Llegará un día en el que la vida en la Tierra se extinga. Es inevitable.
La hipótesis más optimista, por lejana, nos sitúa lejos de casa, navegantes en un universo inmenso, buscando nichos favorables en los que prosperar. En este caso, seremos capaces de sobrevivir durante decenas o centenares de miles de millones de años. Pero, finalmente, no conservaremos ni un leve recuerdo, ni una breve sombra de lo que fuimos, de lo que hicimos.
No hay un final feliz ¿Por qué?
Nada escapará a la oscuridad y al frío. Dentro de muchísimos miles de millones de años reinará el silencio, y no habrá refugio posible para la vida.
La misma estrella que nos dio la vida nos dará muerte.
Nuestro planeta está, por consiguiente, condenado. Poco antes del final, la Luna, atraída a sólo 18.000 kilómetros, se hará pedazos, creando un cinturón similar al de Saturno. Será un proceso largo: primero perderemos la atmósfera, arrasada por tormentas solares, después la corteza se despedazará, dejando fluir el magma, que borrará montañas y simas; más tarde, el mismo manto se verá atraído por la presión gravitatoria del Sol. Finalmente, cuando todo acabe, quedará apenas el esqueleto de lo que un día fue un planeta verde y azul; una bola de hierro. El núcleo oscuro y yermo.
Lo preocupante es que quizás no haya que esperar tanto para ver nuestro fin. Mucho antes de que el Sol llegue a su máximo tamaño como gigante roja, y quizás antes de que dispongamos de la tecnología necesaria para manipular un cuerpo de la nube de Oort, la vida en la Tierra habrá sufrido los embates del aumento de temperatura y radiación provenientes de nuestra estrella. El sistema que mantiene la Tierra como soporte de la biosfera es extremadamente delicado, y tenemos datos suficientes como para prever su final dentro de 1.000 millones de años aproximadamente, cuando el efecto invernadero afecte, entre otras, a formas de vida marinas (fitoplacton) generadoras de oxígeno y que constituyen la base de la cadena alimenticia. El mar hervirá, perderemos atmósfera, y sin la protección de la capa de ozono la radiación proveniente de un sol caliente quemará toda la superficie. Sólo los extremófilos podrán sobrevivir. Serán los últimos vestigios de vida. No parece haber alternativa ni escapatoria a este desastre. Simplemente, la Tierra tiene un límite, y es más vulnerable de lo que creíamos.
Por si fuera poco, el propio planeta tiene activada una cuenta atrás interna hacia su autodestrucción: el núcleo se solidifica, se enfría, perdemos elementos radiactivos que mantienen el calor interno, y en unos miles de millones de años desaparecerá el campo magnético que nos protege frente a un viento solar cada vez más intenso. Y para este fenómeno me cuesta encontrar una solución. ¿Qué escudo nos protegerá de un Sol más y más poderoso?
Un detalle anecdótico: el Sol oscila en un movimiento vertical con respecto al plano de la galaxia, por lo que periódicamente traspasa el plano de la galaxia, un lugar donde se concentran nubes y material cósmico. Las (cinco) extinciones masivas que la Tierra ha sufrido a lo largo de su historia ¿tienen algo que ver con este tránsito? ¿Acaso algo altera la nube de Oort? No es probable. La realidad es mucho más cruda y preocupante. No hace falta elucubrar demasiado para llegar a la conclusión de que nuestro tiempo es limitado. De hecho, puede que sea incluso mucho más corto de lo que creíamos. No han acabado las malas noticias.
Dentro de sólo 1,5 millones de años (un suspiro en el registro geológico) nos enfrentaremos a un encuentro fatal, que puede costarnos la misma existencia: la estrella Gliese 710 se acerca. Quédese con este nombre. Podría ser nuestra Némesis.
Aunque es probable que, para entonces, la Tierra ya no albergue vida, y sea un infierno candente similar a nuestro vecino Venus. A parecer, el calentamiento de la Tierra, el conocido como "efecto invernadero", nos depara un futuro cercano bastante sombrío.
Preocupa no sólo la emisión de dióxido de carbono por la quema de combustibles fósiles. Más grave incluso es la posibilidad de que las enormes reservas de metano guardadas bajo el frío suelo de Siberia o en los fondos marinos escape a la atmósfera. El metano es un enemigo al que conviene tener miedo: su capacidad destructiva es enorme. Estamos jugando con fuego, y podemos arder muy pronto.
Por cierto, la mayor extinción acaecida jamás en nuestro planeta, que acabó con la vida del 95% de las especies, se debió, fundamentalmente, a la acidificación de los océanos.
Pero, cabría preguntarse... más allá de estas funestas previsiones a largo plazo, ¿podría extinguirse la vida mañana? ¿Algo podría causar el derrumbe de la civilización en el transcurso de unos pocos meses?
