"-¿Sabe por qué no hay novelas negras en hebreo?
- ¿Qué?
- Que por qué no hay novelas negras. ¿Por qué en Israel nadie escribe libros como los de Agatha Christie o Los hombres que no amaban a las mujeres?
- No sé mucho de libros.
- Pues se lo explico. Es porque aquí no se cometen esa clase de delitos. No tenemos asesinos en serie ni secuestros, y apenas hay violadores de esos que atacan a las mujeres por la calle. Aquí, cuando se comete un delito, casi siempre es el vecino o el tío, o el abuelo, y no hace falta complicarse investigando para descubrir al culpable y aclarar el misterio. Nosotros simplemente no tenemos misterios"
Podría decirse que junto al llamativo diseño de la cubierta, este fragmento es la carta de presentación del libro que hoy os traigo. Y, como presentación, hay que reconocer que capta la atención del lector. Hoy traigo a mi estantería virtual, Expediente de desaparición.
Y si esa es la carta de presentación del libro, también lo es de su protagonista, el policía Abraham Abraham, ya que son las palabras con las que intenta tranquilizar torpemente a una madre que acude a comisaría a denunciar la desaparición de su hijo, Ofer. Así conocemos al protagonista, y también el caso que caerá en sus manos, ya que, tras enviar a casa a esta mujer para esperar a que regrese su hijo, la volverá a ver al día siguiente y no le quedará más remedio que poner en marcha una investigación para emprender la búsqueda del chaval. Una investigación en la que contará incluso con ayuda no solicitada de un profesor y a través de la cual iremos conociendo a los personajes, el entorno, el diario de Tel Aviv y, por supuesto, lo que ha sucedido con Ofer.
La novela, recién traducida del hebreo, es el debut literario de Dror Mishani. En ella nos presenta también a Abraham Abraham, y digo nos presenta porque parece que hay más novelas que le tendrán como protagonista después de Expediente de desaparición. Sin embargo, y siempre me parece importante recalcar este punto, este título además de ser el primero, es autoconclusivo.
Mishani nos presenta una novela en la que lo primero que nos llama la atención es su protagonista, un hombre gris, que casi nos parece tendente a deprimirse, que no resalta por nada en absoluto, ni siquiera por poner pasión en su trabajo. Es más, esa primera guardia en la que se pregunta si alguien le busca la gente en la puerta para que entren a hacer denuncias casi ridículas consiguió sacarme una sonrisa ante la imagen del aburrimiento y la desidia. Aunque tengo que decir en su favor que iremos viendo como se obsesiona con este caso, incluso hará acto de presencia un sentimiento de culpa por no haber prestado la atención merecida a la mujer en un primer momento. Así es esta novela negra, hasta cierto punto inusual, y marcada en muchos momentos por la normalidad, sin persecuciones trepidantes y sangrientas que recorran las calles de una gran ciudad cosmopolita. De hecho estamos en Holon, un barrio en la periferia de Tel-Aviv, cuyo día a día iremos conociendo poco a poco. Abraham formará parte de un equipo de investigación un tanto disperso, que incluye mujeres, y al que conoceremos desde que empieza con un rutinario puerta a puerta preguntando por Ofer. Y será en este puerta a puerta cuando conozcamos al profesor, un personaje, vecino del desaparecido, francamente interesante. Se trata casi de un contrapunto al inspector, ya que es un hombre que acaba de ser padre y que, lejos de querer asentarse en una rutina busca hacer su vida más interesante, viendo en la desaparición de su joven vecino, una buena oportunidad. Un hombre que, desde el primer momento, sabemos que nos va a dar mucho juego a lo largo de la historia y que prefiero dejar que terminéis de descubrir vosotros mismos.
Con estos ingredientes Mishani nos deja una muy buena novela negra que ha resultado ser toda una sorpresa. Ha destapado a un protagonista sólido, un autor más que solvente con una prosa que lleva al lector a querer continuar leyendo y una trama que esconde alguna sorpresa. Dicho esto, sólo me queda añadir que el final es un broche perfecto para un debut muy a tener en cuenta. Tal vez el protagonista de la historia se equivoque, y si que comencemos a ver novelas negras en hebreo... aunque con su sello personal.
De vez en cuando, me gusta acercarme a otros lugares, otros paisajes, otras culturas. La literatura es una buena manera de hacerlo y, novelas como esta que además se mantienen fieles a un género, nos permiten combinar dos placeres en una misma historia. Y vosotros, ¿también utilizáis los libros como agencia de viajes?
Gracias