Extravíos

Publicado el 22 mayo 2019 por Rubencastillo

Me produce pánico leer a Emil Cioran; pero, sin embargo, basta que caiga en mis manos una obra suya que aún no he recorrido o que se anuncie la publicación de un inédito para que me abalance sobre el tomo con voracidad masoquista. Me produce pánico leer a Emil Cioran porque cada línea la voy leyendo con mayor lentitud y la siento como un estilete que se me clavase impiadoso en el corazón o en el cerebro. Me produce pánico leer a Emil Cioran porque la coraza que suelo ponerme en la primera página (para enfrentarme a sus pensamientos con fría calma analítica e incluso con jovial escepticismo) cae al suelo cuando subrayo con el rotulador rojo la primera frase impactante. Me produce pánico leer a Emil Cioran porque, aunque intento protegerme contra su pesimismo, siempre acabo por calificarlo de lucidez y rindiéndome a sus conclusiones.La editorial Hermida publicó en abril del año pasado, gracias a la traducción de Christian Santacroce, su obra Extravíos, en la que vuelvo a experimentar todas las sensaciones antes descritas y de la que salgo con un rumor de viento en la cabeza (no sé si viento del desierto o viento del Himalaya). Así que anotaré diez o doce de las frases que he subrayado y trataré de no leer ningún libro más de este rumano… hasta el siguiente.“No damos voz sino a los dolores que no tienen nombre; los otros –que conforman la textura y sucesión de los instantes– los arrojamos al cubo de la evidencia”. “Ser extranjero en cualquier país, en cualquier orbe: elevar tu estado jurídico a calidad metafísica”. “Ningún ideal pesa más que otro. La ingenuidad, la estupidez o la generosidad los han vivificado a todos, por turno. Nadie ha estado en el error, como nadie ha estado en la verdad”. “Quien ha perdido la alegría ingenua de la banalidad ya no tiene nada que gustar en la vida”. “La vida sólo es soportable por el hecho de que nadie coincide con el dolor de nadie”. “La tumba es la única farmacia de la melancolía”. “Quien se consagra a un ideallo hace por no enfrentarse a sí mismo”. “En el fondo nadie, absolutamente nadie, es capaz de asumir el sufrimiento de otro”. “El partisano de una secta política vive la obsesión de la mayúscula, exactamente igual que cualquier creyente”. “La genialidad negativa del suicidio”. “¿Será que acaso los suicidios verdaderos son los no consumados?”.