Desde tiempos inmemoriales, los líderes políticos y religiosos (y otros denominados "de opinión") han manipulado a grandes sectores de la población utilizando argumentos basados en la emotividad antes que en el razonamiento objetivo. Por supuesto que donde hay un manipulador debe haber también alguien manipulable, dispuesto a abdicar en su raciocinio en aras de la seguridad que le ofrece un sistema de creencias abundante en porvenires paradisíacos, y la pertenencia al grupo humano que las profesa. Tal renuncia a la lógica constituye el principio de los argumentos falaces o sofismas, los cuales -valgan verdades- no se limitan únicamente al discurso demagógico de aquellos líderes, si no que forman parte de nuestro cotidiano discurso.
El tema es vasto por cierto, y excede con creces los propósitos de un humilde blog construido para hacer más soportables las horas de insomnio del autor, por lo cual se presentan a continuación aquellas falacias más frecuentemente utilizadas:
Falacia de generalización. Una de las más difundidas, consiste en llegar a conclusiones basándose en una experiencia limitada y estadísticamente no significativa. En su versión más benigna y cotidiana, sirve de sustento para los "conocedores" de todo tipo de cosas, aquéllos que -por ejemplo- opinan pomposamente acerca de la calidad de un restaurante habiendo asistido solamente una vez, o que pretenden describir a "la mujer" o "al hombre" de una determinada nacionalidad, como si de una población absolutamente homogénea se tratase (p.ej: "el hombre peruano es trabajador"). Es también esta falacia la favorita de los charlatanes ("naturistas" o "alternativos"), que basan la pretendida eficacia de sus productos casi exclusivamente en testimonios aislados, ocultando pícaramente sus fracasos, y olvidando deliberadamente que muchas dolencias presentan en ocasiones, remisiones espontáneas. Asimismo utilizan aquéllos la falacia de generalización para echar una sombra de duda sobre toda la medicina convencional, poniendo un énfasis desmedido en los efectos secundarios de algunos medicamentos (sin tomar en cuenta que no todos los fármacos son iguales, y que no todas las personas reaccionan de igual manera ante el mismo medicamento); tal error trasciende la propaganda de los charlatanes y suele ser muy común en la población general, expresándose en frases como: "las medicinas me caen mal" o "las pastillas no me hacen nada". En su versión más nefasta, la falacia de generalización ha sido históricamente el principal acicate para persecusiones de toda índole; se aprovecha aquí las características (verdaderas o ficticias) de unos cuantos individuos para luego atribuírselas a todos los representantes de su grupo (ejemplos abundan: "los judíos son avaros", "los árabes son terroristas", "los alemanes son racistas", seguido de un largo y deplorable etcétera).
Falacia de autoridad (argumentum ad verecundiam). Uno de los principales escollos para el avance del conocimiento y motivo de persecuciones de toda clase, utiliza la opinión de una figura de autoridad como argumento incuestionable, que no admite desviación alguna. En el campo de la ciencia, la "verdad revelada" en la Biblia (o cualquier otro texto elevado a la categoría de sagrado) ha sido generalmente el único argumento de los dogmáticos para oponerse a cualquier tipo de descubrimiento científico (la historia es generosa en ejemplos: Galileo y el heliocentrismo, y Charles Darwin y la evolución, por poner sólo dos). En el terreno de la política, los extremistas de un lado o del otro suelen limitar sus argumentos a monótonas citas textuales del líder supremo, tildando de "revisionistas" a quienes osen apartarse en lo más mínimo de las férreas fronteras ideológicas impuestas. Más cotidianamente, en medios donde la educación tiene como objetivo la ciega obediencia antes que el desarrollo de una ciudadanía consciente de sus derechos, las preguntas de los alumnos suelen tener como respuesta paradigmática: "porque el maestro lo dice".
Falacia populista (argumentum ad populum). Otra de las preferidas por la demagogia política, consiste en afirmar conviccionalmente una supuesta verdad aludiendo al número de sus defensores (p.ej: "¿cómo no va a ser cierto, si el 90% lo cree así?"). Clásicamente se ha refutado esta falacia recordando creencias desechadas en la actualidad pero aceptadas mayoritariamente en la antigüedad (por ejemplo, la idea de que la tierra es plana).
Falacia de la repetición (argumentum ad náuseam). También favorita dentro de las lides políticas, recurre a la repetición constante de una aseveración como sustento único de su validez. Tiene como paradigma aquella conocida frase del líder nazi Joseph Goebbels: "miente, miente, que algo queda".
Falacia por ignorancia (argumentum ad ignorantiam). Frecuentemente utilizada para sustentar tesis religiosas, afirma la veracidad de una proposición basándose en la ausencia de pruebas en su contra (ejemplo típico: "Dios existe, nadie ha podido probar que no es así").
Falacia del falso dilema (falsa disyunción). Consiste en reducir una situación a sólo dos posibilidades presentadas como antagónicas, de modo que la descalificación de una de ellas debe supuestamente reforzar a la otra. En política, se esgrime esta falacia para defender gobiernos autoproclamados como insustituibles o "salvadores de la patria" (p.ej: a quienes critican las violaciones de derechos humanos por parte de grupos paramilitares apoyados por dictaduras, se les recuerda obsesivamente los crímenes cometidos por los grupos subversivos, como si sólo pudiese escogerse entre ambos extremismos deleznables). En el campo de la religión, no es raro que se utilice como argumento a favor de la presencia divina en ciertos hechos considerados como milagrosos, la simple ausencia (quizás momentánea) de una explicación científica rigurosa ("la medicina no puede explicarlo, ¡milagro!"); igual sucede con quienes se deleitan con descalificar incesantemente a diferentes teorías de aceptación mayoritaria en la actualidad (p.ej: la evolución o la gran explosión), creyendo que con ese simple accionar, están revitalizando el Génesis.