Sí sabemos que, conocidas y estudiadas las estrellas de nuestro entorno, no es previsible la explosión de una supernova lo bastante cercana como para afectarnos. No todo van a ser malas noticias.
Sin embargo, para acabar con la vida en la Tierra, o con nuestra especie, haría falta un impacto mucho mayor, y supongo que dispondríamos de tiempo para evitarlo. De hecho, hay un asteroide, el Apofis, al que estamos observando con detenimiento.
Por cierto. ¿Saben algo sobre el “Evento del Mediterráneo Oriental?. El 6 de Junio de 2002 (hace dos días) un pequeño asteroide de 10 metros de diámetro estalló entre Libia y Creta, con una energía equivalente a dos bombas atómicas como las detonadas sobre Hiroshima. Recuerden este dato, luego volveré a citarlo.
Pero, ¿y la misma Tierra? ¿Esconde algún peligro que ponga en peligro nuestra civilización?
En efecto, hay un peligro latente: el estallido de un supervolcán.
La pregunta es, ¿Existe algún supervolcán cuya actividad preocupe en este preciso momento?
En el año 2009 la BBC pidió consejo al prestigioso Instituto Max Planck de Hamburgo.Pretendían conocer las consecuencias para nuestra civilización de una erupción tan catastrófica. El informe es terrorífico: la devastación en los EEUU sería inimaginable;perdería toda la cosecha de cereales de sus fértiles llanuras, y se verían afectadas ciudades importantes. Habría muchos miles de muertos en las primeras fases. Pero lo peor estaría por venir: el hambre y el miedo.
Pero debemos ser rigurosos, no catastrofistas. Las posibilidades de que Yellowstone estalle en los próximos 1.0000 años es remota; y debido a su peligrosidad es el volcán más vigilado del mundo. Me cuesta creer en una erupción repentina y sin aviso previo. Espero que cuando se produzca (porque se producirá) habremos tomado las medidas oportunas para garantizar la supervivencia de nuestra sociedad (a nivel global, no sólo local). Necesitaremos, eso sí, tiempo y generosidad.
Hay un riesgo para nuestro futuro que procede de la contaminación. El uso de fertilizantes químicos, productos en la industria del tinte o la explotación indiscriminada de recursos mineros altamente contaminantes puede poner en peligro ecosistemas enteros. Y hay un ejemplo concreto: el de las abejas.
Usted escribe la palabra "desaparición" en Google, y le propone una primera entrada: "desaparición dinosaurios". Pero inmediatamente después aparece la entrada "desaparición abejas" ¿Por qué? ¿Qué hace de este tema algo tan importante?
El 10 de marzo de 2011 el "Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente" (PNUMA) aseguró en un informe que la desaparición de las abejas era un problema global que ponía en peligro la polinización de los cultivos, algo esencial para la alimentación de la humanidad. En algunos lugares, como determinadas zonas de las EEUU, las abejas salvajes han desaparecido por completo, y en las colmenas de todo el mundo se observa una mortandad superior al 50%. El mes pasado dos equipos de investigadores descubrieron que tal suceso se debía a un tipo de pesticidas, conocidos como neonicotinoides, que empezaron a usarse en la década de los 90, y que hoy en día se encuentran entre los más utilizados. Einstein dijo en una ocasión que "si desaparecieran las abejas, al hombre le quedarían cuatro años de vida". Es aterrador, pero cierto. Nada puede sustituir a las abejas como elemento polinizador.
Termino. Ninguno de los acontecimientos objeto de estudio en este artículo prevén una extinción inmediata de la raza humana. Sólo un factor puede acabar con la vida en la Tierra mañana mismo.
La estupidez.
Pero me preocupa, y mucho, la estupidez humana. Me preocupa el fanatismo, el error humano, la estulticia de los iluminados.
El gran riesgo para la vida en la Tierra, junto con el cambio climático, proviene del mismo hombre. De las miles de ojivas nucleares almacenadas. De los intentos por hacerse con la bomba atómica.
¿Recuerdan el “Evento del Mediterráneo Oriental? El impacto del asteroide se encuentra en la misma latitud que Cachemira, una zona en disputa entre China y Pakistán, dos países con armamento nuclear y que en ese momento se encontraban en estado de alerta. En opinión del general norteamericano Simon Worden, Si el impacto se hubiera retrasado un poco, se habría confundido con un ataque nuclear, lo que hubiera ocasionado el inicio de una guerra nuclear entre ambos países.
El año 2006 nos salvamos por tres horas de una guerra atómica. ¿No les produce escalofríos?
El humano; un mamífero que posee el poder destructivo de un dios.
Lo cual no es una buena noticia.
En absoluto.
Antonio Carrillo