En numerosos trabajos arqueológicos sobre La Alcudia de Elche, el profesor Ramos Fernández, a quien seguimos en esta entrada, identificó cuatro períodos en la producción cerámica ibérica pintada, sustentados en casi medio centenar de campañas de excavación desarrolladas en gran parte por su padre, D. Alejandro Ramos Folqués en el yacimiento.
Concluye el autor que La Alcudia es el yacimiento que mejor permite observar los orígenes y el desarrollo total de la cerámica ibérica pintada, ratificando la interpretación estratigráfica lograda por Ramos Folqués. “ En La Alcudia se aprecia cómo surge el mundo ibérico a partir de la población indígena del Bronce Final que asimila y crea; cómo se configura y personaliza en una primera fase que denomina Ibérico I o Ibérico Antiguo, con arquitectura, escultura y cerámica de decoración básicamente geométrica; cómo se extingue la producción escultórica y hace su aparición la nueva decoración cerámica de tipo simbólico y representativo en el período que llama Ibérico II o período iberopúnico; cómo a mediados del siglo I a. J. C. bajo la dominación política y militar romana, permanecen en sus líneas generales las bases de la cultura ibérica, que llama Ibérico III o período iberorromano, caracterizada por la decoración cerámica de temas vegetales esquemáticos, reticulados y bandas de SSS preferentemente”; y cómo se sucede una última fase, en una Illice romanizada, en la que se mantiene un tipo de cerámica que llama romana de tradición ibérica, al pervivir los viejos alfares iberos con independencia de quién ostentara el poder político.
Estos estudios contribuyeron decisivamente a identificar cronológicamente el térmico “cerámica ibérica”, asignándole diez siglos de producción diferenciable en cuatro etapas, y aportando un doble valor: dado que la asociación formal y estilística de la cerámica estaba sustentada en excavaciones rigurosas que permitíeron secuenciarlas en el tiempo, además de contextualizarlas con cerámicas de otras procedencias presentes en los niveles del yacimiento, una vez establecida la secuencia cronológica de evolución formal de la producción indígena ibérica, ésta se convierte a su vez en patrón cronológico para, por asociación o de forma complementaria, aplicar sus dataciones a la secuencia ibérica en general.
El contraste con las investigaciones de otros yacimientos lleva al profesor Ramos Fernández a hacer extensiva la clasificación de la producción cerámica ibérica de La Alcudia al resto del territorio peninsular donde se desarrolló la cultura ibérica.
Los períodos los ha denominado el citado autor: Ibérico Antiguo, Ibérico II o iberopúnico, Ibérico III o iberorromano, y cerámica romana de tradición ibérica.
El autor proporciona, siempre sobre los datos aportados por La Alcudia, un hito cronológico que determinará los saltos evolutivos entre dichos períodos, la descripción de formas y motivos decorativos característicos de la producción indígena, y la asociación de elementos de cultura material definitorios del momento cultural, en particular la asociación a hallazgos de cerámicas importadas.
Resaltar que el autor no atribuye a cada período una homogeneidad que resultaría inexacta, reconociendo junto al factor cronológico distintas tendencias vinculadas a la existencia de distintos talleres o la habilidad o estilo de decoradores concretos en cada momento. Estos aspectos más concretos sólo podían percibirse desde un profundo conocimiento de las producciones cerámicas de la Alcudia, y su análisis detallado es un campo hoy por investigar.
Seguimos en su literalidad, la periodización evolutiva de estas cerámicas ilicitanas, tal como lo expresó el profesor Ramos en “Precisiones para la clasificación de la cerámica ibérica”, publicado en Lucentum:
“En La Alcudia, se manifiesta a principios del siglo V a. J. C. la cultura ibérica con la configuración de una auténtica ciudad que responde al estrato Ibérico Antiguo, que ofrece, asociadas a la producción de escultura y arquitectura monumental ibéricas, unos materiales cerámicos caracterizados por su decoración pintada de bandas, líneas, círculos, semicírculos y segmentos de círculo concéntricos, decoración esencialmente geométrica en la cual también están presentes, aunque en pequeña proporción, ciertos temas vegetales simples de tradición mediterránea así como representaciones de zoomorfos realizados a tinta plana pero con la peculiaridad, por lo general, de que estas representaciones se encuentran inscritas en temas geométricos Estas cerámicas ibéricas se encuentran acompañadas de escasas producciones áticas de figuras rojas y de vasijas de cerámica común . Los temas decorativos exclusivamente geométricos repiten insistentemente los mismos motivos que siempre suelen estar concebidos y resueltos de la misma forma....
