Imaginad un mundo donde leer es un delito y los libros están prohibidos. Donde los edificios no son inflamables y los bomberos se dedican a la noble labor de quemar los libros, las casas que los alberguen e incluso a quien ose defenderlos de la quema. Según las autoridades leer vuelve infeliz a la gente pues hace pensar, así que la sociedad del bienestar exige la desaparición de los libros. A la gente se la mantiene distraída con insulsos programas de televisión, para lo cual en las casas las pantallas ocupan paredes enteras: "La televisión, esa bestia insidiosa, esa medusa que convierte en piedra a millones de personas todas las noches mirándola fijamente, esa sirena que llama y canta, que promete mucho y en realidad da muy poco."
Montag es un miembro del cuerpo de bomberos orgulloso de su trabajo hasta que conoce a Clarisse, una chica de 19 años, que le hace pensar. Comienza a no entender que haya gente capaz de arriesgar su vida por unos libros y salva algunos que debería quemar. Leer y pensar le hacen consciente de su propia infelicidad y no ve otro camino que enfrentarse a todo lo que ha sido su vida hasta el momento. Su último trabajo como bombero es quemar su propia casa.
“La sola sospecha de que en el futuro el arte resultará devorado por la ciencia me angustia. Todos los días topamos con personas que desean la destrucción de la sabiduría humanista recogida por los hombres para poder manejar a estos como máquinas. Hitler, sin ir más lejos. El tema de Fahrenheit 451 surgió de esta obsesión y del descubrimiento de un documento de 1790 que exigía a los bomberos norteamericanos la quema de cualquier libro de influencia británica en las colonias. El firmante de esa orden era nada menos Benjamín Franklin”.
Fahrenheit 451 es la obra más emblemática de uno de los mejores autores de ciencia ficción de la historia. Ser uno de los libros capitales de la ciencia ficción puede ser un argumento más que suficiente para leerlo, ante lo cual lo que yo diga resulte superfluo, pero aún así voy atreverme a recomendarlo. No solo porque es un buen libro de ciencia ficción, sino porque es un buen libro, buena literatura. Tiene un tema sugestivo y profundo, una manera de contar que atrae y engancha, y un estilo sencillo con un toque poético característico del autor. Y para los que por pereza no se han decidido aún, diré que también es fácil de leer, entretenido y cortito.
Existe una adaptación de igual nombre para la gran pantalla dirigida en 1966 por François Truffaut y protagonizada por Oscar Werner (Jules et Jim) y Julie Christie (Doctor Zhivago). Los críticos son unánimes en alabar la estupenda banda sonora de Bernard Hermann (Taxi Driver, Psicosis), pero no se acaban de poner de acuerdo sobre la película. A mí no me gusta y creo que el libro da para mucho más. Visualmente no es nada atractiva, con una puesta en escena muy escueta, rondando el cutrerío, supongamos que en parte debido al escaso presupuesto. No es que piense que haya que envolver la historia en un alarde de efectos especiales; al contrario, un exceso de espectacularidad visual al que se podrían prestar algunos pasajes del libro desviaría la atención del espectador de un argumento de por sí interesante, pero estoy convencido de que se merece algo mejor que lo que ofrece Truffaut. Aunque el guión de la película es bastante fiel a la historia original, en el camino de adaptación se pierde mucho y el resultado final no emociona, no transmite, es una narración que avanza a saltos. Las interpretaciones no pasan de discretas, aunque tiene su mérito que Julie Christie encarne a las dos protagonistas femeninas. En esta época de tanto remake, ya podría atreverse algún director imaginativo a replantearse esta obra y realizar una película que merezca guardar en la memoria.
Como curiosidad, hay que señalar que a Ray Bradbury no le hizo la menor gracia que Michael Moore reinterpretara la portada de su libro más popular para poner título a la película Fahrenheit 9/11, en el que éste jugaba con la fecha del atentado del 11S (los norteamericanos ponen el mes antes que el día) contra las Torres Gemelas, para sugerir “la temperatura a la que arde la libertad”.
Bueno, supongo que aunque no hayáis leído el libro ni visto la película a estas alturas ya sabréis que 451 grados en la escala Fahrenheit (unos 233 grados centígrados) es la temperatura a la que arde el papel, el de los libros en este caso.