Evolucionar como lector es algo tan natural como crecer: vivimos nuevas experiencias, se modifica nuestra forma de ver la vida y renegamos de opiniones que tuvimos antaño. Cuando eres un lector que no quiere leer siempre lo mismo y en un determinado momento de tu vida quieres centrarte en otro tipo de lecturas, estás evolucionando. Yo me encuentro en este proceso: cada vez me interesan menos ciertos libros que devoré con ahínco hace años; en cambio, busco con fervor clásicos y novelas de autores contemporáneos que sobresalen. Me preocupo más por la forma, por la buena escritura que narra buenas historias; el entretenimiento llano no me satisface como antes. Del mismo modo, también ha evolucionado mi forma de entender la literatura y las reseñas de libros; he aprendido mucho y disfruto más que nunca con esta actividad.
Esto no tiene nada malo (de hecho, estoy segura de que los lectores más elitistas considerarán que mi evolución es positiva), no obstante, cuando llevas años compartiendo tus impresiones en la red, cambiar de hábitos tiene sus inconvenientes en forma de reseñas de hace tiempo que ahora mismo no me atrevo a suscribir, tanto por haber sido demasiado fácil de impresionar como por haberme mostrado dura con una novela que leí antes de tiempo y no supe apreciar. No reniego de mis opiniones, pero las contextualizo, las comprendo teniendo en cuenta quién era entonces como lectora. El problema es que quien llega a este blog por primera vez desconoce mi progresión y puede identificarme con unas ideas que ya no tengo. No lo digo únicamente en el sentido de ser víctima de faltas respeto: también me incomoda que algunas personas me sigan porque están de acuerdo con una reseña entusiasta sobre el libro de un autor que ha dejado de interesarme.
¿Qué puedo hacer? Eliminar reseñas antiguas sería dejar el blog medio desnudo, porque si me deshago de todo lo que ahora no me satisface también tendré que borrar contenidos en los que lo que no me convence es la expresión escrita, no los conceptos que se exponen (de todas formas, las peores sí que las he suprimido). Reescribir todos esos artículos sería un trabajo titánico: tan solo hay que fijarse en que durante mi primer año publiqué más de doscientas entradas. En realidad, no creo que tenga que hacer nada salvo seguir mi camino, teniendo presente el pasado, pero sin considerarlo un lastre. Me importa lo que los lectores opinen de mi blog —si no, esto no tendría sentido—; sin embargo, tendré que confiar en que valoren más el presente que el pasado, o que simplemente evolucionen en la misma dirección que yo.
Porque evolucionar, a veces, puede ser maravilloso