Extravagancias, manías y curiosidades de los reyes y reinas de la historia

Por Detectivesdelahistoria

Muchas veces en los medios de comunicación, hemos leído las más extravagantes peticiones por parte de artistas famosos, o sabemos que sufren de manías curiosas. Esto, evidentemente, no es nuevo y a través de Detectives de la Historia nos hemos propuesto encontrar las manías, curiosidades o extravagancias de los monarcas a lo largo de los siglos.

Ahí va la lista de los más conocidos:

Juana I de Castilla (1479-1555)

De sobra conocida por todos, loca para algunos, mujer adelantada a su época para otros, estaba obsesionada con su marido Felipe de Habsburgo; de todos es sabido que buscaba entre las mujeres más feas para que fuesen damas de la corte y su esposo no se fijara en ellas. Una vez fallecido acompañó su cadáver estando embarazada, y cada cierto tiempo le era permitido abrir su ataúd para besarlo y abrazarlo.

Cabe decir que el futuro rey de España que sería Carlos I, nació en el retrete, dado que Juana, a pesar de estar en avanzado estado de gestación acudió a un baile que se daba ese día con el fin de no dejar a su marido solo durante el mismo.

Juana la Loca, cortejo fúnebre

Reina Cristina de Suecia (1626-1689)

Una de las reinas más conocidas de la historia, pero quizás no es de todos conocido su profundo odio a las pulgas (que por esa época habitaban en todas partes), que llegó a tal extremo que mandó construir un cañón en miniatura de unos 15cm, para dispararles cada vez que las veía. Dicho cañón aún se conserva en el Arsenal de Estocolmo.

La reina Cristina de Suecia

Felipe V de España (1683-1746)

Éste es un caso muy curioso; Debido a su carácter en exceso melancólico, fue cayendo poco a poco en la locura, hasta que una tarde de octubre de 1717 creyó que el sol le atacaba mientras montaba a caballo y que la muerte lo perseguía.

A raíz de esto, no se dejaba cortar el pelo ni las uñas por miedo a que sus males aumentasen, llegando a crecerle las uñas de los pies tanto, que no podía caminar. Creía estar muerto y preguntaba a sus lacayos el porqué no lo habían enterrado; se tocaba y decía que le faltaban los brazos y las piernas.

Además, se le metió en la cabeza que lo iban a envenenar a través de las telas de su camisa por lo que estuvo un año sin cambiársela.

Se obsesionó con que su ropa y la de su segunda esposa (Isabel de Farnesio) irradiaba una luz que provenía del diablo. Sufrió un trastorno bipolar creyendo en ocasiones que era una rana.

Fernando VI de España (1713-1759)

Muy amigo de la soledad y muy extravagante, tenía pavor a defecar, así que hacía grandes esfuerzos por intentar no hacerlo, entre ellos, solí sentarse encima de los pomos puntiagudos de las sillas de su habitación para hacer de tapón.

Elizabeth de Baviera, Sissi (1837-1898)

Una figura muy popular sin duda, Sissi, tenía obsesión con el aspecto físico apenas comía y tenía en su habitación unas anillas y unas espalderas, instaladas para hacer deporte de forma secreta, ya que no estaba bien visto en la época que las mujeres realizaran dichos ejercicios.

Anillas en los aposentos de Sissi

Durante una época sólo se alimentaba de carne cruda y sangre de buey. Pesaba 50kg y medía 1,72. Su obsesión fue no sobrepasar nunca ese peso.
Por las noches dormía con paños húmedos ceñidos a sus caderas.
Cuando su cutis empezó a revelar las primeras arrugas, decidió prohibir que le hiciesen fotos y salía a la calle siempre con un velo puesto.
Sus extravagancias también se podían observar en otros aspectos, por ejemplo en su pasión por los clásicos literarios. Le gustaba tanto la Odisea de Homero, que realizaba viajes en barco y se ataba al mástil los días de tormenta para poder emular pasajes de la obra.
Era adicta a la cocaína pero no de la manera actual, pues antes se recetaba como uso terapéutico. Siempre viaja con una jeringuilla para poder inyectársela.
A pesar de haber tenido cuatro hijos, odiaba a los niños y decía aborrecer el olor de los bebés.

