Los actores, que dan vida a los personajes de esta secuela que mezcla algunos subgéneros, siguen siendo Patrick Wilson y Vera Farmiga que lo bordan. Esta mujer nos ha deleitado con un abanico amplísimo de registros.
El citado cineasta explicó a Fotogramas las razones que le llevaron a repetir con un proyecto que había funcionado con anterioridad: “Sólo me atrevo con una secuela cuando sale de forma natural. La prueba está entiendo en que no he dirigido ninguna continuación de la saga Saw. Pero Ed y Lorraine son dos personajes muy ricos y me apetecía volver a sus vidas, saber y contar más cosas sobre ellos. Soy un fan absoluto del cine de terror y, al contrario de lo que se piensa, en este género los personajes son tan importantes como el guión, la atmósfera y los sustos. Si amas a tus personajes, cualquier situación te funcionará porque no quieres que les pase nada malo.”
Estas palabras del director nos dan pie a constatar lo trabajados que están los personajes, puesto que, con pequeñas pinceladas, nos hacen caer en la cuenta que se trata de personas de una sólida formación, unos buenos principios y una gran coherencia cristiana. Ellos, antes de aventurarse a pensar que se trata de un fenómeno paranormal, se aseguran y descartan que no se trate de una enfermedad de tipo psiquiátrico. Estos dos profesionales son buscadores de la verdad con mayúsculas. No estamos, por tanto, ante los típicos personajes esquemáticos de la mayoría de las cintas de terror adolescente. Se deduce que el realizador se ha documentado acertadamente para dar a conocer el modo de pensar de la Iglesia Católica sin desvirtuar su mensaje. El valor de la familia queda patente tanto en la realidad de las víctimas como en la de los héroes como el lugar en el que se sanan las heridas; se comprende al otro y se liman las diferencias.
Cambiando de tema, este cineasta es un profundo conocedor del género. Te introduce en la historia mediante una presentación muy impactante que, a mitad de metraje, cuando está casi en su punto álgido, se le va un poco de las manos, pero que sabe reconducir, manejando los sustos en el momento adecuado, no dejando ningún cabo suelto para que no quede duda de la gran calidad de su guión.
Los espectadores, tras su visionado, se vieron sorprendidos, mientras comentaban los mejores momentos de la película, se quedaron boquiabiertos y se hizo el silencio en la sala al comprobar que se trataba de una historia basada en hechos reales y las personas, que en ella aparecen, vivieron esa experiencia aterradora a finales de los años 70 (publicado en Páginas Digital).