Fábrica de Orbaizeta y el Collado de Lauzarán

Publicado el 28 julio 2016 por Santimb @SantiMBPhotos

La Selva de Irati se encuentra en el pirineo navarro entre los valles de Salazar y de Aezkoa. Ya hemos visto dos circuitos en el Valle de Salazar, el del bosque de Zabaleta y el del santuario de Muskilda. Hoy le toca al Valle de Aezkoa, y el circuito que vamos a ver empieza y acaba en la Fábrica de Orbaizeta, atravesando el hayedo de Itolatz y los prados del Collado de Lauzarán.

Este recorrido lo realicé en noviembre, una buena época para disfrutar de los colores del otoño en un paraje como éste, tanto en el bosque como en los prados. La idea era seguir el itinerario que sube al castillo de Arlekia y luego baja por la regata de Itolatz, pero al final no vi claro cómo tomar el sendero de Arlekia y tiré por Itolatz, improvisando por el camino y haciendo una ruta diferente. Al final tampoco fue tan mala la idea y pude disfrutar del bosque y de unas vistas de los prados y los montes navarros, como la de la foto anterior con el monte Ohri al fondo.

El itinerario es circular y tiene unos 8,5km de longitud. La primera mitad es de suave ascenso, y luego por el barranco de Itolatz el ascenso es más fuerte, teniendo que superar un desnivel de casi 100 metros en tan sólo 400 de camino. Luego desde allí hay casi 1 km de subida suave y después todo es descenso hasta casi el final. La dificultad moderada es sólo por esa cuesta de la mitad.

Empezamos dejando el coche en la plaza que hay frente a la antigua iglesia y el palacio de la Fábrica de Orbaizeta, que además es punto de paso de la Senda Pirenaica, la mítica GR-11.

En 1432 ya se mencionaba una herrería en la zona, pero lo que es la Real Fábrica de Armas y Municiones de Orbaizeta operó como tal entre 1784 y 1884, siendo asaltada y destruida en numerosas ocasiones. Actualmente está en estado ruinoso y aunque hay en marcha algún proyecto para su salvaguarda y museización, es conveniente tener precaución si nos movemos por las ruinas.

Antes de empezar nuestro circuito echamos un pequeño vistazo a la parte alta de la fábrica, la que no está en ruinas porque hay quien aún usa algunas de las viejas casas de los obreros. Bajamos por la Puerta de Burguete, el que fue el primer acceso a la fábrica.

Abajo encontramos el Portal de Francia, por donde entraba el material extraido de las minas de Arrollandieta, y justo a su derecha el acceso al depósito de menas.

Desde aquí tenemos una vista de conjunto de lo que corresponde al nivel industrial de la fábrica, donde se llevaba a cabo toda la producción, o más bien de lo que queda de él.

Ya bajaremos a las ruinas al final del circuito, que nos pillará de paso. Ahora regresamos a la carretera por un camino que pasa por un huerto.

De nuevo en la plaza de la iglesia, pasamos por delante de la Puerta de Burguete y nos dirigimos al camino que sigue por la izquierda de la iglesia, que ya dicho de paso no alberga ninguna parroquia sino los trastos y enseres de los campesinos de la zona.

Justo superada la iglesia bajamos por la izquierda hacia unas naves agrícolas a las que llegamos tras cruzar el río Legartza por un puente. Luego seguimos por la derecha y justo antes de llegar a otro puente que en este caso cruza el Itolatz, hay una indicación hacia la izquierda para ir a Arlekia. Para subir a Arlekia y visitar las ruinas del castillo y las cuevas de Lutoa por ese camino hay que cruzar la alambrada. Hay quien dice que deshaciendo un nudo, hay quien dice que cinco... Yo no vi ningún nudo por deshacer, es más el camino no hacía pinta de estar tan transitado como debería, por lo que pensé que había que seguir más adelante... y crucé el puente. Realmente ése es el camino a Arlekia, así que si quieres subir tienes que pasar la alambrada. Más adelante el camino está señalizado y vas a parar al Collado de Lauzarán, donde llegaremos también siguiendo este circuito.

