Expertos invitan a los políticos a visitar las UCIs antes de aprobar la Ley de Muerte Digna

Me parece una idea excelente. Los políticos, con demasiada frecuencia viven alejados de la realidad social que ellos mismos deberían representar, y así acertaba el directo de El Comercio cuando defendía la posibilidad de nuestra flamante alcaldesa de que siguiese operando en su tiempo libre, de modo testimonial y con el fin de no perder el hábito quirúrgico, al tiempo que se mantenía próxima a esa ciudadanía que le confió regir nuestra ciudad. Los medios actuales permiten sostener a un enfermo intubado y con la sedación suficiente para que no experimente sufrimiento alguno. Convengo con muchos en que no se debe ingresar en una unidad especializada de este tipo a un paciente con más de ochenta años y un infarto cerebral, toda vez que cualquier ser humano, como reza la entrada, tiene derecho a morir sin que se prolongue artificialmente la vida cuando no cabe posibilidad alguna de recuperación, pero indicar la sedación de un paciente en cuidados paliativos puede ser más complicada. Llegar a una muerte asistida en enfermedades como la esclerosis lateral amiotrófica, cuando el deterioro es importante, resulta idéntico a justificar el suicidio, ese sí, asistido, del Sr. Sampedro, tetrapléjico. ¿Tiene un paciente el derecho a morirse cuando le de la gana?. No tengo conocimientos de Derecho, pero supongo que el suicidio, o su intento, no se recogen como delito en el Código Penal y por lo tanto, resulta muy difícil distinguir la línea que separa la abstención terapéutica de la muerte digna o del suicidio asistido, porque podemos empezar justificando la no utilización de medios técnicamente avanzados en ancianos con procesos irrecuperables, y terminamos por ayudar a un depresivo que pretende suicidarse por un fracaso amoroso. Está bien que conozcan las UCIs los políticos, y estaría bien que supiesen qué se siente al apretar el gatillo de un arma, sobre todo si pensamos que se dispara contra alguien. de tal guisa, podrían experimentar el mismo sentimiento cuando presionan el émbolo de una jeringuilla que lleva muerte embotellada a quien la recibe. Fácil.