Me enteré de esta exposición casi de casualidad y decidí pasarme aprovechando que me salía gratis la entrada. Tuve que hacer un par de intentos, porque las condiciones de la gratuidad de la entrada no estaban bien especificadas, pero algo me decía que me arrepentiría si pagaba la entrada. Y, efectivamente, si la hubiera pagado, me hubiera arrepentido.
A ver, la exposición en sí mola. Desarrolla la historia de los videojuegos de una forma totalmente interactiva, porque hay consolas por doquier y puedes jugar dicha historia. Literalmente. Hay algunos carteles explicativos y algunas curiosidades interesantes, y más o menos cubre todo el espectro, a pesar de que no está ordenado cronológicamente, sino por temáticas, lo que lo hace un poco lioso. Es un poco batiburrillo de consolas de varias épocas en cada sección, por lo que saltas de videojuegos de última generación a otros de lo más arcaicos en solo unos pasos.
El mayor problema es cuando hay mucha gente (y había mucha gente, a pesar de que entré en horas bajas) y todas las consolas están ocupadas (aunque hay centenares de terminales, no da mucho de sí cuando entran familias numerosas enteras...). Por no hablar de que, si se produce el milagro de que quede libre alguno de los cientos de juegos que hay, pasan dos cosas:
- Tienes que hacerte con el control de unos mandos y unas reglas de juego a los que no estás acostumbrad@ en poco tiempo. Por no hablar de que algunos de los juegos no son cortos ni sus pantallas se resuelven en cinco minutos.
- Casi siempre tienes a alguien detrás esperando su turno y haciéndote sentir torpe por no dar una y culpable por no cederle el puesto.
Vamos, que no me sentí muy a gusto, a pesar de lo cual estuve ahí más de hora y media y pude jugar a unos cuantos videojuegos. Además, me enteré de algunas cosillas y pude ver funcionar todos los juegos (siendo otros los que jugaban a ellos, obviamente), así que tampoco fue tan mala la experiencia.