Esta será la primera entrada de una serie de post que iré publicando.
Los valores son tan antiguos como la existencia del ser humano. En general, estos siempre nos han enseñado a crear lazos positivos con otros seres humanos. Nos han educado en el respeto, en la humildad, en la solidaridad, en la justicia… Pese a que estos se consideran inherentes al hombre, en ocasiones se ven perdidos cuando nos encontramos sumisos a algo o a alguien.
Lo mismo pasa con el pensamiento. Según la web concepto.de, “los pensamientos son productos que elabora la mente, voluntariamente a partir de una orden racional, o involuntariamente a través de un estímulo externo.” (Concepto.de, 2015). En ese estímulo externo entra en juego la obediencia y el conformismo que veremos posteriormente.
Además, el hombre actúa para la consecución de un fin. Se le atribuye a Maquiavelo, de forma errónea, la famosa frase de ‘El fin justifica los medios’. Quiere decir que, aunque el fin sea lícito, para llegar a él se pueden utilizar medios ilícitos. De una forma u otra todos los experimentos comparten esta tesitura. Utilizan la mentira y la manipulación para llegar a conseguir el objetivo final. No sólo quien realiza en el experimento cae en esta red, también quienes participan.
Estas tres características han sido estudiadas en varios experimentos sociológicos llevados a cabo a lo largo de la historia para demostrar que, ante una situación inesperada o de máxima exigencia, el ser humano tiende a sacar lo peor de sí mismo.
¿Cuáles son los factores que hacen que el ser humano se vuelva débil, sumiso, vulnerable, manipulable e indefenso y pierda las tres capacidades nombradas anteriormente? Principalmente la obediencia y el conformismo dirigidos de la mano por el miedo.