Nosotros proseguimos por la pista de la regata de Itolatz, un camino agradable que asciende suavemente entre enormes robles y hayas por el curso del Itolatz. De vez en cuando pasa algún camión maderero que ocupa todo el ancho de la pista, por lo que conviene no encantarse caminando por en medio.

El otoño desarrolla aquí un colorido espectacular, pero imagino que en primavera y verano los verdes tienen que ser muy intensos.

Desde una curva de la pista tenemos visibilidad sobre el Itolatz. El lugar es muy sombrío, fresco y húmedo, por lo que el musgo llega a cubrir por completo la corteza de las ramas de muchos de los árboles. Aquí intenté captar también el movimiento del agua con una exposición de 1/8″ a pulso.

Y donde el frío y la humedad permiten el desarrollo de musgo y helechos, también hay líquenes.

A medida que vamos subiendo el sol se deja ver en el camino. Para fotografiar el sol con rayos entre los árboles tienes que cerrar el diafragma lo máximo que puedas e intentar quitarle aún más luminosidad ocultándolo con algunas ramas.

Por la derecha otras regatas vierten sus aguas a la de Itolatz. En esta foto, el excesivo contraste entre luz y sombra me obligó a disparar en modo HDR.

La naturaleza siempre sorprende, como aquí con un árbol que crece sobre o alrededor de una roca, y parece que se la esté tragando.

Sobre un manto de musgo que más bien parece césped, unas minúsculas setas se disponen como si fueran sombrillas para protegerlo del sol.

Los bosques son ecosistemas que están en continua evolución y en constante competencia. Los árboles buscan la luz y por eso crecen rápido. Un árbol grande puede dificultar el desarrollo de otros más pequeños a su alrededor haciéndoles sombra, pero cuando se tala se hace la luz, y los débiles tienen una oportunidad para crecer.

Sobre el kilómetro 3,8 nos aparece un desvío a la izquierda que baja al Itolatz y lo cruza por un tablón de madera. La señalización puede despistar porque está orientada como si fuéramos en dirección contraria, y en realidad es lo que estámos haciendo, porque estamos subiendo por el camino de vuelta de la ruta de Arlekia. Bajamos hasta el río, que ofrece este aspecto desde el centro del tablón que lo cruza.

Puede darse el caso de que una riada se haya llevado el tablón, pero el Itolatz habrá que cruzarlo igualmente. Aquí la zona de cruce vista desde el bosque que vamos a cruzar.

Ahora empieza lo más duro del recorrido, la subida por el hayedo del barranco de Itolatz hasta el Collado de Lauzarán. En apenas 400 metros vamos a subir casi 100 en línea recta. Además, en este bosque es fácil perderse porque el camino no está muy pisado y las marcas del sendero, blancas y verdes, están de cara a la bajada, no a la subida, por lo que hay que seguir el camino que parezca más lógico y de vez en cuando mirar hacia atrás en busca de marcas para saber si vamos bien. Si llevas GPS, seguir el track de este circuito te servirá de gran ayuda.

La naturaleza sigue sorprendiéndonos con sus formas caprichosas. Aquí dos hayas jóvenes ayudando a uno más mayor.

Observar las pequeñas variaciones de desnivel en el suelo pueden ayudar a intuir por dónde discurre el sendero.

Y en estos hayedos siempre es una maravilla levantar la mirada hacia arriba y disfrutar de los colores que ofrecen las hojas, ya sea en primavera, en verano o en otoño.

En un rincón del bosque encontré este tronco cortado y me recordó al típico "tió" catalán, el tronco que según la tradición hay que darle de comer días antes de Nochebuena para después golpearlo con un bastón para que "cague" golosinas y turrón.

Una vez la cuesta empieza a suavizar vemos que el bosque también aclara y las hayas se mezclan con otros árboles.

