FOUNDER´S MUTATION (25 DE ENERO DE 2016)
El director, escritor y productor James Wong es uno de los alumnos aventajados de los Expedientes X originales. Guionista de unos 16 episodios, algunos muy importantes en la mitología principal de la serie, la carrera de Wong le llevó luego a crear la exitosa saga Destino Final (2000) junto a su colaborador habitual, Glen Morgan. Luego, Wong pasaría a trabajar en la excelente American Horror Story. En este segundo episodio del regreso de los X-Files, Wong toma las riendas, escribe y dirige, casi como un autor total.
Si en el primer capítulo Chris Carter recuperó la mitología clásica de la serie sobre la conspiración extraterrestre, aquí Wong vuelve a la estructura episódica en la que los agentes Mulder (David Duchovny) y Scully (Gillian Anderson) deben resolver un caso aislado. La pareja aparece en la escena del crimen, de traje como mandan los cánones del FBI, como si no hubiesen pasado 14 años desde la última vez que les vimos. Pero Wong comienza su historia con un toque de humor: Fox Mulder roba el móvil de la víctima, revisa su agenda, queda con un misterioso hombre... y se ve implicado por error en un escarceo homosexual. Estamos en 2016, como deja claro el propio Mulder haciendo referencias a Edward Snowden y al ObamaCare. Pero también vemos a Scully llevando a cabo una autopsia, como en los viejos tiempos, por lo que esta nueva andadura de los Expedientes X se presenta como una actualización de la fórmula que convirtió a la serie en objeto de culto. Sin embargo, estos episodios no están pensados para nuevos espectadores, sino que asumen lo ocurrido en los más de 200 capítulos anteriores. Así, los conflictos de pareja de Mulder y Scully, su historia pasada, el hijo que tuvieron y perdieron, se añaden a la trama de ciencia ficción. El trauma de Scully sobre la maternidad ha sido uno de los principales conflictos del personaje durante todos estos años y aquí se retoma de nuevo. Founder´s Mutation tiene el mal rollo de algunas de las historias más recordadas de la serie, con una generosa dosis de gore incómodo por su relación con niños, fetos y mujeres embarazadas. Además, retoma un tema clásico, el de los experimentos genéticos del Gobierno, que Wong relaciona con la evolución colando referencias a El planeta de los simios (Franklin Schaffner, 1968) y 2001: Una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968).