Mis expectativas, son las que son, y en cierta manera soy yo el culpable de depositar las o colocarlas en un lugar u otro. Con ello no digo que este bien o mal.
Tenerlas es bueno, porque durante ese proceso, cada uno genera una ilusión determinada en la consecución de un objetivo:
“Esperar a que ocurra algo”
Durante esta fase de que ocurra el acontecimiento en sí mismo, la adrenalina producida nos activa partes de nuestro ser que nos genera inconscientemente unas motivaciones interiores que nos movilizan hacia cotas insospechadas en nuestro cerebro, y todo ello casi siempre sin movernos del sitio.
La esperanza, la ilusión o el sueño son palabras que podemos enlazar a nuestras “expectativas” a lo largo de nuestro Camino de Vida
Pero no debemos confundir un deseo, con una expectativa, el primero esta basado en nada en concreto, algo infundado, sin cuerpo todavía, algo que generamos normalmente destinado a nuestro confort interno.
La expectativa ya esta fundada en algo que ya hemos creado, sea de una manera u otra, en ella depositamos el deseo de la incertidumbre de aquello que, según se considera, es más probable que ocurra: se trata en definitiva de una suposición que, de acuerdo a las circunstancias, puede ser más o menos realista.
“El origen de toda desilusión es la expectativa exagerada”
Esta frase describe lo que nos puede pasar cuando nuestras expectativas, son desmesuradas y no se ajustan a una realidad adecuada.
Las personas nos pasamos una buena parte de nuestra vida, sintiéndonos ofendidos por lo que alguien nos hizo.
¡Nadie te ha ofendido, tú te sientes ofendido!
Las expectativas que nosotros esperábamos de los demás son las que nos hieren “expectativas” que creamos con nuestros pensamientos.
La imaginación, aliada impecable la mayoría de las veces, puede ser también la mejor fábrica de espejismos que podamos concebir y acompañada por la euforia es capaz de hacernos creer lo que necesitamos creer.
Tener expectativas razonables ya sea en el trabajo, al respecto de nuestra vida amorosa, con los amigos, con los hijos e, incluso, en la manera de disfrutar del tiempo libre, nos hará gozar más si la realidad nos devuelve algo superior y sobrellevar solo con la justa decepción un desarrollo peor a lo que hemos idealmente imaginado.
Resumiendo:
“Hay que tener aspiraciones elevadas, expectativas moderadas y necesidades pequeñas.”
(H. Stein)