Por otro lado que lo pusiera tanto como demandara. "A demanda" la coletilla inseparable de "lactancia materna". No tendría que oírlo veces ni nada... El caso es que esa primera noche el bebé lloraba y lloraba y yo no tenía mucho más que ofrecerle. Fue angustioso, la verdad. A partir del día siguiente la situación fue mejorando. En el hospital la matrona me facilitó un botecito de aceite de oliva para hidratarme los pezones y me dijo que no me los lavara con jabón para no irritarlos, sino sólo con agua.Al tercer día me subió la leche y a partir de ahí fue todo rodado. Los problemas volvieron el tercer mes. De dormir 11 o 12 horas de tirón por la noche, pasó a reclamarme cada hora y media, dos horas o tres a lo sumo.
Según la enfermera de su pediatra era la fase conocida como crisis de los tres meses, en la que los bebés aumentan su demanda para a su vez aumentar la producción en base a sus nuevas necesidades. Durante ese tiempo estuve desquiciada. Ya no sabía si tenía suficiente leche, si realmente se trataba de esa crisis o si había algún otro problema de fondo porque la supuesta crisis duró mes y medio.
En ese tiempo, mi gran apoyo fue un grupo de unas veinte mamás repartidas por toda la geografía nacional, a las que conozco sólo vía internet y whatsapp, y con quienes he compartido toda mi aventura prácticamente desde que supe de mi positivo. Si no fuera por ellas es muy probable que hubiese acabado tirando la toalla. Son como el teléfono de la esperanza. Siempre hay alguien disponible y dispuesta a echar una mano. Además mi peque es de los más pequeños del grupo, por lo que casi todas han pasado antes que yo por cada etapa nueva. Después llegó la vuelta al trabajo. Y durante un tiempo considerable mi gran aliado fue el sacaleches eléctrico.Hoy mi bebé tiene algo más de nueve meses y sigue mamando y yo no veo el momento de dejar esos momentos que son sólo suyos y míos. Maier Escudero