Falacia dirigida a la persona (argumentum ad hominem). Favorita del periodismo sensacionalista (manejado por grupos de poder), en lugar de refutar directamente los argumentos de un oponente ideológico, busca la simple descalificación de su persona en base a características suyas que no guardan relación con el argumento (p.ej: "¿cómo van a darle credibilidad, si es comunista?"; otro ej: "¿cómo puede opinar sobre el aborto un sacerdote, si no sabe lo que es tener un hijo?"). Sí resulta válido hacer alusión a una característica de la persona cuando aquélla influye directamente en el hecho en cuestión (p.ej: desconfiar de un procedimiento médico realizado por alguien que no ha estudiado medicina; en este caso, el estudio de tal disciplina sí es indispensable para el ejercicio de la misma).
Falacia de las emociones (sofisma patético). Intenta apelar a las emociones del interlocutor (miedo o culpa), en vez de a la razón. Un ejemplo cotidiano es el de las abuelas que intentaban embutirnos hasta el último rastro de comida recordándonos a "los niños pobres que no tienen qué comer" (como si nuestra saciedad pudiera llenarles el estómago). En política, no es raro acudir al patriotismo de la población para defender cualquier tipo de argumento, sin importar la veracidad del mismo (en los conflictos territoriales es la norma, ninguno de los dos bandos se preocupa realmente por la verdad de los hechos originales, la posición nacional debe ser defendida ciegamente, a capa y espada, so pena de ser calificado como "traidor"); cabría citar aquí a Samuel Johnson: "el patriotismo es el último recurso de los bribones". También puede encontrarse este sofisma en quienes apelan a la ira divina para erradicar de raíz cualquier pensamiento herético ("¡ofendes a Dios con tus blasfemias!").
Falacia de la consecuencia (argumentum ad consequentiam). Relacionada con la anterior, consiste en descalificar la veracidad de una posición refiriéndose a sus posibles consecuencias negativas, generalmente de forma exagerada y apelando al miedo (p.ej: "¿cómo no puedes creer en Dios? ¿no te resulta terrible el que no haya vida después de la muerte?", se puede refutar diciendo que la realidad no tiene que ser como uno quiere que sea; otro ej: "si se permite el aborto durante las primeras semanas, entonces nada impedirá que se lleve a cabo en cualquier momento del embarazo o inclusive despúes del parto, sería el inicio de un genocidio").
Falacia de eludir la cuestión (ignoratio elenchi). Frecuente también en política, consiste en evadir el tema central a ser demostrado, desviándose hacia temas distintos, que suelen generar consenso, pero que no sustentan la posición inicial (p.ej: si se denuncia la contaminación ambiental que genera una empresa minera, el vocero de dicha compañía responde hablando sobre la importancia de la minería en la economía del país y del apoyo que está dando la empresa denunciada a la educación en los poblados aledaños; otro ej: se cuestiona como excesiva la pena de muerte a violadores, y el que apoya dicha pena habla sobre las consecuencias psicológicas en las víctimas de violación).
Falacia de la conclusión equivocada (non sequitur). En la cual la conclusión no se puede deducir lógicamente de las premisas presentadas. Frecuente entre los charlatanes, que esgrimen abundantes argumentos médicos, algunos de ellos veraces, para terminar concluyendo que su producto es útil, sin que la verborrea previa lo demuestre efectivamente (p.ej: "el magnesio es importante para múltiples funciones fisiológicas, por lo tanto, debe usted tomar suplementos de magnesio todos los días", en este caso, el rol que juega una sustancia en el organismo no implica necesariamente que deba suministrarse en exceso, más allá de lo que la ingesta diaria contenida en los alimentos puede proveer).
Falacia de la falsa causa (cum hoc, ergo propter hoc). Afirma que dos eventos que ocurren consecutivamente tienen necesariamente una relación causa-efecto, olvidando que puede existir un tercer factor que sea la verdadera causa o que se trate de una simple coincidencia (p.ej: "los homosexuales suelen padecer de depresión, por consiguiente, la homosexualidad produce depresión", no toma en cuenta que la discriminación social que muchas veces padecen los homosexuales puede ser el factor subyacente que desencadena la depresión; otro ej: "una vez soñé que sufría un accidente y pocas semanas después mi vecino se accidentó, mis sueños son proféticos", excluye la posibilidad más lógica de una mera coincidencia, incurriendo además en una falacia de generalización).
Falacia por falsa analogía. Intenta equiparar dos situaciones sin tomar en cuenta las diferencias existentes (p.ej: "si yo pude dejar de fumar, tú también puedes hacerlo", no considera que la vulnerabilidad para la adicción varía entre las personas).Conocer y detectar estas y otras falacias en la diaria interacción verbal con otras personas, puede ayudar aunque sea en parte a reducir (no caigamos en la ingenuidad de pretender erradicar) los efectos perniciosos que aquéllas pueden llegar a tener, tanto a nivel individual como en la sociedad.