Factual: Israel vs. Palestina

Publicado el 29 noviembre 2012 por Fimin

29 de Noviembre del 2012 | etiquetas: Factual, Conflicto Oriente Medio, Manel Carrasco Twittear

Hay conflictos que nacen y mueren en lo que dura un telediario. Ocupan una portada (sólo una) de un periódico de provincias y pasan a alimentar el polvo de las hemerotecas, olvidados para siempre, resueltos o no. Otros son tan viejos como el hombre, enquistados y correosos: así pasen milaños seguiremos hablando de ellos. Y luego está el problema de Israel y Palestina, que es como la horma del zapato de toda la comunidad internacional.

Ni toda la buena voluntad del mundo, ni todas las estrategias de mediación habidas y por haber, ni todos los llamamientos a la paz han servido para encontrar una solución que siempre parece próxima y siempre se revela lejana. Hay demasiadas fuerzas en colisión paraparar la lenta sangría de uno de los puntos más inestables del mundo. Y ahí siguen, copando portadas, engrosando el número de víctimas de la población civil, repitiendo un cuento viejo que no parece tener final.

Los últimos enfrentamientos entre Hamás y el gobierno israelí son unnuevo eslabón. Y cuando se acalla el estruendo de los misiles salta a primera plana la investigación sobre el posible asesinato de Yasser Arafat. El líder palestino murió hace siete años, pero los rumores sobre su presunto envenenamiento han persistido hasta hoy. Suma y sigue. El cine ha retratado la naturaleza del conflicto y sus consecuencias desde prismas muy diferentes. Desde la formación del estado de Israel hemos tenido dramas, comedias, biópics, thrillers… Rodados sobre el terreno o desde la cómoda distancia de un plató de Hollywood, partidarios de israelíes o de palestinos, o del entendimiento entre los pueblos, de Amos Gitaï a Oliver Stone pasando por… errr… Christopher Lambert. A menudo los mejores entre ellos reflexionan sobre el conflicto y sobre sus posibles soluciones con más ahínco de lo que, desgraciadamente, acostumbra a hacer la comunidad internacional. La ficción suele ser el mejor instrumento para pulsar la realidad, y en filmin tenemos muchos ejemplos de ello.

Vals con Bashir (2008)

Toda guerra engendra sus traumas. Los hay de personales y los hay de colectivos. Los de Ari Folmanlo catapultan del sueño de la primera juventud al pesadillesco despertar de la guerra del Líbano.Folman emprende un viaje en busca de sus antiguos compañeros de armas con el objetivo de recuperar la memoria de aquellos días, que culminaron en la espantosa masacre de Sabra y Chatila. Por el camino una manada de perros salvajes, un ejército que emerge desnudo de las aguas y un soldado que valsa al son de una lluvia de balas. Folmanse valedel extraordinario poder sugestivo de la animación (que parece rotoscopiapero no lo es) y presenta un relato brutalmente realista, aderezado con todo el lirismo que permite una memoria fragmentada. Vals con Bashir huye de las grandes consignas y prefiere la experiencia particular de un grupo de soldados que sangran en el fragor de la batalla y en el recuerdo de aquellos días, treinta años más tarde. Porque las víctimas pesan en el bando civil, pero los soldados que se ven en medio de esa locura no salen indemnes de la experiencia. En el seno de una sociedad tan militarizada como la israelí, el mensaje de la película actúa (perdonad el símil) como una auténtica bomba de mala conciencia. El dedo se retuerce en la llaga durante los ochenta minutos de este imprescindible híbrido entre la ficción y el documental servido bajo los códigos del cine animado. Al final, cuando cesa el vals y los ejércitos se repliegan, sólo quedan peleles heridos que vuelven una y otra vez al mismo escenario donde vieron morir y matar, como cada generación que ha poblado esa bonita tierra. Uno de los mejores films de su año, nominado al Oscar de habla no inglesa, tan contundente que debió asustar a más de un académico.

