La “Fábula del falo” ha resultado ser una sorpresa múltiple, por lo que se ha ganado una zambullida en este agua salada sin ningún lugar a dudas: no solo se trata de un libro del que nunca había oído hablar (localizado por casualidad mientras buscaba algo muy distinto en una librería on-line de libros de segunda mano) sino que además está enfocado desde un punto de vista mucho menos irónico y cómico de lo que había imaginado: se trata de un estupendo ensayo que gira alrededor de la figura icónica del falo masculino, enfocado desde perspectivas sociales y culturales de diversa índole.
El ensayo está estructurado de una forma muy clásica, nombrando casi todos los capítulos de la forma “El falo / X”, según sea la perspectiva desde la que se va a observar en cada caso: “El falo ausente”, “El falo/Baudelaire”, “El falo falible”, “El falo Drácula”, “El falo mercancía” y “La mujer fálica” son algunos de los más llamativos y enriquecedores.
"Lo que pasa es que un hombre con falo comienza por no tener falo. El falo es una cosa de la que nunca se habla, ni siquiera en aquellos momentos en que ha tenido actuación decisiva –un embarazo, un parto. Es lo que llamo falo ausente, y que convierte el falo en el rayo de luz que atraviesa el cristal sin romperlo ni mancharlo. Falo ausente es el falo que la sociedad convencional, por tenerlo tan presente, decide ignorar. El niño, cuando comienza a reflexionar, encuentra que nadie tiene falo, puesto que nadie habla de eso, entre los adultos, excepto él, con lo que empieza a experimentar, a vivir su falo como monstruosidad y como culpa. La educación antisentimental tiene unos efectos contrarios a los previstos: el niño no ignora su falo –empresa imposible–, sino que lo vive como culpa, se vive culpable, y esto da lugar a los “vampirismos del falo”, de que luego hablaremos."
Es emocionante conocer la opinión sobre estos temas de un personaje al que admiro tanto como al maestro Umbral, que en este libro se retrata como una persona coherente, sabia, con una sensibilidad muy especial y con capacidad suficiente como para relativizar su condición biológicamente masculina y enfocar los asuntos fálicos con una mirada global y no contaminada por los roles socialmente convencionales.
"El niño tiene algo que ocultar, un pequeño bulto, y el que tiene algo que ocultar es obviamente culpable."
En una sociedad donde la presencia del hombre ya no es imprescindible para la mujer en el momento de la fecundación (pudiendo sustituirse por tubos de plástico esterilizados y sin sentimientos) ni para el placer en el caso de las hetero y bisexuales (pudiendo sustituirse, una vez más, por juguetes sexuales de toda índole y condición, rompiendo los límites de la fantasía), los genitales masculinos se convierten en "un lujo de la fisiología, como Baudelaire, innecesario para todo, es un lujo para la Historia. (...) El falo/Baudelaire es en alguna medida el falo de Baudelaire, inútil y frustrado, o quizá es todo lo contrario, que viene a ser lo mismo: un objeto de juego erótico, un lujo inútil de la fisiología que por eso mismo fascina."
Umbral afirma, (hablando de la habitual confusión arenosa entre sueño y realidad), que nuestra naturaleza, instintos y sensaciones más oscuras y subconscientes no parecen ser tan distintas de las que experimentaron los primeros homínidos allá en la noche de los tiempos. La sociedad lo viste todo con sus disfraces de humo y PVC, pero seguimos siendo animales. Siguiendo con la reflexión temporal, impresiona lo actual que este libro sigue siendo a pesar de estar publicado en marzo de 1985, (cuando algunos, todavía, ni siquiera habíamos nacido).
Aquí también se trata de la censura católica y, de una forma más extensa, del eterno dilema de si el problema no estará en el ojo de quien mira.
