Nadie habla, sin embargo, de la España vaciadora, y esa la conozco también. La de esos pueblos pequeños en los que cualquier pequeña posibilidad de progreso queda cercenada por los que se creen dueños de su vida, de los ingresos de sus vecinos y de cualquier posible actividad que pueda desarrollarse en ellos.
Son, por ejemplo, los que salen en esos programas de la tele regional porque no tienen Internet, pero que luego denuncian que la antena que podría proporcionar su señal incumple no sé que norma o que ésta hace feo, lo que sea, y nos joden a todos. Los mismos que tienen un adefesio presidiendo la entrada del pueblo. Pero eso no importa, claro, porque ellos dan vida al pueblo (gesto de sacar pecho).
Los que no deben de dar vida son los que intentan abrir un negocio o impulsar la vida en el pueblo, los que vienen de fuera y para los que siempre hay una pega. Porque ellos siempre quitan trabajo o posibilidad de desarrollo a los locales (que no se saben quiénes coño son, porque solo aparecen en fiestas, con suerte). Otro día me extenderé sobre esto.
En fin, que es muy bonito eso de manifestarse en Madrid y arengar contra el olvido de los malos de turno. A ver si un día nos convertimos en verdaderos defensores de nuestros pueblos, y no en los herederos de la gata Flora, esa que si se la meten grita, y si se la sacan llora. A lo mejor así igual nuestros pueblos dejarían de ser reductos de egoísmos plañideros (e interesados), y tienen, de verdad, alguna posibilidad de seguir siendo de verdad (pero para todos).