Hemos visto estos días atrás las graves inundaciones que ha causado la gota fría en levante. Y mientras tanto, el trasvase estaba activo. El agua del Tajo era robada para llevarla a la cuenca del Segura. Desvestir a un santo para vestir a otro. Es la gestión del agua en España.
Vivo en una tierra seca, donde llueven 350 litros por metro cuadarado al año. Además, hace viento unos 300 días al año. Un viento que acentúa la pérdida de humedad de las plantas. Mis árboles nuevos lo han pasado mal y han tenido que ser apoyados con agua del pozo. Muchos huertos se han resecado y las cosechas no han sido como se esperaban. A los calores intensos del verano se ha sumado el viento de forma simultánea poniendo a prueba a las plantas. Las lluvias, que tenían una distribución media mensual más o menos regular a lo largo de los meses del año de unos 20 litros por metro cuadrado, siendo el doble en mayo, han cambiado de modo que se puede estar sin una gota en temporadas superiores al mes,
¿Y cual es la política comercial y agrícola en un entorno tan seco?. Pues exportar el agua. No directamente, claro está. Un trasvase de agua que parece no serlo, pero que de hecho lo es. Se producen en los regadíos de la ribera del Ebro y del Gállego muchas toneladas de alfalfa. Alfalfa que se riega con las aguas de los ríos. Aguas que proceden de embalses que inundaron los pueblos de personas que vivían en la montaña. Aguas que hacen crecer cultivos cuyo destino será China y Arabia Saudí. Pasa lo mismo con frutas y verduras en otras partes del país, y con los frutos rojos que roban el agua de forma ilegal al Parque Nacional de Doñana para llevarlos a los países húmedos del norte de Europa. El agua, tan escasa siempre en este país se exporta en forma de producciones hortofrutícolas o forrajeras a otros lugares.