La Ley de Eutanasia en Bélgica entró en vigor en el año 2002, y permite a los adultos someterse a una inyección letal para poner fin a su vida en casos de enfermedades terminales, dolorosas o Alzheimer. En el año 2012 el país registró el record de casos de eutanasia. Desde que la ley entró en vigor, 1.432 personas recibieron la inyección.
El socialista Philippe Mahoux –uno de los padres de la ley que legalizó la eutanasia-, arguye que con la propuesta de ley “los médicos podrían poner fin a la vida de un niño, si se encuentra en una situación médica sin salida, en estado de sufrimiento físico psíquico constante e insoportable, y que presente una solicitud de eutanasia”. La propuesta de ley no fija límites de edad y solo hace referencia a la “capacidad de discernimiento” del niño, con “la garantía de que lo que expresa es algo que comprenda”.
Otra condición de la propuesta es la autorización de la inyección por parte de ambos padres, a quienes se les garantiza un acompañamiento psicológico por diversos años después de autorizar la muerte de su propio hijo. La propuesta otorga a los doctores que deben inyectar la eutanasia 7 días para acogerse a su derecho de objeción de conciencia.
Para justificar este atentado contra la ley natural, los defensores de la eutanasia argumentan la “extraordinaria madurez”, que desarrolla el niño enfermo. Muchos otros, con más sensibilidad social y respeto por la vida, argumentarían la extraordinaria zafiedad que desarrollan los adalides de la muerte.