Expedición de Domínguez y Escalante. El Oeste Norteamericano en el siglo XVIII.

Por Daniel Paniagua Díez

La expedición de Domínguez y Escalante tuvo lugar durante el verano y otoño del año 1776 atravesando buena parte del oeste norteamericano. Dos ideas básicas perseguía este grupo de exploradores españoles: encontrar al padre Garcés, que se había internado en el norte, solo, y encontrar una ruta para llegar hasta la Alta California, y a las misiones franciscanas que en la zona se estaban levantando por entonces.

A los frailes Domínguez y Vázquez Escalante se les une un grupo de nueve españoles entre los que destaca Miera Pacheco, que era cartógrafo y a su vuelta dejó un plano y descripción fiel de los territorios por los que pasaron.


Salen de la villa de El Paso a finales del mes de julio con rumbo norte, lo que les conduce a las tierras de los Anasazi, llamados por los españoles los Pueblo, pues pueblos abandonados es lo que se van encontrando y les van denominando de Santa Fé, Santa Clara y Santa Rosa de Abiquiú. De allí se dirigen hacia el noroeste para pasar por Dulce, Árboles y Durango; tienen que ir procurando evitar la presencia de los Comanches, especialmente a los de Cuerno Verde, que se mostraban muy agresivos con los europeos. Aunque los Dragones del Rey, comandados por el coronel Anza, no paraban de intentar darle caza este gran jefe comanche se escapaba siempre y volvía con más hombres y más ataques tanto a los apaches como a los mejicanos.

La espedición atraviesa el territorio de los Navajo sin mayores percances y se va hacia el de los Yuta. Esta ruta ya había sido explorada once años antes por don Juan Rivera y además llevan consigo tres guías timpanog ute. El terreno se va volviendo cada vez más montañoso rodeando la gran Mesa Verde. Tienen que buscar un vado del río Colorado y después del río Verde antes de poder llegar a la zona del gran Lago Salado.

Ya a mediados de septiembre consiguen llegar al territorio de los Timpanogos, tienen a la vista todo el territorio que hoy día conocemos como Estado de Utah. Habrán de recurrir a matar un bisonte para no morirse de hambre (ya se habían tenido que comer alguno de los caballos que llevaban consigo) A finales de mes se encuentran pernoctando en las orillas del lago Utah pero necesitan continuar viaje, ya está bien avanzado el otoño. Los indios les proveen de una buena cantidad de pescado seco para que no pasen tanto hambre. Sus ideas católicas no son bien recibidas, su compresión del mundo natural choca, y mucho, con el sobrenatural de los frailes.

Ahora su rumbo irá hacia el sur, hasta dar con la Laguna de Miera (hoy día Lago Sevier) y allí se topan con otro pueblo que les deja completamente sorprendidos y extrañados: los Barbados. Gente muy tratable, amables, sonrientes, ¡pero barbudos! La mayor parte de los bravos lucen largas barbas rubias o morenas, los expedicionarios se hartan a hablarles en español. ¿Cómo van a ser naturales de esta tierra con ese aspecto? Pero los Barbados no les entienden nada de nada. Finalmente los frailes deciden que tal vez sean supervivientes de la expedición de Vázquez Coronado, hombres del capitán Cárdenas, que encontraron el modo de cruzar el Gran Cañón del Colorado y por aquí se quedaron y procrearon. Quedan en regresar cuando les sea posible y cristianarlos.

Tienen que ir ahora constantemente hacia el sur, el frío es cada día mas notable. Ven la Sierra Nevada pues eso: completamente nevada, y no tienen la menor idea de por dónde cruzarla. La solución es ir al sur. Buscan un paso al norte del Gran Cañón para cruzar el Colorado. Encuentran el Vado de los Padres y después se internan en el territorio de los Hopi. Los Hopi o Moquinos sí que sabían de las andanzas del padre Garcés pero no pueden dar fe de dónde podrían encontrarlo; había pasado con la expedición del coronel Anza en dirección a la tierra de los Yuma y no sabían decirles más. Les guían hacia el este, hacia las tierras de los Apaches Zuñi que comercian con los españoles desde tiempo atrás.

A finales del mes de octubre consiguen llegar hasta El Paso vivitos pero poco coleantes. La expedición hizo mella en la salud de los españoles, fueron tres meses muy intensos. Pero el informe y plano que realizó don Bernardo Miera serviría años después para trazar lo que se conoció como la Ruta de Santa Fe a Utah. El Viejo Camino Español.

En 1820 los españoles desaparecen del mapa norteamericano, y ya serán los mejicanos y después los yanquis los que recorran estas rutas tan maravillosas y conoceran a los naturales del país. Todos sabemos lo que ocurrió a continuación.


Daniel Paniagua Díez