(AE)
En Munyonyo, uno de los establecimientos turísticos más lujosos de Uganda a las orillas del Lago Victoria, se han reunido en estos días a 30
Como es normal en estos casos, el líder libio se ha traído su propia jaima, la en la cual se ha alojado, separado del hotel donde se alojan el resto de los mandatarios. El séquito que le acompañaba tampoco ha sido baladí. Un periódico mencionaba los numerosos vuelos que han tenido que hacerse simplemente para traer varios vehículos personales y la desproporción en las fuerzas de seguridad libias. Mientras cada presidente ha traído una media de 10 guardaespaldas (aparte de la seguridad ya provista por el gobierno ugandés), el comando de seguridad de Gaddafi era de “sólo” 300 personas, incluyendo las vistosas “amazonas”, las guardaespaldas femeninas que forman parte de su guardia personal. Con tal superávit de activos de seguridad, a nadie le pilló de sorpresa que de pronto surgiera un rifirrafe entre los policías libios y los ugandeses. Ambos colectivos llegaron a las manos tal como lo han demostrado los diferentes medios de comunicación y hay que dar gracias que no hubo ninguno de gatillo fácil, porque entonces se habría armado una balacera de padre y muy señor mío en el incomparable marco de la cumbre panafricana.
Además, como este hombre es tan versátil, está incluso alimentando las crónicas más amarillas de la cumbre y si no, juzguen ustedes estas perlas que les aseguro no encontrarán ni en el “¡Hola!” ni en ninguno de los medios de comunicación al uso, así que aquí las tienen casi en exclusiva:
* El día de la inauguración de la cumbre, llamó la atención que mientras todos los líderes se desplazaban a pie por una pasarela saludando a los fotógrafos y atendiendo a los periodistas, el presidente de la Jamahiriya (que hasta en el nombre del país tiene que ser diferente) fue el único que hizo el recorrido en un vehículo electrónico.
* En uno de sus movimientos internos dentro del hotel y cuando se dirigía a uno de los salones del mismo, uno de sus asistentes de protocolo cometió el error de indicarle el salón equivocado; dándose cuenta del embrollo, el adalid de la fraternidad panafricana salió del salón y le endilgó dos bofetadas de aquellas que el castizo calificó de justas porque “ni sobró bofetada ni faltó cara”. Por desgracia los periodistas no pudieron documentar tal momento ya que los guardaespaldas se habían apresurado a tapar la embarazosa “escena.”
* En otro momento, cogió una silla de plástico y la puso cerca de la orilla del lago, al tiempo que pedía a sus asistentes que trajeran un infiernillo de carbón y que le hicieran ahí un té. La escena del enchilabado estadista junto al fuego atrajo tal número de personas que las fuerzas de seguridad internas se tuvieron que emplear a fondo para echar del lugar a todos los curiosos (aunque fueran asistentes a la cumbre), haciendo un cordón de seguridad.
Y lo peor es que parece ser que aquí a Gaddafi se le consiente todo. Desde los tiempos de Idi Amín, con su afán de islamizar el país, Gaddafi ha tenido una incombustible fuerza para medrar en este país que ahora su huella apenas pasa desapercibida. Ha metido tanto dinero en el país a través de fundaciones, empresas y otras