Salimos del bosque y llaneamos por una zona de matorrales y helechos. Lo que ahora no recuerdo es si la salida del bosque iba acompañada de saltar una alambrada. Lo que sí tengo claro es que al final de esta zona de matorrales y helechos tenemos que pasar otra alambrada en un cruce de caminos. Estamos en el Collado de Lauzarán.

Tomamos el camino que sigue hacia la izquierda en suave subida hacia Lauzarán. Mirando al suelo vemos que no somos los únicos que caminamos por aquí.

Al final del sendero llegamos a un prado vallado y una pista mejor pavimentada. Hacia la parte alta está la cima del Arlagain, y por la valla de arriba viene el sendero de Arlekia.

Rodeamos la parte baja del prado del Arlagain por la pista. Ahora el caminar es más descansado.

Llegando al punto más alto del circuito, sobre el kilómetro 5,2, los árboles vuelven a rodear la pista, y en algún punto hasta la cubren.

A partir de aquí el camino empieza un constante descenso hasta casi el final, y la vegetación se aclara mostrándonos el paisaje navarro en todo su esplendor. Hemos pasado del bosque a los prados y pastos, a un paisaje más humanizado.

Tras estas colinas la Selva de Irati. Al fondo el , y más allá a la derecha asoman las crestas roncalesas.

Seguimos avanzando y a cada metro recorrido los elementos se reorganizan de tal manera que no puedes evitar hacer una foto detrás de otra.

A lo lejos, en un prado oscurecido por las sombras destaca el blanco de un rebaño de ovejas pastando.

Otro paisaje más de fondo de pantalla de ordenador. Y lo cierto es que lo tengo.

Sobre el kilómetro 7 del itinerario podemos ver a nuestra izquierda, en lo alto, las ruinas del castillo de Arlekia, del que poco o nada se sabe.

Poco antes de llegar a la carretera, la pista desciende en zig-zag. En una de las curvas, de la que sale un camino que va a un prado, hay un remolque cisterna abandonado en la cuneta. El óxido tiene su encanto.

Llegamos a la carretera que nos lleva de nuevo hasta la Fábrica de Orbaizeta. No es muy transitada y sólo vamos a caminar 600 metros por ella. En cualquier caso la carretera está bien señalizada. Peligros los justos.

Llegados a la Fábrica de Orbaizeta, entramos en el recinto para visitar las ruinas. La entrada es libre y desatendida, y hay algunos paneles explicando los diferentes edificios y sus funciones, pero algunos de estos paneles no son completamente legibles. Hay vallas que nos impiden acercarnos a aquellas paredes o restos que puedan suponer un riesgo, pero no está de más extremar algo más las precauciones. Aquí los hornos y la entrada al recinto al fondo.

La imagen más famosa de la Fábrica de Orbaizeta son los arcos sobre el canal del Legartza, el río desviado para dar energía a los fuelles de los hornos. Esta foto hay que tomarla desde debajo del puente de la carretera, bajando por el lado opuesto a la entrada al recinto.

Finalizamos ya el recorrido regresando por la carretera al lugar donde hemos aparcado el coche.

Al lado del viejo palacio hay una casa donde venden quesos de la zona. Si te gusta el queso de oveja curado, los quesos de los valles navarros harán tus delicias.

Yo los he probado los de Roncal, de Salazar, de Aezkoa y de Roncesvalles, y todos son diferentes. Y para mí estos les dan cien vueltas al conocido Idiazábal.

Un último vistazo a la Fábrica de Orbaizeta con el sol del atardecer ya muy bajo.

Y hasta aquí este circuito por las montañas navarras. Espero que te haya gustado y que te anime a ir. La verdad es que sin ser muy espectacular vale la pena, por los bosques y los paisajes, y que deber ser tan bonito en otoño como en primavera o verano. Y me da a mi que hasta en invierno puede ser chulo con un poco de nieve. ¿Por qué no?

Cómo llegar a la Fábrica de Orbaizeta