Hay un tipo de jugador que nunca he soportado: ese sin demarcación definida en el terreno de juego. Sin llegar a los extremos del futbolín, deliciosa la película de Campanella, que es un mundo inamovible, me gustan los equipos que muestran un dibujo coherente de sus jugadores en el campo. Es decir, portero, laterales, centrales, centrocampistas, delanteros, y todos ocupan su puesto y nosotros los aficionados sabemos a lo que se dedica cada cual. Ese va por la banda derecha, aquel organiza en el centro, ese otro es central… Sí, me gusta la definición en el fútbol, que todo parta de un supuesto organizativo, aunque luego la cosa se desmande. Esa ya es otra historia. También el caos puede ser hermoso y épico. El Milan que siguió al glorioso de los holandeses también tuvo sus momentos de gloria, aunque no fueran de la intensidad y calidad del primero. En ese segundo Milan destacó, contaban que destacó, un croata al que yo jamás le descubrí ni su talento ni sus habilidades: Boban. Un centrocampista sin las obligaciones del centrocampista con intenciones de delantero pero sin el olfato del delantero... sigue leyendo en ElCotidiano.es