Eduardo VII de Inglaterra (1841-1910)
Le ponía muy nervioso el tintineo de las monedas, así que prohibió a cualquiera que estuviese en su presencia llevar calderilla en los bolsillos.

Luis XIV de Francia, el rey Sol (1638-1712)
A pesar de vivir en una de las cortes más refinadas, solo se bañó dos veces en su vida y gustaba de dar audiencias sentado en el retrete.
Se limpiaba la cara todas las mañanas con un paño impregnado en alcohol o saliva.
Como era muy bajito se hizo diseñar unos tacones exclusivos, y le gustaron tanto que prohibió que nadie más que él los llevara en la Corte, so pena de muerte. En general era muy presumido, tuvo más de 1000 pelucas, desgraciadamente dada su falta de higiene debajo de ellas se acumulaban unos cuantos piojos, por lo que llevaba consigo siempre una mano de marfil con un mango para poder rascarse. Algo que era bastante usual por otra parte.

Luis XIV luciendo sus tacones

Luis XV de Francia (1710-1774)
El heredero al trono del anterior, creó en la corte la figura del portacorbatas, un criado que se dedicaba única y exclusivamente a abrochar y desabrochar la corbata del rey.

Luis XV de Francia

Federico II de Prusia, El Grande (1712-1786)
Tenía una obsesión con el café, tomaba muchas dosis al día y además lo preparaba con champán en vez de con agua.

Carlos II de Inglaterra (1630-1685)
Tenía una peluca que solo exhibía en ocasiones especiales, supuestamente confeccionada con vello púbico de sus amantes favoritas.

Anna de Rusia (1693-1640)
Mandó construir un palacio de hielo, en pleno invierno, para poder casar a una pareja, ejerciendo ella de maestra de ceremonias y obligando a todos los invitados a ir vestidos de payasos.
Odiaba a la mayoría de los nobles y mandó asesinar y descuartizar a algunos de ellos.

Anna de Rusia

Catalina II, La Grande (1729-1796)
La que fue zarina de todas las Rusias y una gran política era además, una adicta al sexo.
Una vez fallecido su marido el zar Pedro III, gozaba de tener unas seis relaciones al día y se dice que tenía entre 20 y 80 amantes, y que algunos eran probados antes por su médico y su alcahueta privada para aconsejarla.
En Palacio construyó una “habitación erótica” con todo tipo de objetos con ornamentación digamos pornográfica, falos de madera, escenas sexuales, etc, algunos objetos hoy se conservan y de otros tenemos fotografías antiguas.
Su gran pasión además era practicar el voyeurismo.
Los rumores cuentan que murió de un infarto mientras era penetrada por un caballo, pero no ha sido confirmado por los historiadores.

Silla de Catalina La Grande

Luisa Isabel de Orleáns, de España (1709-1742)
Lo más curiosos de esta reina es que hasta el día de su boda no tenía nombre, fue la quinta hija de Felipe II de Orleáns pero se esperaba un niño, así que apenas se preocuparon de ella y no le pusieron ni un nombre. Al irse a casar con el heredero al trono español Luis I, su padre (el de Luis) y entonces rey, Felipe V, tiene que bautizarla, darle la comunión, confirmarla y ponerle un nombre para poder realizar la boda.
La pobre ya nació con mal pie.
Parece ser que era muy maleducada y siempre eructaba y ventoseaba en público a su llegada a España (contaba con 13 años).
En poco tiempo sus excentricidades son el tema de conversación de toda la corte. Le encantaba correr desnuda por los jardines a cualquier hora, y no le importaba quien la viese, ni siquiera sus suegros los reyes.

