Durante un viaje en tren, Guy, un campeón de tenis (Granger), es abordado por Bruno (Walker), un joven que conoce su vida y milagros a través de la prensa y que, inesperadamente, le propone un doble asesinato, pero intercambiando las víctimas con el fin de garantizarse recíprocamente la impunidad. Así podrían resolver sus respectivos problemas: él suprimiría a la mujer de Guy (que no quiere concederle el divorcio) y, a cambio, Guy debería asesinar al padre de Bruno.
Después de unos cuantos patinazos de taquilla, Hitch elige la primera novela publicada el año anterior de Patricia Highsmith, y además contará con la colaboración de Raymond Chandler para la adaptación del guión. Aunque no llegan a entenderse y muy poco es lo que queda de las ideas iniciales del escritor. Tampoco conserva de forma fiel la trama de la novela, realizando cambios considerables.
La escena inicial es soberbia. Dos hombres se dirigen con su equipaje al tren, y sólo vemos sus zapatos y la parte inferior de sus pantalones. Ya sentados, chocan sin querer sus pies, y a partir de ahí surge la conversación, con terribles consecuencias. Robert Walker espléndido, a mucha distancia de Granger.
Como de costumbre, se va generando todo un entramado de intriga y tensión. Con una fotografía que logra generar un ambiente asfixiante. Sublime el plano del asesinato, e inolvidable ese tiovivo desquiciante.
Título original Strangers on a train. Director
Alfred Hitchcock. Guión Raymond Chandler, Czenzi Ormonde (Novela: Patricia Highsmith). Música Dimitri Tiomkin. Fotografía Robert Burks (B/N). Reparto Farley Granger, Ruth Roman, Robert Walker, Leo G. Carroll, Patricia Hitchcock,Howard St. John, Laura Elliott, Marion Lorne. EE UU 1951, 101 min.