En el último tercio del siglo III a. J. C. la ciudad ibérica existente en La Alcudia fue totalmente demolida,...
A partir de tales momentos se reconstruye la ciudad, se configura en consecuencia otro estrato, y se inicia el segundo período ibérico, que hemos denominado Ibérico II , que comprende desde los últimos años del siglo III hasta mediados del I a. J. C, si bien en otros yacimientos este segundo período termina con las guerras sertorianas. Esta etapa está caracterizada por la ausencia de producción escultórica y por la nueva temática de la decoración cerámica,. A este Ibérico II corresponden los vasos decorados con rostros o figuras humanas y las hermosas decoraciones de aves, carnívoros, caballos..., vasos cuya decoración es a veces un simbolismo religioso, con posibles representaciones de animales sagrados púnicos en personalísimas interpretaciones íberas.
Tales influencias cartaginesas son además aceptables en función del estudio del conjunto material: el hallazgo en este estrato de monedas, de numerosas cuentas de collar de pasta vitrea y de otros objetos de hueso y marfil revela una clara procedencia púnica. Sin embargo es indudable que esta temática decorativa de la cerámica no se debió a un predominio cultural y territorial púnico, aunque es evidente que fuertes lazos de influencias de Cartago, realizados a través de relaciones comerciales con Ibiza, matizan esta época. Así, en esta cerámica es notoria la influencia expresada por las realizaciones de figuras aladas, ojos, serpientes y gavilanes; y corrobora esta influencia el hallazgo de ánforas con marcas púnicas y con leyendas en tinta roja. Por ello es evidente que durante el siglo II a. J. C. y hasta mediados del I a. J. C. Iberia se encontraba viviendo su tradicional cultura indígena pero influenciada por ideologías púnicas.
La cerámica es la que caracteriza, como auténtica definidora de todo proceso cultural, a esta etapa. Su personalidad, su barroquismo, su independencia, su desprecio por los cánones clásicos y su singular identificación evidenciada por sus representaciones simbólicas, humanas, animales y vegetales, en las que se manifiesta el llamado horror al vacío rellenando cuantos espacios libres ofrece la zona decorada, constituye el más claro índice que puede precisarse para fijar un paso más en la secuencia cultural ibérica.
Este tipo de cerámica es muy abundante y repite con frecuencia temas simbólicos, especialmente de aves, carnívoros y representaciones antropomorfas de libre interpretación íbera, además de las figuras humanas en escenas de variado tipo. En consecuencia su nota dominante la dan sus ricas decoraciones pintadas. La ejecución de su temática figurada es a mano libre mientras que la de sus motivos geométricos es fija y con el tradicional compás o peine, con manifestaciones muy variadas, ya en semicírculos, segmentos y más rara vez círculos completos, y unos y otros, casi siempre en grupos concéntricos que, agrupados en bandas, constituyen armazones de delimitación de zonas siendo en sí elementos secundarios de decoración y no los temas generalmente únicos y principales que caracterizaban la etapa anterior, la fase Ibérica I o Ibérica Antigua. En esta segunda etapa los tipos vegetales son muy ricos, cifrándose no sólo en pintar la vegetación real sino que además entrelazan unos motivos ornamentales con otros y rellenan los espacios que quedan libres con dibujos ideales situados entre las típicas palmas y granadas, flores, hojas y tallos, así como con las simbólicas rosetas y con representaciones de la vida. La más notable manifestación artística en la cerámica se muestra, consiguientemente, en el dibujo figurado que se desarrolla en temas que decoran la zona principal de las vasijas. Las aves son uno de los motivos simbólicos que con más frecuencia se presentan, siendo su tipo uno pero muchas sus variedades, diferenciándose unas de otras esencialmente por la forma de los picos, ya recios y curvos, ya rectos y finos o ligeramente curvos, casi siempre de perfil y generalmente con las alas explayadas.
Conejos y liebres.
Otro animal representado frecuentemente es la liebre que se muestra generalmente corriendo, aunque también aparece en reposo y en ocasiones amamantando a la cría. También se encuentra plasmado el carnero así como los reptiles. Muy típico es el llamado «carnicero», animal fantástico con patas de ave, grupa de caballo y cabeza de feroz expresión casi siempre con la boca abierta mostrando sus grandes dientes. El caballo se representa a veces con gran realismo y la fauna marina tiene su expresión en estrellas de mar, pulpos y peces de variado tipo.