Tenía una obsesión por la comida y llega a ingerir el lacre de los sobres pues nada le saciaba, además tenía pasión por los rábanos, y por la cerveza y el vino, emborrachándose con frecuencia.
Por este tipo de cosas fue encerrada en una torre aunque parece que se reformó y volvió a la corte a los pocos meses.

Luisa Isabel de Orleans

Isabel I de Rusia (1709-1762)
La zarina tenía un guardarropa de escándalo. Contaba con más de 15000 trajes ya que no concebía la idea de que la vieran con el mismo vestido. En los bailes se cambiaba de vestido hasta 3 veces pues al bailar sudaba. Además una vez usaba un vestido no lo ponía nunca más, para asegurarse de esto mandaba mancharlo con tinta.
Ni que decir tiene que contaba con un número parecido de zapatos y de medias.
Promulgó una ley que prohibía el uso del mismo peinado, vestido o joyas que la emperatriz.
Su vanidad no tenía límites, una vez en un baile la reina llevaba una rosa en el pelo, mientras bailaba vió como una invitada poseía también el mismo adorno. Paró el baile, se acercó a ella la abofeteó y le cortó la rosa y todo el cabello de alrededor. Luego siguió bailando tan pancha.

Vestido que se conserva de Isabel I de Rusia

Carlos III de España (1716-1788)
Muy ordenado y metódico, tenía que tener todo siempre bien planificado. Tenía una taza que era su favorita para beber chocolate y no concebía beber en otra.
Contaba a su padre en cartas todas sus cosas con pelos y señales, incluido como perdió su virginidad la noche de bodas con su amada esposa.

Carlos III

María Josefa Amalia de Sajonia (1803-1829)
Más que extravagancia o manía podemos denominar curiosidad al comienzo del reinado de esta mujer.
Toda su vida había vivido en un convento bajo las normas de la vida monacal. Al prometerla con 13 años con Fernando VII, rey de España, que entonces contaba con 35, se le informó que debía pasar la noche de bodas en su cama.
Horrorizada, la mujer se negó alegando que en el convento le habían dicho que eso era pecado.
Fue necesaria una carta del Papa Pió VII, explicándole que era su obligación y que no era pecado.
Al ver la reina al rey desnudo, y excitado, dirigirse hacia ella a penetrarla sin precalentamientos, se puso a gritar, meándose la pobre encima y también haciendo “aguas mayores”, salpicando al rey que huyó muy enfadado de la alcoba. Además no se entendían pues ella hablaba alemán y él español.
Cabe decir que era conocido en la época que el miembro viril del rey era de tamaño descomunal, teniendo que usar una almohadilla con un agujero en el medio para no penetrar hasta el fondo…
Digamos que no fue una noche de bodas romántica.

María Josefa Amalia de Sajonia

Isabel II de España, La Chata (1833-1888)

Cabe mencionar entre todas las extravagancias o manías, las curiosidades y anécdotas de esta mujer.

Fue una mujer muy independiente que quería casarse por amor, en embargo la prometieron a su primo, Francisco de Asís, que era muy afeminado, a la vez su primo, y al que Isabel le llamaba Paquita. Dijo de su noche de bodas que llevaba más encajes que ella en la ropa interior. Dicen que no se llegó a consumar el matrimonio y el pueblo llamaba al rey Paco Natillas al que le cantaban “Paco natillas es de pasta y flora, y mea de cuclillas como una señora“.
Isabel sin embargo gustaba del sexo y se dice que llegó a tener tantos amantes masculinos como su marido, y que el heredero Alfonso XIII no era del rey, si no de Jose María Ruiz de Arana o el general Serrano (del que se había enamorado antes de la boda) al que llamaban “el general bonito”. En la época hubo muchos dibujos de revistas satíricas alusivos a las artes amatorias de la reina. Os dejamos uno (y es de los menos explícitos), en él la reina está con su amante mientras Francisco (a la derecha) con un lazo, espera …