De Madame Proust y la cocina kosher me atrajeron dos cosas: Proust y kosher. Lo conocido y lo desconocido. Y la expectativa. El reencuentro con algo que amo y el posible descubrimiento de algo que crees que te puede gustar. Lo que seguro que no me atrajo fue la cubierta de la edición española. Un horror que tras la lectura de la novela puedo afirmar que no refleja, no explica nada del libro.
Kate Taylor cuenta tres historias que se relacionan entre ellas. Hay una primera red de conexiones visible y que configura la trama argumental. La segunda es más sutil y parece querer compensar el desconocimiento verdadero que tenemos de las vidas de personajes reales, mediante la sublimación que permite el arte, construyendo vidas y personajes imaginarios con otros nombres.
Madame Proust y la cocina kosher nos permite leer los diarios ficticios de la madre de Marcel Proust, nos permite conocer la historia personal de la intérprete canadiense que los está estudiando buscando respuestas a su propia vida y huyendo del desamor, y sabemos también de la vida compleja y destruida de Sarah, descendiente de judíos que sucumbieron al Holocausto y madre de Max, el amor de la intérprete.
La novela es correcta. Ya me gustaría a mí algún día llegar a ser capaz de escribir una cosa así. Pero tampoco es espectacular.