Persona Non Grata (2004)

Decíamos que uno de los motivos que ha llevado el conflicto arabo israelí (de nuevo) a las portadas de los periódicos es la exhumación del cuerpo de Yasser Arafat para corroborar o no las sospechas de que murió envenenado. En 2002, un ínclito cineasta norteamericano conocido por todos se embarcó en un documental de coproducción española sobre la figura del que fuera líder de la Autoridad Nacional Palestina: nada más y nada menos que Oliver Stone, que con sus camisas imposibles y su aire socarrón lleva unos años empecinado en poner de los nervios al ala conservadora de la sociedad norteamericana. Stone retrata a Arafat en uno de sus momentos más críticos, cuando la ofensiva israelí sobre los territorios palestinos lo mantiene asediado en Ramala. Armado con un pequeño equipo de rodaje, el cineasta (vestido con colores extrañamente sobrios, muchas gracias) igual se lanza a las calles, donde busca pulsar el ambiente que se respira, que se encierra en despachos con algunos de los principales actores del conflicto. Arafat queda como un protagonista omnipresente y ausente, aislado a la fuerza en su pequeña fortaleza mientras los enfrentamientos prosiguen. Ante el objetivo de Stone desfilan nombres conocidos como los de Ehud Barak, ShimonPeres y Benjamin Netanyahu (y el futuro ministro Moratinos, por cierto) y otros más anónimos como los de los integrantes de Hamás o de las brigadas de Al-Aqsa. Al final, como no podía ser de otra manera, el documental que Stone brinda a la serie “AmericaUncover” dice tanto del conflicto que se está desarrollando como de la personalidad atropelladora del cineasta.

Zona Libre (2005)

Rebecca, Hanna y Leïlaemprenden un viaje inesperado hacia la zona libre entre Siria e Irak con el objetivo de recoger una importante suma de dinero de manos de un palestino al que apodan “El Americano”, pero las cosas no salen como tenían previsto. Quien sí lo tenía todo previsto era el israelí Amos Gitaï, uno de los nombres más importantes del cine de su país. Analista de la sociedad en la que vive y de la que se alimenta, pocos como él saben leer las grandes fracturas del pasado como elementos fundamentales del presente israelí. Maestro del plano secuencia, cronista valiente y a menudo árido, Gitaï comparte con Ari Folman su alergia a las consignas más simplistas y prefiere presentar los claroscuros de un país en frágil equilibrio entre la tradición y la necesidad de progreso. La narración se adentra en los arrabales de ninguna parte, de una zona libre que no siempre se puede ver desde Tel Aviv y que vive en medio del barro y de la escasez, incubando odios y tensiones.  En Zona LibreGitaï se sirve de la road-movie para mostrarnos, a través de los ojos de la joven Rebecca, lo que no siempre se percibe pero nunca acaba de desaparecer. Para ello cuenta con la complicidad de Natalie Portman (Tutatis nos la conserve muchos años) y de dos actrices como HannaLaszlo y HiamAbass tan imprescindibles para la cinematografía nacional como interesantes de ver en producciones que traspasan sus fronteras. Puede que no sea la película más perfecta de su filmografía, pero sí es una excelente muestra de las inquietudes que traspira uno de los mejores directores de Oriente Próximo.

Paradise Now (2005)

En la ceremonia de los Oscar de 2006 Will Smith salió al escenario a presentar los nominados al premio de la mejor película de habla no inglesa. Cuando llegó el turno de Paradise Nowdijo que venía de los territorios palestinos. La anécdota tiene cierta notoriedad porque la película inicialmente debía ser presentada como proveniente de la Autoridad Palestina. El enfado de su director, Hany Abu-Assad, y la polémica posterior obligaron a la Academia a rectificar. No ganó, pese a que era la más valorada del quinteto de nominadas, aunque más que al incidente de la ceremonia deberíamos atribuir que se fuera de vacío al espanto de los académicos por la crudeza de su planteamiento. La propuesta de Abu-Assad sigue a Khaled y a Said, dos jóvenes palestinos preparados para inmolarse pegados a una bomba. Pero las cosas no salen bien y un nuevo horizonte se abre ante ellos. Con semejante premisa Paradise Nowapunta a una película brutal, descarnada, que bucea en los motivos y los mecanismos que llevan a dos jóvenes con todas las ganas de vivir al alcance a querer suicidarse y llevarse por delante a cuantos más, mejor. La película apunta a todo ello y lo consigue sobradamente.  Hay que tener mucho valor para presentar un producto de semejante calado, pero una vez reconocido el arrojo también hace falta talento para llevarlo a buen puerto. Hany Abu-Assad y su equipo lo tienen en abundancia.

