Falacias económicas: el progreso tecnológico destruye empleo

Publicado el 06 mayo 2015 por Polikracia @polikracia

Hace casi tres meses publicaba un artículo sobre David Ricardo y algunas de sus ideas más básicas. Retomo la lectura de su obra más importante para analizar la vigencia de sus ideas en lo referente a la maquinaria. En su capítulo XXXI, Ricardo investiga la influencia de la maquinaria sobre los intereses de las clases sociales. El economista parte de la base de que la introducción de maquinaria en cualquier rama de la producción, en tanto que efectúa un ahorro de trabajo, constituye un bien general. No obstante, aunque el terrateniente y el capitalista se veían claramente beneficiados por el progreso tecnológico, para Ricardo este progreso y la consecuente sustitución de la maquinaria por el trabajo humano es muy perjudicial a los intereses de los trabajadores.

Elabora un pequeño modelo para concluir que el descubrimiento y uso de maquinaria supone la destrucción de empleo. Según su razonamiento, “con cada aumento del capital y de la población subirá el precio de las subsistencias, a causa de ser más difícil su producción. La consecuencia de un alza de las subsistencias será una subida de los salarios, y toda subida de salarios origina una tendencia a que el capital ahorrado se destine, en proporción mayor que antes, al empleo de la maquinaria. La maquinaria y el trabajo está en competencia constante.”

Un artículo de Juan de Mercado reflexiona sobre la necesidad de utilizar modelos económicos a la hora de realizar afirmaciones como la del título. Vaya por delante que este nivel de diligencia no le era exigible a David Ricardo hace ya doscientos años, pero desgraciadamente se trata de afirmaciones muy comunes en los medios de comunicación. En los sistemas económicos las variables son interdependientes no solo de sus valores actuales, sino también de sus valores futuros. Por este motivo es tan complicado identificar relaciones causales en la economía:

“El error que subyace a todas ellas es la idea de que la cantidad de trabajo está dada y, por tanto, cualquier cosa que genere una mayor disponibilidad de bienes y servicios, sea un incremento de la productividad, la llegada de inmigrantes, o importaciones, reduce el número de puestos de trabajo disponibles para los trabajadores nacionales.”

Cuando escuchamos frases como  “el progreso tecnológico destruye empleo. Si las máquinas hacen el trabajo, habrá menos trabajadores ocupados” estamos ante la falacia del tipo post hoc, ergo propter hoc  o falsa causa. El razonamiento, de apariencia válida, no es admisible en un sistema complejo. Igualmente han de ser calificadas de falaces las propuestas sobre reparto de trabajo mediante la reducción de la jornada laboral, cuestión que probablemente sea objeto de otro artículo y que también es abordada por Juan de Mercado.

Hablar de progreso tecnológico es hablar de productividad, es decir, de la capacidad para producir una misma cantidad de bienes con menos horas de trabajo.  Como adelantó Ricardo, (en esto sí estaba acertado) en cuanto la maquinaria llegara a un número considerable de competidores,  cabían dos escenarios posibles: o bien subirían los salarios, o bien caerían los precios de los bienes. Cualquiera de los dos escenarios supone un aumento en el salario real del trabajador que, o bien podrá consumir más bienes, o bien dispondrá de más tiempo para ocio. Desde aquí ya parece más claro que Ricardo podía no estar en lo cierto.

El propio Juan de Mercado proponía el trabajo de Frankema, van Ark y Duteweend de la Universidad de Groningen[1] como evidencia de que la productividad y el empleo muestran un crecimiento tendencial del que resultaría, si acaso, una correlación positiva. El estudio muestra que la tendencia a largo plazo ha sido el crecimiento simultáneo en la renta per cápita, la productividad y el crecimiento del empleo. A modo de conclusión,  dado que es un trabajo de 120 páginas que abarca otros muchos objetivos, he seleccionado una tabla que refleja la tasa de participación de la fuerza de trabajo y demuestra la falacia:

[1] Bart van Ark, Ewout Frankema and Hedwig Duteweerd. Groningen Growth and Development Centre. March 2004