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Me levanté una mañana con los rayos del Sol. Tenía todo el día por delante para hacer lo que me apeteciera, el único límite era la puerta de casa, más que nada, porque fuera llovía. Bueno, en realidad, la lluvia era una excusa: para ser sincera, me apetecía quedarme tranquilamente, en mi burbuja de seguridad, con mi ropa de andar por casa y el teléfono desconectado. Estaría sola, así que ni siquiera tendría que preocuparme por los horarios de las comidas. Todo un día sin planes, sin compañía, sin compromisos: completamente vacío, esperando a que yo lo fuera llenando. Ni yo ni nadie iba a escuchar mi voz en muchas horas y esa idea ya era suficiente como para empezar a sentirme ligera como una pluma. Podría pensar sin tener que traducir mis pensamientos para otros, ahorrándome, así, el esfuerzo de tener que medir mis palabras, de dar explicaciones, de defenderme continuamente de malas interpretaciones y prejuicios ajenos… Por fin, un día aislada de todo, sin presiones, sin prisas, sin agobios, sin horarios, sin interrupciones, sin miedos.
Me senté en el sofá con mi habitual taza mañanera de té blanco aún demasiado humeante y coloqué a mi alrededor todo el arsenal que iba a utilizar durante un buen rato: cremas, algodones, lacas de uñas… Sí, se me ocurrió empezar por arreglarme: me lo había ganado. Tiempo para mí… ¿qué mejor forma de emplearlo que en mimarme un poco? Mientras se enfriaba el té, tuve otra idea: poner música. Encendí la televisión “inteligente” y navegué durante unos segundos por los canales musicales, pero no encontré nada que se adecuara a mi estado en aquellos momentos; uno sonaba demasiado enlatado, el siguiente chirriante, otro triste… y, entonces, en la guía de canales, vi algo que me llamó la atención: ¿eran cosas mías o, de repente, se había puesto de moda emitir programas sobre los nazis y los extraterrestres? La curiosidad me llevó a seguir indagando por la guía y, cuanto más me movía por ella, mayor era mi sospecha de que aquello no era una simple suposición mía. Películas, documentales, series, casi a cualquier hora y en la mayoría de los canales. ¿Por qué? La primera respuesta que se me ocurrió fue: “será una cortina de humo para entretener al público mientras siguen ocurriendo cosas importantes, como hacen con el fútbol, los toros o la prensa rosa”. Y, la verdad, si me dan a elegir entre fútbol, prensa rosa, toros, música que no me apetezca, nazis y alienígenas, me quedo con los alienígenas: al menos, a ellos no los conozco y todavía se les puede dar el beneficio de la duda. Así que, ya que iba a tener mis manos ocupadas durante un rato probando las últimas lacas de uñas que había comprado, señalé el documental sobre los extraterrestres y pulsé el botón de “ok”. Estaba a punto de comenzar el siguiente de la serie. Con mi taza de té caliente calentándome las manos me dispuse a pasar el rato escuchando un cuento moderno.
Al principio me pareció más de lo de siempre: un puñado de enamorados del misterio que repetían las lecciones que habían aprendido en libros, películas, programas como aquel, etc. Solo hablaban de lo que habían leído o escuchado y de las teorías que suelen relacionar todos esos cabos sueltos para darles algún sentido, ninguna de las cuales ha sido demostrada ante el gran público y, por lo tanto, todas ellas son meras elucubraciones. Pero eso fue solo al principio. Poco a poco, a medida que iba avanzando el programa, fueron apareciendo protagonistas reales, testigos, nombres, lugares, grabaciones, descripciones de aquellos seres… datos de los que se podría tomar nota para contrastar por otros medios. Eso me hizo recordar que, según me han contado, a uno de mis abuelos, hombre letrado él, le interesaba mucho la instrumentalización pedagógica del cine; pero de eso hace ya más de un siglo, y las cosas han cambiado: ahora el cine tiene muchos rivales… y están en nuestras casas, en nuestros bolsos, en todas partes y, tal y como él y otros pensaban, los medios audivisuales (y no solo el cine) tienen un enorme poder no solo pedagógico, sino, también, destructivo, dependiendo tanto de quienes están detrás de las cámaras como de quienes estamos ante las pantallas (por no hablar de la infinidad de medios publicitarios que nos influyen constantemente). Trataba de tener muy presente todo eso, y lo poco que recuerdo de Publicidad y técnicas de marketing, ventas y comunicación, para analizar desde un punto de vista crítico lo que estaba viendo. Sí, iba a ser un día “relajante”, ya lo sé… ;)
