Experiencia con Ubuntu 8.10
Para empezar, no utilicé ningún gestor de arranque para escoger sistema operativo, ya que me formateé todo el disco duro para poner Ubuntu desde 0. No obstante, tenía una partición aparte donde tenía mis imágenes, música, etc.
Para mi sorpresa, recuerdo que no podía acceder a esa partición, con lo que ya perdió bastantes enteros y hizo que volviera a Windows. Con tal mala suerte que, no sé como demonios lo hice que me cargué el gestor de arranque del sistema operativo (el denominado GRUB) y no podía arrancar el ordenador.
¿Resultado? Después de probar 50.000 programas para recuperar el gestor de arranque, poner el CD de Windows para reparar el sistema (con los comandos /FIXMBR, /FIXBOOT, etc… Al final tuve que formatear todo el disco duro, eliminando las particiones que tenía (ergo, perdiendo las fotos, música y demás datos importantes…) Desde entonces, cada cierto tiempo realizo una copia de seguridad de mis datos.
Pasaron los años, y con el tiempo despertó en mi interior un sentimiento de odio hacia Ubuntu; pero a pesar de este odio, tenía una espina clavada con Linux. Siempre quise saber la sensación que es el tener tu sistema operativo con un Linux y descubrir las cosas que esconde. El otro día, Ubuntu se cruzó de nuevo en mi vida, ya que escribí una entrada sobre la llegada de los smartphones con Ubuntu de cara finales de año. Fue entonces cuando vi que el cliente más “popular” era, para mi sorpresa, un tal Linux Mint.
Primeros pasos con Linux Mint
Armado de valor, fui a la página oficial a buscar la imagen de este sistema operativo. Me descargué la versión de 32 bits con el escritorio Cinnamon, gracias a las buenas críticas que había visto que tenía.
Guardé todos los datos del portátil en un disco duro externo, puse el DVD con la imagen grabada y empezó el proceso de formateo y posterior instalación. Todo el proceso no duró más de media hora. Como digo, en 30 minutos aprox ya estaba en el escritorio de Linux Mint.
La experiencia está siendo muy grata, ya que tiene todo de serie, totalmente gratuito y funcional: grabador de CD’s / DVD’s (Brasero), suite ofimática (LibreOffice), programa de retoque de imagen (Gimp) y programas para ver vídeos y escuchar música. Y lo mejor, sin tener que pelearme con la consola con comandos como sudo get-apt install ….
Pensaba que el cambio sería más traumático pero para nada, de momento me muevo como pez en el agua y no he tenido ningún problema con nada de lo que utilizo en mi día a día: he podido vincular mi cuenta de dropbox para ver mis archivos de la nube; puedo abrir mis excels, pdf’s, etc; he podido escuchar música, ver vídeos, etc…
Os dejo un vídeo para que veáis como es Linux Mint
Pinche aquí para ver el vídeo
Diferencia con Ubuntu
Pues bueno, la diferencia la encuentro abismal. Me llamaréis de todo: tiquismiquis, comodón, etc. Pero la verdad, eso de tener que poner un sistema operativo y tener que pelearme con la consola haciendo sudo, o pelearme con el Synaptic, etc… pues la verdad, no quiero perder el tiempo investigando el porqué no va: yo soy más funcional.
Lo dicho, de momento va genial. De momento tengo la impresión que Linux Mint es un cliente realmente apto y ideal para verdaderos novatos en este mundillo (como un servidor). De momento la intención es seguir probando cosas, aprender algunos comandos de consola, descargar programas para ir trasteando y finalmente, después del proceso de adaptación, a ver si puedo programar alguna cosa desde Linux (supongo que como estandarte tendrán el cliente Eclipse).
Y nada, cuando me expire la licencia, lo desinstalaré. Ah no calla…