"¿Por qué nos violenta nuestro propio desnudo? Porque nadie está reconciliado consigo mismo. Lo que en nosotros hemos clausurado –a veces exhibiéndolo, como ocurre con buena parte del desnudismo burgués y “ecológico”–, se nos manifiesta en el cuerpo de otros. Tengo escrito que un cuerpo es lo más parecido a un alma. Quizá el cuerpo, siempre oculto, no sea otra cosa que lo que los antiguos llamaron alma."
Umbral comenta una antigua noticia en la que un cardenal sevillano cinceló los genitales de unas esculturas romanas en base a no se sabe qué trauma no solucionado, y leo esto en el mismo día que me cuentan que existen películas pornográficas especiales para curas y monjas (en un primer momento pensé que su peculiaridad sería la de estar pixeladas pero me dicen que no, que lo que las caracteriza es que aparecen sotanas) y, también en el mismo día, unas señoras muy amables me paran por la calle para ofrecerme un ejemplar de una pequeña revista muy manoseada que informa de la problemática de la pornografía en la sociedad actual desde un punto de vista católico: luce el sol... todo va mucho mejor que bien... así que declino su ofrecimiento sin detenerme a preguntarles qué demonios les pasa con la pornografía: por qué, exactamente, piensan que es maligna per se y por qué quieren erradicarla. Al igual que ellas, yo tampoco soy quien para imponer mis convicciones al resto. Y al igual que Umbral, opino que...
Los falos cincelados, por cierto, terminaron siendo objeto de museo, y Umbral reflexiona al respecto de esta forma sublime:
"El falo deificado, el falo simbólico de los dioses, emperadores y atletas que mutiló el cardenal franquista/antifranquista, sólo se liberó de su condición de rehén de un símbolo para entrar en la triste y fría condición museal. Esta es la lenta y tediosa historia de sus veinte o veinticinco siglos. Otro Dios (aunque los dioses siempre son los mismos) les da por fin vida verdadera, la vida de la muerte: la única que pueden dar los dioses."
Según avanza, el libro se torna más y más interesante. Como muestra, un fragmento más, extraído del capítulo “La mujer fálica”:
"Entiendo por mujer fálica aquélla que ha invertido su papel en la sociedad, que ha decidido pasar al ataque, no por un conocimiento feminista, sino por un sentido muy macho –y muy femenino, al mismo tiempo– de la feminidad. Son mujeres que no engañan en cuanto al poder social/sexual de la hembra, que no juegan el juego de la debilidad o la ingenuidad. (...) No diremos, freudianamente, tópicamente, que sean mujeres con nostalgia de falo, ni mucho menos. Son, simplemente, mujeres que viven la feminidad como individualidad. O, dicho de otra forma, mujeres en quienes puede más el individuo que la especie o el sexo.La conducta fálica de estas mujeres quizá descienda directamente de las amazonas legendarias. Uno prefiere creer que son mujeres en quienes la feminidad se ha realizado plenamente, en su variante agresiva, y que acaban así con el tópico de la pasividad femenina."
Cuando ya se ha alcanzado el empacho de pseudo-feministas ridículas que necesitan consultar a su macho de turno dominante hasta la más mínima decisión de su día a día, y de eternas adolescentes que han adoptado para siempre el rol de la princesa del guisante y, vacías, salen a diario a la calle a hacerse las guapas... de pronto uno se topa con el párrafo de arriba, lo lee de hito en hito, y la reacción que surge de forma espontánea es ponerse a dar saltos de alegría al grito de “¡Viva, viva!”. Porque otra realidad es posible, la voz de Umbral alimenta susurrándolo desde el otro lado...
Hay muchas más reflexiones en torno al falo dentro de este libro, que no caben en esta reseña, por lo que invito a todo el que haya llegado hasta aquí a que consiga un ejemplar y se deleite entre sus páginas. El respeto y la admiración que sentía por Umbral florece aún más esta noche. Allá donde esté, brindo por él y le doy las gracias.
"La mujer como juguete de la especie y el falo como juguete de la mujer. Los papeles se han invertido."