasgos para relanzarse y ocupar un puesto destacado en el mundo, del que está siendo desplazada con enorme fuerza. La incorporación de Rusia a Europa es vital para conseguir esa reconquista del protagonismo mundial porque Europa necesita la pujanza y las materias primas energéticas rusas, mientras que Rusia necesita de la tecnología europea y de su mercado para desarrollar su economía y modernizar sus infraestructuras.
La Unión Europea ha sido invadida en los últimos años por grandes empresas multinacionales, sobre todo norteamericanas, que han contado con el apoyo estratégico de Washington para lograr ese asalto a Europa. Como consecuencia de esa "compra" encubierta, Europa se ha debilitado enormemente. Un claro ejemplo es la desaparición de la multinacional francesa Alstom Power, líder de la tecnología energética europea, engullida por el gigante norteamericano GE. Europa está perdiendo el control de gran parte de su tecnología y de su industria energética y los centros de decisión que diseñan las estrategias energéticas y las políticas se están desplazando fuera del continente.
Ante esas amenazas y ese declive visible, los políticos europeos exhiben una ceguera patética que les impide ver como el proyecto europeo hace aguas. Las políticas europeas son cada día mas afines a las clases poderosas y a sus aliados políticos y menos cercanas a los ciudadanos y a sus sentimientos y deseos. Algunas políticas, como la de inmigración, han constituido un auténtico desastre odiado por los ciudadanos y tan impopulares que están disparando el divorcio entre ciudadanos y políticos y el auge de partidos extremistas, ya sean radicales de izquierda o de derecha, sin olvidar a populismos cargados de mentira y engaño.
La política es el gran lastre de Europa. Necesitada de regeneración ética y conexión con los ciudadanos, los políticos europeos parecen incapaces de salir de su enorme burbuja de endogamia, privilegios y alienación, como también lo son de ilusionar, liderar y luchar contra la corrupción y la antidemocracia, dos males que avanzan en todo el continente, sobre todo en los palacios y ministerios del poder.
Francisco Rubiales