Yossi & Jagger (2002) / Caminar sobre las Aguas (2004)

En el año 2002 Eytan Fox recoge un hecho real ocurrido en los cuarteles del ejército israelí y arma un drama sobre dos jóvenes oficiales de un puesto fronterizo que, contra la presión de todo su entorno, se enamoran. Los problemas que ello acarrea son un dolor de cabeza más en la rutina del servicio militar, que en Israel además de ser obligatorio dura hasta tres años en el caso de los varones. Yossi y Jagger se quieren sin tapujos, empiezan una relación al abrigo de injerencias ambientales, pero la sensación de quemar sus años de juventud en un agujero de la frontera entre Líbano e Israel es un lastre que cuesta sobrellevar. El día a día marcial del campamento, el día a día frenético del amor… el choque de realidades no se hará esperar.

Dos años más tarde, Fox afila sus armas como director y entrega Caminar sobre las Aguas, sobre un endurecido miembro del Mossad que traba amistad con un joven turista alemán para llegar hasta su abuelo, un criminal nazi huido. Fox juega con cartas conocidas pero muy efectivas. A través de la relación que se establece entre los dos jóvenes y sus periféricos la narración nos habla de Palestina y del Holocausto, de homosexualidad y de fraternidad. También de la diferencia que supone ser leal a unas consignas o a unas ideas y del ancho mundo que a menudo se abre entre unas y otras. Sin las inquietudes autorales de Gitaï, la película opta por una narración más canónica que atrapa al espectador desde el primer instante. Lejos de toda aridez, la historia se deja ver con agrado y con una soltura narrativa que a menudo la acerca al cine hollywoodiense. Quizá sea la mejor película de Eytan Fox, la que retrata con más precisión sus inquietudes personales, así como la creencia firmemente arraigada de que sólo la amistad (en cualquiera de sus formas) funciona como motor de curación de nuestros peores traumas. Sin ella –parece decirnos una y otra vez- estaremos perdidos.

Los Limoneros (2008)

Salma es una viuda palestina que asiste estupefacta a la llegada de un nuevo vecino: el ministro de defensa israelí. El problema es que la propiedad del político linda con un campo de limoneros que para la buena mujer tienen un importante valor sentimental, así que cuando la policía decreta que los árboles son una amenaza para la seguridad del nuevo vecino y que deben ser talados,  Salma se embarca en una cruzada personal para salvar su más querida propiedad. Los limoneros diagnostica en el pequeño y sencillo mundo de la protagonista el estado del conflicto existente entre la comunidad israelí y la palestina, así como la necesidad de tender puentes en un momento, el que describe el film, en el que lo que se levantaba era un muro. Con un tono cercano a la fábula Eran Riklis acompaña a la actriz HiamAbass (a quien ya hemos visto en Zona libre) por los caminos que transita una película que no busca el puñetazo en el estómago como otras propuestas, pero que nos acerca certeramente y con talento a la realidad de sus personajes por la vía de la empatía hacia una mujer corajuda y hacia una constelación de personajes que apelan a la solidaridad como modo de vida.

Hemos presentado siete ejemplos de cine sobre Oriente Próximo, pero hay más, muchos más. Vete y vive (2005), Je veux voir (2009), Ajami (2010), The Point Men (2001), la de Christopher Lambert), Domicilio privado (2004). Volveremos sobre ellas, seguro. Es una certeza trágica, porque hay conflictos que siempre regresan a la portada de los periódicos y éste es uno de ellos.