A pesar que el fundamentalismo y el radicalismo no nacieron con la sombría interpretación que hoy ostentan. Ambas modalidades para racionalizar conceptos políticos o religiosos, se cimentaban en la aplicación sin suposiciones y deducciones de la ley o del principio religioso textualmente. Esta argumentación que no permitía interpretar la norma, sino acatarla literalmente consintió la partida hacia un extremo mayor a ambos planteamientos. Debido a ello hoy en día se entiende que un radical es un intransigente que no acepta sino su canon y un fundamentalista no admite sino la observancia rigurosa de sus ideas o preceptos.
En consecuencia es posible encontrar prácticas incompatibles como las que asume la insurgencia colombiana; mientras negocia la paz en la Habana, realiza funestos atentados a la infraestructura petrolera, que destruyen el medio ambiente con carácter irreversible. U otros que llevan un sello de azote en contra de la población civil, como los ataques a la interconexión eléctrica. Terrorismo que genera entre la población nuevos adeptos hacia la oposición a las posibles consideraciones y exoneraciones o cualquier otra clase de alivios y perdones para los subversivos. Pareciese que olvida la guerrilla que son estos ciudadanos afectados por el radicalismo subversivo, quienes deberán en las urnas convalidar los pactos entre el gobierno y los alzados en armas.
La lógica fundamentalista guerrillera propende, a que somos nosotros la mayoría quienes debemos aceptar sus imposiciones a la luz de la violencia, que con sus acciones pueden aplicarnos, pero olvidan que casi la mitad del grupo que acude a sufragar les odia tanto que no están dispuestos a tranzar en lo absoluto con ellos. Y no resulta difícil comprender que esa comunidad crezca como respuesta a los atentados. De esta forma su ridícula postura radical será derrotada sin remedio en el momento que debamos ratificar los acuerdos en las urnas.
Bajo la misma figura de análisis procuro comprender al grupo Hamas, quien gobierna en la franja de Gaza. Esta facción rebelde radicalizó su enfrentamiento con Israel, al extremo de someter a sus gobernados a la inmolación o a exponerse a sufrimientos inhumanos, como única alternativa para conseguir un reconocimiento político entre los europeos y los americanos que le permita obtener el apoyo suficiente para entablar nuevas negociaciones con el estado israelí.
Lo paradójico es que para obtener su triunfo moral en lo político ha debido provocar la muerte de más de 1400 personas, entre las cuales el 25% son niños.
De igual manera no puedo sustraerme del hecho que el gobierno de Benjamín Netanyahu ha obrado con denotada barbarie y crueldad, bombardeando inclusive posiciones neutrales y protegidas por la legislación internacional, como son los refugios de la ONU que están para resguardar a los pobladores ajenos al conflicto. Cabe preguntarse ¿Si estos excesos de violencia basados en el radicalismo rendirán a Israel la tan anhelada seguridad? O son la siembra de infinitas retaliaciones por parte de las sufridas victimas de su innoble proceder.
La otra cuestión por resolver es ¿si para Hamas será útil el clamor que occidente ya lanza sobre la dirigencia israelí? E igualmente si esos casi ya dos millares de fallecidos, permitirán obtener la flexibilización del bloqueo al que están sometidos desde hace años por parte del estado hebreo. O simplemente todos estos muertos no serán más que estadísticas de la guerra en que se haya envuelto esta sección del medio oriente.
En el caso de Colombia mi cuestionamiento versa sobre cómo la tozudez de la camarilla que lidera la guerrilla, afectará ese proceso conduciéndolo hacia un fracaso estruendoso. Porque aunque el presidente Santos quiera seguir asumiendo el doloroso desprestigio como líder laxo, ante un gran porcentaje de la opinión pública, poco podrá conseguir él cuando llegue la época de refrendar estos pactos por la sociedad colombiana debido a las objeciones que esta ciudadanía le impondrá en las urnas a ese proceso, como consecuencia que cada nuevo atentado terrorista aumenta la desconfianza y alimenta el odio hacia las Farc.
Sin duda la singularidad que envuelve el radicalismo y el fundamentalismo, es el reflejo de las posturas irreflexivas y opuestas a cualquier negociación dialogada y las Farc, Hamas y Netanyahu son el más vivido ejemplo en la actualidad de ello.