Conocí a Pedro Juan Gutierrez (Matanzas, Cuba, 1950) gracias a una reseña de Babelia firmada por mi admirado crítico Miguel García-Posada. Descubrí mucha literatura moderna en la década de 1990 gracias a sus reseñas, me fiaba mucho de él y nuestros gustos solían coincidir. Tras el verano de 1999 yo había acabado mi licenciatura de Administración y Dirección de Empresas y estaba pensando irme una temporada a Londres, un plan que al final, y por diversas circunstancias, abandoné. Recuerdo que cuando tomé la decisión de quedarme en Madrid y buscar con intensidad trabajo, también, como afirmación de un destino (o algo similar), compré dos libros de relatos de Anagrama: Llamadas telefónicas de Roberto Bolaño y Trilogía sucia de La Habana de Pedro Juan Gutiérrez. Ambos libros se encuentras entre mis favoritos de colecciones de relatos. A Bolaño ya lo había leído y por tanto la sorpresa de su lectura fue menor que la que supuso la Trilogía sucia de La Habana de Pedro Juan; un volumen formado por tres colecciones de cuentos que su autor había tratado de publicar en Cuba sin éxito. Creo que a través de algunos autores españoles consiguió hacer llegar sus libros a Anagrama y Trilogía sucia de La Habana se convirtió en un gran éxito traducido a muchos idiomas (me parece que ya va por los veinte). Roberto Bolaño y Pedro Juan Gutiérrez se convirtieron desde ese año 1999 en mis dos autores de cabecera de Anagrama, los dos autores de los que iba a comprar sus libros según aparecían. De hecho, tengo casi todas las primeras ediciones de sus obras. Quizás Bolaño me ha parecido siempre más versátil que Pedro Juan, pero, a pesar de que Pedro Juan ha conseguido crear un tipo de escritura que puede resultar repetitiva, su forma de narrar era tan potente que siempre era un placer volver a reencontrarse con él.
En Trilogía sucia de La Habana Pedro Juan Gutierrez crea al personaje de Pedro Juan, un alterego de sí mismo, pero más desesperado y furibundo que lo que debe ser el autor en la realidad. Pedro Juan es un tipo que fue periodista en el pasado, pero debido a su individualismo cayó en desgracia (esto nunca se aclara del todo) y se dedica en el presente narrativo del libro a sobrevivir en La Habana, en la dura época de los balseros de los años 90. Trilogía sucia de La Habana se puede leer como una novela formada por pequeñas aventuras de Pedro Juan. Cada cuento refleja una salida de su casa, una tarde de reflexión en su azotea o un encuentro sexual (el sexo, el alcohol y la escritura furiosa son sus válvulas de escape). En realidad estos cuentos entroncan con la tradición picaresca, salvo que la sensación de desesperación supera al uso del humor. Pedro Juan se busca la vida en una Habana caótica, en plena descomposición. Nunca se habla de Fidel Castro ni del poder, pero su crítica está latente en cada página, en cada imagen de edificio derruido o personas desgraciadas en la calle. Al fin y al cabo Gutiérrez (al escritor le llamaré Gutiérrez y al personaje Pedro Juan) pretendía publicar su libro en Cuba y seguir viviendo allí.
Después vendrían Animal tropical (con un impagable Pedro Juan en Suecia), El Rey de La Habana (sin Pedro Juan, con el personaje de un joven analfabeto, un joven salvaje de ciudad, que me gustó menos), el libro de relatos El insaciable hombre araña (que sigue en la línea de la Trilogía) y Carne de perro (unos relatos más sosegados; aunque no se comente en los textos, Gutiérrez ha tenido éxito con sus libros y su personaje se ha sosegado, ya no tiene que salir a la calle a buscarse la vida, y puede ir tranquilamente a la playa o quedarse en casa pintando un cuadro; aumenta aquí la melancolía, pero baja la rabia vital, fuente de la narrativa de Gutiérrez); la novela Nuestro G. G. en La Habana (una curiosa intriga en torno al escritor Graham Greene) y El nido de la serpiente (con un Pedro Juan más joven). Esta última novela fue publicada en 2006. Gutiérrez publicó en Anagrama siete libros en siete años y de repente desapareció. Sé que ha publicado algún libro más en otras editoriales, pero que no he leído debido a mi demencial pasión por Anagrama. Gutiérrez tiene una página web en la que anuncia sus libros y ahí yo he leído que había escrito alguna novela más que se encontraba libre de derechos de autor. También escribe poesía, que no ha sido publicada en España. En alguna ocasión me pareció que sería una buena idea que esa poesía se viese publicada; incluso me pareció una buena idea comercial, repetir el fenómeno de la poesía de Charles Bukowski o de Raymond Carver, autores con un gran número de lectores en prosa que se consiguen traspasar a su obra en poesía. Se lo comenté a mis editores canarios de Baile del Sol, y dio la casualidad de que les resultó fácil contactar con Gutiérrez ya que desde hace unos años vive en Tenerife, pero no pudieron ponerse de acuerdo: Gutiérrez pedía un adelanto por su obra poética que la editorial no podía permitirse. Una pena, me hubiera encantado haber intervenido de forma tan directa en la vida literaria de este país y poder haber promocionado así parte de la obra de un escritor del que soy tan seguidor.
