Obedecen ciegamente las órdenes de la Casa Blanca para condenar a Cuba y participar en el criminal bloqueo a que han sometido a la isla por más de cincuenta años; consintieron que Estados Unidos y la OTAN, la mayor organización terrorista internacional, bombardease impunemente el propio territorio europeo, la ex Yugoslavia, sin contar siquiera con el paraguas legal de una decisión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas autorizando esa operación; autorizaron y fueron también cómplices de los vuelos “secretos” de la CIA, en los que trasladaban “detenidos fantasma” (o desaparecidos) de numerosas nacionalidades hacia las cárceles clandestinas donde se podía torturar y asesinar con total impunidad a esto supuestos sospechosos de terrorismo; gobernantes, por último, cómplices de los innumerables crímenes de guerra perpetrados por Washington en locaciones tan diversas como la ex Yugoslavia, Irak, Irán, Afganistán, Libia y Siria, entre los más recientes.
Gobiernos genuflexos, sin dignidad alguna, que aceptan resignadamente que su amo y señor los espíe y que monitoree las comunicaciones de sus órganos regionales como la Comisión Europea mientras persiguen a Julian Assange y Edward Snowden por el “delito” de haber hecho públicas las masivas violaciones de Estados Unidos a los derechos individuales. En una palabra: la Casa Blanca actúa con esos gobiernos europeos como un siniestro e inescrupuloso patrón lo hace con sus indefensos subordinados. Y los gobiernos de Francia, España, Portugal e Italia, a su vez, actúan como la puta de Babilonia, que según narra la Biblia en el Apocalipsis (2. 17) “con ella fornicaron los reyes de la tierra –léase los “capos” de Washington- y los habitantes de la tierra se embriagaron con el vino de su prostitución.” Por enésima vez esos gobiernos volvieron a prostituirse violando las normas internacionales consuetudinarias que otorgan inmunidad a los jefes de Estado y de Gobierno y a las aeronaves (o cualquier otro vehículo) que los transporte. La Convención de Naciones Unidas sobre Inmunidades de los Estados y sus bienes de 2004 recoge estas normas y las amplía, pero desgraciadamente aún no está en vigencia.
Sería por ello importante que la Argentina y demás Estados de Unasur la ratifiquen cuanto antes e impulsen su entrada en vigencia, dado que protege las inmunidades soberanas, cada vez más amenazadas por la desenfrenada contraofensiva lanzada por el imperialismo para regresar América Latina y el Caribe a la situación existente antes de la Revolución Cubana. Aunque, ya se sabe, si hay algo que el imperialismo jamás respeta, como lo prueba la historia y lo teoriza Noam Chomsky, es la legalidad internacional, sea esta codificada o no. Los presidentes de Argentina, Cuba, Ecuador, Venezuela, el Secretario General de la Unasur, Alí Rodríguez y, ¡stupor mundi !, el mismísimo Secretario General de la OEA José Miguel Insulza manifestaron su repudio ante la actitud de los gobiernos europeos. El presidente Correa sintetizó la opinión prevaleciente en toda la región cuando tuiteó que “¡Todos somos Bolivia!” Sorprende, en cambio, el mutismo de otros países de la región, empezando por Brasil, siguiendo por Uruguay y, luego, comprensiblemente, por los gobiernos que son los “proxis” regionales del imperio en Sudamérica como Colombia, Perú y Chile.
En el caso del Perú, país que ejerce la Presidencia pro-témpore de la Unasur, sorprende aún más la pasividad de su gobierno que ante la gravedad de los hechos acaecidos en Europa debió haber convocado una reunión de urgencia para adoptar una política común en defensa del presidente boliviano. La lección que se desprende de este escandaloso incidente es que no tiene sentido alguno avanzar en un tratado de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea, habida cuenta de la complicidad de los gobiernos del Viejo Continente para quebrar las normas más elementales del derecho internacional. ¿O es que vamos a creer que si violan sin chistar reglas fundamentales ante la menor señal de Washington van a respetar las otras, mucho menos importantes, que regulan el comercio internacional? Habría que ser muy ingenuos para creer en algo así.
La verdad: ni en Estados Unidos ni en la Unión Europea existe la “seguridad jurídica” que con tanta vehemencia reclaman de nuestros países. Por lo tanto, reforcemos la unidad de los países de Nuestra América porque si no nos unimos, si no nos defendemos entre nosotros la Roma americana y sus compinches europeos harán cada vez más estragos en esta parte del mundo.
Rebelión