Siendo Aronosfsky un director que dota a sus filmes de imágenes poderosas, personalmente me ha impresionado mucho más la espectacularidad lograda por el director de Gladiator (2000). “Exodus” deslumbra (el 3D, en este caso, ayuda), asombra, posee un gran poder de atracción y llena los sentidos, que muchas veces no logran abarcar tanta riqueza visual y sonora. El clasicismo de “Exodus” contrasta con el look más moderno de “Noé”. Pero –adelantémoslo ya– las dos películas conmueven poco, porque la emoción (la auténtica emoción, no el sentimentalismo) es la llave que abre el corazón del espectador y le compromete en la historia.
Como se puede adivinar fácilmente, el problema de “Exodus” está en el guión. Y eso que han intervenido hasta cuatro “plumas”: Adam Cooper, Bill Collage, Jeffrey Caine y Steven Zaillian; este último, brillante guionista de “La lista de Schindler”, “En busca de Bobby Fischer” o “Moneyball”. A pesar de que la historia está bien narrada técnicamente, carece de la profundidad necesaria y no quedan planteados los grandes temas de fondo, reduciendo buena parte de la acción al antagonismo entre Moisés y su “hermano de leche” Ramsés (un notable Joel Edgerton).
Si el apartado visual es grandioso, también lo es la música de un inspirado Alberto Iglesias, que con su carácter épico y emocional acompaña oportunamente al espectador durante las dos horas y media que dura el filme.
Quizá las nuevas generaciones no conozcan la versión de la vida de Moisés que realizó Cecil B. DeMille en 1956: “Los diez mandamientos”, protagonizada por Charlton Heston y Yul Brynner. La visión de “Exodus” –que recomiendo, a pesar de sus defectos– puede ser un buen reclamo para recuperarla. Y también una ocasión para (re)leer la verdadera historia de Moisés: su encuentro con Dios en la zarza ardiente, su aceptación de las Tablas de la Ley, su incansable búsqueda de la Tierra Prometida... Una gran epopeya en la que nunca le faltó el aliento divino...