Por último la figura humana, relativamente frecuente en la ornamentación cerámica de este período, tiene múltiples manifestaciones, aunque en ellas debemos distinguir por una parte la figura humana de las posibles escenas narrativas y por otra, las representaciones antropomorfas de tipo simbólico. En La Alcudia, en este estrato, junto con la cerámica ibérica decorada aparece, además de la indígena sin decorar, cerámica de Gnathia, calena, campaniense A y B y cerámica de Megara.
A principios de la segunda mitad del siglo I a. J. C. se produce una nueva remodelación en la ciudad ibérica existente en La Alcudia tras su conversión en colonia romana, la Iulia Illici Augusta... no modificó sustancialmente las tradiciones indígenas que una vez más se manifiestan, esencialmente en su producción cerámica que responde consiguientemente a un nuevo período en el proceso cultural ibérico. La cerámica indígena, es decir ibérica, de este período, comprendido entre mediados del siglo I a. J. C. y mediados del siglo I de J. C, ofrece características peculiares, supone una nueva fase que designamos como Ibérico III o período iberorromano puesto que tanto en formas como en temas decorativos es algo realmente distinto a las producciones de las dos fases anteriores, y precisamente la presencia de ciertas pervivencias decorativas manifiesta su sentido de transición y evolución. Estas cerámicas pintadas iberorromanas ofrecen una temática diferente así como diferentes ejecuciones y soluciones en las realizaciones de sus motivos: las bandas de SSS que anteriormente se empleaban como motivo secundario de decoración pasan ahora a ser el tema principal y único que decora algunos vasos; surge un nuevo motivo de tallos y hojas muy esquemáticos; aparecen nuevos tipos de hojas pintadas a tinta plana; se realiza una modalidad técnica consistente en realzar el dibujo por medio de líneas esgrafiadas que lo siluetean; predominan los finos reticulados como tema principal de decoración; van desapareciendo progresivamente las bandas de semicírculos concéntricos y prácticamente ya no se dibujan círculos y segmentos de círculos concéntricos.
Réplicas de cerámicas ibéricas del Marq.
Estas características decorativas de la cerámica de este período Ibérico III, iberorromano o tercer período de la producción cerámica ibérica, manifiestan la personalidad y la sencilla identidad de la etapa, y son, como en los períodos anteriores, extensivas a toda el área ibérica, con lo que afirmamos que las cerámicas de este tipo halladas en cualquier yacimiento ibérico deben datarse entre mediados del siglo I a. J.C. y mediados del I de J.C., es decir que deben situarse cronológicamente en la fase representada por este estrato de La Alcudia.
Estas cerámicas iberorromanas se encuentran asociadas a campanienses B y C, que en ocasiones se ofrecen con estampillas de letras latinas, y a cerámicas rojas con palmetas impresas, por lo que éste es el momento de la evolución de la cerámica campaniense a la sigillata ya que se emplean indistintamente las marcas de una y otra en cerámicas de barniz negro o rojo; asimismo comienza a aparecer en la sigillata aretina, con marcas rectangulares distribuidas sobre el fondo de los platos y posteriormente con una sola marca central, y finalmente la sudgálica.
A mediados del siglo I de J. C. se produjo una destrucción en la ciudad de Illici que supuso su reconstrucción y, consecuentemente, la formación de un nuevo estrato en La Alcudia. La ciudad ahora edificada se configura con aspecto plenamente romano y los hallazgos efectuados manifiestan la realidad del desarrollo de un arte provincial. Pero no por ello desaparecen los alfareros y decoradores íberos cuya personalidad continúa reflejándose en sus productos cerámicos. Esta ciudad romana aporta en sus conjuntos cerámicos, además de las manufacturas indígenas, cerámicas comunes, sigillata sudgálica, hispánica y clara, cerámica de Acó y cerámicas vidriadas con barniz verde .
En el año 256 de J. C. Illici fue arrasada por la incursión de los francos, tras la cual se restaura la ciudad, con característicos índices decadentes, que ofrece como elemento material distintivo la presencia hasta el año 410 de J. C., de cerámica estampada gris y roja. Pero durante toda la época romana, además de las variedades cerámicas indicadas, prosigue la tradición de la cerámica pintada ibérica , aunque en vasos romanos, especialmente olpes, cuya decoración suele ser sencilla, con roleos, volutas y elementos vegetales, persistiendo también las decoraciones de peces que, aunque bien ejecutados, tienen un estilo diferente a los de épocas anteriores. A esta modalidad cerámica debemos designarla como cerámica romana de tradición ibérica, que se mantuvo hasta principios del siglo V de nuestra Era. “