Estuvimos acompañando a Fabiola Alcázar en la que sería una de las últimas funciones de su propuesta escénica Prometeo Encadenado, y no quisimos dejar pasar la oportunidad de compartir con ella y saber, por ella misma, qué la motivó a hacer esta obra de teatro.
Fabiola es una teatrera pura sangre. La Cámara Negra Sala Paralela es el espacio donde se desarrolla Prometeo Encadenado, y además es el patio de su casa; por las mañanas un patio de casa normal, al mediodía un Menú para toda la gente que trabaja en los alrededores, por las tardes salón de ensayos y por las noches se transforma en La Cámara Negra Sala Paralela: un espacio para hacer teatro.
P. ¿Por qué hacer ahora Prometeo Encadenado?
R. Porque creo que en la actualidad aún hay mucha estigmatización del pensar diferente, por más que vivimos en una época en la que se cree que todo lo diferente es aceptado (una época democrática), pero no es así. Hay quien cree que solo existe una manera de hacer las cosas, y los que lo logren de forma diferente son raras. En la actualidad lo diferente aún se cuestiona. Eso es lo que me atrapó del Mito de Esquilo. Prometeo es la persona que empieza a cuestionarse el por qué de seguir un formato. De igual manera, lo que hemos hecho en esta puesta en escena es cambiar algunas cosas, pero lo principal para mí, que es el robo del fuego, está en la obra y eso representa ese atrevimiento, ese cuestionamiento.
P. ¿Con qué personaje te sientes más identificada?
R. Con Prometeo porque él es quien inicia el cambio cuando roba el fuego a los dioses. El no perder la esperanza del cambio es con lo que más me siento identificada.
P. ¿Qué representa para ti el fuego de los dioses que roba Prometeo?
R. El fuego es el saber, es el poder, es materia trasformadora, esa polivalencia para mí es el cambio.
Fabiola Alcázar frente al escenario de Prometeo Encadenado, versión libre del mito griego. / Foto: Javier Gragera
P. En la puesta en escena usas danzas y se ve una complicidad muy bonita entre las actrices y tú. ¿Cómo llegas a esta realización?
R. Con las chicas venimos trabajando juntas hace 4 años, empezamos haciendo talleres, siempre trabajando en equipo con ellas. El hecho de unir el background de ellas con el mío era la parte más rica de todo. No hay forma de que un trabajo salga si no es colectivo. Es un ir y venir de ideas, una retro-alimentación constante. Y un día les digo: “¿Estamos listas para hacer algo grande?”, y ellas respondieron que sí. Empezamos en setiembre del año pasado a ensayar, a formar la estructura y en la práctica fuimos armando la partitura. El uso de las telas fue una propuesta de ellas. Fue un trabajo de exploración e improvisación, y así fue. El teatro y la danza están unidos en lenguaje.
P. ¿Tres palabras que representen la obra?
R. Persistencia, nos ha costado mucho llegar acá; Esperanza, creemos en la esperanza del cambio; Perspectiva, esta obra es la unión de las diferentes perspectivas de cada una de nosotros acerca de un mismo tema: el cambio.
Débora Silva-Arrieta es diseñadora, comunicadora y siempre le inspira una buena conversación. Vive en Lima.