Ahora, después de nueve años, cuando estaba pensando en releer los libros que tanto me gustaron de él, Gutiérrez vuelve a publicar en Anagrama, y como en los viejos tiempos yo he comprado el libro según ha aparecido en las librerías. Ha sido un bonito reencuentro.
En Fabián y el caos vuelve a aparecer el personaje de Pedro Juan, pero el encuentro del lector con él no es tan directo como en otras de sus obras. De hecho, el comienzo de la novela me ha desconcertado un tanto. Fabián y el caos empieza en tercera persona acercándose a la figura de Fabián, pero para llegar a él nos contará la historia de sus padres, que emigraron desde España a Cuba. La prosa de Gutiérrez parece haberse vuelto más comedida, menos desmelenada que de costrumbre. De hecho, el estilo indirecto libre de la tercera persona, cuando habla de los padres de Fabián (un catalán y una madrileña que se conocen en Madrid), se olvida de los cubanismos y usa términos castizos; por ejemplo: “Iba por la vida dándoselas de chulita” (pág. 13), “Haber consumado el matrimonio como Dios manda” (pág. 17), “Se iban a joder” (pág. 39). Los padres de Fabián emigran a Cuba. La madre toca el piano en una guardería y el padre trabaja en la tienda de un tío que emigró una generación antes que él. El padre sueña con el éxito económico y ahorra cada peso. No podrá imaginar que en 1959 va a perder todo su dinero gracias a la revolución. A pesar del lenguaje más comedido de esta primera parte del libro, Gutiérrez vuelve como otras veces a hablar sin tapujos de sexo, pero lo que más me llama la atención es que ahora habla sin tapujos de política. La primera parte, la de la historia de la emigración de los padres de Fabián, acaba en 1959. Este es su último párrafo: “En ese momento todos los cubanos, seis millones de personas, quedaron igualados por lo bajo. Como un golpe de kárate. Magistral. En un instante dejaron de existir la clase alta, la media y la baja. Mandrake el Mago, con un solo pase de sus manos, hizo un truco perfecto delante de los ojos de todos, y nadie vio la trampa. Ahora todos eran pobres de verdad. En todos los sentidos. No sólo económicamente. Era un golpe genial, algo perfecto. Pero era sólo el comienzo. Lo mejor vendría después.” (pág. 51)
En la segunda parte la voz narrativa es la de Pedro Juan. Recuperamos aquí toda su desesperación y su fraseo cubano. Este estilo narrativo es más potente que el anterior (aunque el anterior llevaba muy bien al lector, que siempre quería saber más sobre lo que iba a pasar). Estamos ante un Pedro Juan joven que nos va a contar su vida en el instituto, centrándose en su relación con el apocado Fabián, aprendiz de pianista. Algunas de las historias que se cuentan ya son conocidas por el lector de Gutiérrez, como la dedicación de Pedro Juan al negocio de los helados.
La estructura del libro es la siguiente: partes 1, 3 y 5 contadas en tercera persona (la primera con casticismos, porque se centra en los padres españoles de Fabián, y las dos siguientes con más sabor cubano, porque el estilo indirecto libre se acerca más a los pensamientos de Fabián, nacido en Matanzas). Las partes 2 y 4 están narradas por Pedro Juan y se centran en sus encuentros con Fabián, el verdadero protagonista de este libro, que como leí en una entrevista está basado en una persona real que Gutiérrez conoció en su juventud. La crítica al gobierno cubano ya he comentado que se vuelve aquí manifiesta, pero además se centra en un tema concreto: la crítica a la persecución de los homosexuales. Fabián trata de vivir aislado del exterior soñando con convertirse en un gran pianista, además es homosexual. Casi acaba en una cárcel de reeducación cuando es pillado en la playa con otro chico. Así habla uno de los policías cuando son llevados a comisaría: “¿Son los maricones que cogieron en la playa? Si yo fuera el juez les meto veinte años por lo menos. Uhhh, como no. Veinte años. En Agüita, trabajando al sol, pa que se hagan hombres. O se hacen hombres o se mueren.” (pág. 141) Fabián acabará sufriendo seriamente la persecución por ser homosexual, y aunque en algunos casos se comporta como un ser desagradable y despótico con sus padres, su historia es terrible y uno acaba el libro sobrecogido.
Si alguien no ha leído nunca a Pedro Juan Gutiérrez le recomiendo que empiece por Trilogía sucia de La Habana, un libro que me impactó muchísimo en su momento, que desde hace más de quince años viaja conmigo, en mi imaginario de lector, y que he de releer. Si alguien es lector habitual de Gutiérrez Fabián y el caso le gustará. Fabián, como personaje, es una creación potente. Pedro Juan Gutiérrez ha vuelto a Anagrama y, como ya he apuntado antes me ha encantado este reencuentro.