Con estos mimbres, Boris Johnson, flamante Primer Ministro del Reino Unido, sabe que la pinza con USA puede beneficiar bastante a su país para no convertirlo en un Estado vasallo de la UE en cuanto al comercio de bienes, a pesar de estar ya fuera del bloque comunitario. Irá a un Brexit duro, con el apoyo explícito de Trump, una política que presumiblemente ya se ha acordado entre ambos con anterioridad (fue el motivo principal de la última visita de Trump a Londres el pasado mes de junio) e intentará por todos los medios que el Reino Unido se vaya sin dar un euro a cambio.
La historia demuestra que los británicos sólo saben negociar cuando obtienen ventajas y que antes de firmar un acuerdo justo o perjudicial, prefieren la ruptura, una constante que se repetirá, con toda probabilidad, en octubre, cuando los ingleses rompan con la Unión Europeo por las bravas y de manera traumática.
Si, como parece probable, Donald Trump consigue un nuevo periodo presidencial en Estados Unidos, fortalecerá su alianza con los británicos en los planos comercial, militar y estratégico y utilizara a Gran Bretaña como ariete contra Europa, a la que, por vez primera en la Historia, un presidente norteamericano contempla más como adversario que como aliada.
Pero si Europa consigue incorporar a Rusia, el mapa del mundo tendrá nuevos protagonistas y diferentes equilibrios: Europa será fuerte de nuevo y, unida a Rusia y apoyada por China, revitalizará su comercio, relanzará su economía y recuperará en el concierto mundial el peso y la influencia que ahora está perdiendo como bloque de poder y como potencia económica.
Francisco Rubiales