Seguía desarrollándose el argumento de aquel programa dedicado a plantear la posibilidad de que seres de otros planetas nos hayan estado visitando desde siempre, de que la vida aquí fuera resultado de sus trabajos científicos, que hayan estado interviniendo discretamente en la historia de la humanidad y de la evolución de las especies en general, y que cada hecho notable (benevolente o trágico) haya sido fruto de sus planes. Todo esto, iba siendo enlazado con los descubrimientos de construcciones y objetos de todas las épocas por todo el planeta que parecen estar misteriosamente relacionados no solo entre ellos, sino con esa hipótesis de lo que ellos llaman “los antiguos astronautas”. Y, finalmente, todo aquello les lleva a dar ese mismo origen a todas las religiones, a todas las personalidades históricas (desde Copérnico hasta Tesla, Newton, Hitler, Alejandro Magno… casi todos varones y, por supuesto, todos ellos, “elegidos” o “contactados”) y a todos los hechos que cambiaron la Historia (incluyendo la aparición de la agricultura, de la escritura, las grandes guerras, los grandes imperios, las grandes crisis, las grandes revoluciones, la evolución tecnológica, las eras de iluminación y las de oscurantismo…). Todo. La destrucción de la Biblioteca de Alejandría, la construcción de las pirámides, los inventos de Tesla o Leonardo Da Vinci, Las teorías de Newton o Einstein… En resumen: la Tierra sería algo así como un territorio elegido y ocupado por ellos, y por cuya dominación luchan entre sí varias de sus facciones. Los buenos quieren ayudarnos a progresar y nos traen sus conocimientos; los malos, en cambio, siempre están ahí para evitar que sepamos tanto como ellos, ya que no les seríamos tan dóciles ni útiles.
“¿De qué me suena todo eso?”, pensaba, mientras mi gesto irónico se reflejaba en la vitrina del aparador. Otra vez el triángulo, o la flecha: en un vértice de la base los malos, en el otro los buenos, y arriba, en la puntita, la meta: dividir, polarizar, y apuntar hacia un fin común. Aquellas “teorías de la conspiración” que nos atemorizaban en comics, libros, películas y multitud de sitios de Internet con aquellas historias de peligrosos y astutos seres camaleónicos que podían cambiar su aspecto a voluntad entre humanoides y reptiloides se mostraban ahora en formato documental, con el estilo propio de las producciones americanas al uso, intercambiando planos de personajes con imágenes de todo aquello de lo que hablaban. A cualquier profesor/a o maestro/a le encantaría poder dar así sus clases: con vídeos de fondo que fueran mostrando sus explicaciones. Es uno de los grandes avances de la tecnología, extraterrestre o no: su aplicación didáctica o “pedagógica”… o “propagandística”. Para lavar cerebros, vaya.
A día de hoy, no se sabe a ciencia cierta cuántas pirámides hay en todo el mundo, quiénes las diseñaron y construyeron, cómo lo hicieron, ni cuál era su finalidad. Tampoco se sabe cuál es la explicación de que, en los orígenes de todas las civilizaciones, en sus tradiciones más remotas, en sus mitos y en sus leyendas, existan tantos puntos en común (serpientes, reptiles, humanoides que bajaron del cielo en “grandes escudos” para traer sus leyes y sus conocimientos, etc). No se entiende por qué hay tanto secretismo y desinformación, desde siempre, con respecto a los avistamientos de naves, seres, etc. Estos programas están investigando la “macrohistoria” de esto, es decir, la posible relación de extraterrestres con personajes claves y hechos importantes para la ciencia, la tecnología, la religión, la política, las artes, etc., y, poco a poco, van atando cabos y construyendo una hipótesis tan compleja que, al final, al abarcar todo, parece que tiene sentido.
Apagué la tele cuando terminó. La casa se quedó en silencio, pero en mi mente había una fiesta. Sí, todo tenía demasiado sentido: seres superiores, planes globales… Lucha entre el bien y el mal y en medio, o, mejor dicho, debajo, la gente normal y corriente, como yo misma. ¿De qué me sonaba todo aquello? Pues lo tenía muy claro: era una lección básica para cualquier estudiante de Historia en mi época de EGB, así que supongo que la mayoría debe saberlo tan bien como yo. “La legitimación del poder establecido mediante supuestos designios divinos”. ¿Qué mejor forma de prepararle el terreno a un próximo imperio mundial absoluto, que presentándonos a los nuevos dioses de la Era de las Nuevas Tecnologías de la Comunicación? Los mismos de siempre, en realidad: las mismas formas, las mismas intenciones… pero con nueva imagen y nuevos nombres. Lo que necesitaría un nuevo emperador para tener bajo su mando pueblo, leyes, recursos, ejército, religión, todo muy bien atado gracias a los chips de vigilancia intensiva que ya nos rodean y monitorizan hasta lo que pensamos, porque nosotros/as mismos/as se lo contamos.
No seré yo quien niegue o confirme la existencia de seres extraterrestres; solo diré: ¡no sé nada! pero las uñas me quedaron divinas ;)
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